Abordaremos el estudio de las endotropías (ET) que se manifiestan en el
primer año de vida, centrándonos en las más numerosas, que aparecen muy
precozmente (antes del 6.º mes), siendo la ET congénita la más
significativa. Aplazamos para el capítulo correspondiente el estudio profuso de
las ET que, pudiendo manifestarse de forma precoz, suelen hacerlo más bien a
partir del primer año. Tal es el caso de las ET adquiridas comitantes
(acomodativas o no), los estrabismos que con más frecuencia se presentan en la
práctica diaria.
Desde que en 1980 el Dr. Scott1 introdujo la toxina botulínica tipo A
(TBA) como alternativa a la cirugía en el tratamiento del estrabismo,
numerosas publicaciones han difundido el uso exitoso del producto en muy
variados trastornos de la dinámica ocular: estrabismo (tanto en tratamiento
primario como en reintervenciones), paresias oculomotoras, nistagmo y
blefaroespasmo, entre otros (2-31). El éxito de la TBA en las endotropías de
los niños (6,7) hizo que durante la década de los 90 la toxina se utilizara de
forma precoz, o al menos como primer abordaje, en el tratamiento de los
estrabismos que debutan durante los primeros meses de la vida, particularmente
en la ET congénita (13,14,16-21,24,26,27,30-32). Esta aplicación precoz de la
toxina se ha visto favorecida por el creciente interés alcanzado por la
corrección quirúrgica precoz de las endotropías (33-51), en un intento de
igualar e incluso mejorar los resultados de la cirugía, tanto desde el punto de
vista motor como sensorial. La eficacia de la toxina como alternativa a
la cirugía, o como terapia coadyuvante, queda además reflejada en un
capítulo aparte de la presente ponencia.
Con el fin de evaluar el papel de la cirugía en el tratamiento de la ET
precoz o del lactante, hemos realizado recientemente un estudio retrospectivo
sobre una muestra de 51 pacientes del Servicio de Oftalmología del Hospital
Ramón y Cajal de Madrid: 11 de ellos tuvieron su primer contacto con nuestro
equipo antes de 1989 (década 78-88), año a partir del cual comenzamos a hacer
generalizado el uso de la TBA en nuestros estrabismos. Los 40 restantes son de
la «etapa TBA» (primera visita en la década 89-98). La distribución
específica de la ET precoz, que en algún momento ha requerido cirugía
horizontal, se recoge en la tabla 1. Resulta evidente la abrumadora mayoría de ET
congénita o Síndrome de Ciancia. Sin embargo, hasta un 10% son ET esenciales
comitantes, la mayoría adquiridas no acomodativas, otras parcialmente
acomodativas. Finalmente, los casos de ET acomodativa residual o
deteriorada presentaban una elevada relación convergencia
acomodativa-acomodación e incomitancia lejos-cerca. Nuestra muestra no es lo
suficientemente grande como para incluir trastornos congénitos como fibrosis,
Síndrome de Duane, u otros que con relativa frecuencia se presentan, pero
plasma con claridad que ante cualquier subgrupo de estudio de ET precoz se ha de
ser estricto en la catalogación diagnóstica, para no cometer el error de
considerar como ET congénita cuadros que, aunque debuten precozmente, no
lo son. La literatura específica no está exenta de tales errores, como parece
demostrar Kushner (20) al criticar ciertos trabajos de McNeer, precisamente
sobre esta patología (16,19).
Pero, en muchas ocasiones, el reto del diagnóstico preciso no se aborda
teniendo delante un lactante, sino que el carácter de aparición precoz ha de
extraerse de una correcta anamnesis, o mediante constatación fotográfica
porque, al menos en nuestro medio, el niño suele llegar a la consulta del
subespecialista relativamente tarde. En la citada muestra de 51 individuos
destaca el hecho de que, a pesar de tratarse en todos los casos de
endodesviaciones que se expresan dentro del primer año de vida, la primera
visita específicamente estrabológica tiene lugar muy tarde, en torno a los 3,5
años de media, habiendo recibido la mayoría oclusión como único
tratamiento, aparte de la correspondiente corrección óptica en los casos
indicados.
Hoy en día, en nuestras manos, no es posible concebir protagonismo de una
forma aislada a la cirugía del componente horizontal de la ET precoz, sin tener
en cuenta la importante participación coadyuvante de la TBA. Así, en nuestras
40 ET precoces de la «etapa TBA» sometidas a algún tipo de cirugía
horizontal, la toxina sobre los músculos rectos horizontales estuvo presente
como acto terapéutico, inicialmente o como reintervención, en 27 casos
(67,5%). En 10 de ellos la inyección fue sobre uno o los dos músculos rectos
laterales, para afrontar exotropías secundarias. Gómez de Liaño et al. (23),
y Tejedor et al. (25,28,29), demuestran que la TBA es un procedimiento rápido y
eficaz, que resulta tan efectivo como la reintervención quirúrgica de la ET
residual o de la exotropía consecutiva, especialmente si se practica antes de
los primeros 3 meses desde la cirugía inicial, o primeros 6 meses en el caso de
la ET precoz. A 17 casos (42,5%) se les administró TBA como primer tratamiento.
La mitad de los 40 niños de la «etapa TBA» tuvieron su primer diagnóstico
especializado antes de los 3 años, la otra mitad, después. Es evidente que la
indicación de TBA como primera actitud abundó en el primer grupo: el 65% de
los 20 casos menores de 3 años en su primera visita, frente al 20% de los 20
mayores de 3 años, existiendo, por tanto, diferencias sensiblemente
significativas. Tal inclinación terapéutica responde a que sabíamos que la
TBA tiene mayor efecto corrector en niños menores (11,12,31).
El hecho de que el 78% de la muestra global sitúe su tratamiento inicial en
la «etapa TBA», con la consiguiente mejoría de la endodesviación, así como
la abrumadora mayoría de la ET congénita, frecuentemente acompañada de serios
problemas verticales y/o anisotrópicos, hicieron que la primera cirugía
practicada sobre el componente horizontal fuera en realidad mixta, horizontal
más vertical y/o alfabética, en el 69% de las ocasiones, horizontal pura en el
29%, y sólo vertical y/o alfabética en el 2%. Igualmente, de los siete casos
que no correspondían a ET congénita, cinco requirieron cirugía mixta en un
primer abordaje.
Comenzaremos el estudio por la ET congénita, la más frecuente de las
ET precoces.
I) ET CONGÉNITA clÁsica, ET INFANTIL ESENCIAL, O SÍNDROME DE CIANCIA
Los términos pueden considerarse sinónimos (52). La denominación
«infantil» (53) hace referencia, en la terminología anglosajona, a la
aparición del trastorno en los 6 primeros meses de la vida; «esencial» se
refiere al carácter idiopático de la enfermedad. Pero hay autores que
defienden mantener la denominación de «ET congénita», debido a que las
principales facultades visuales se completan o maduran entre los 2 y 4 meses de
vida, no pudiéndose hablar hasta entonces ni de ortotropía estable ni de
estrabismo esencial.
Por otro lado, para von Noorden (37), la limitación bilateral de la
abducción (ABD) con el nistagmus pertinente (nistagmus de abducción)
es un hallazgo frecuente en este tipo de ET. Sin embargo, Ciancia considera que
dicho nistagmo y limitación de la abducción forman parte de la ET congénita
propiamente dicha, por lo que él lo denomina ET infantil con nistagmus en
abducción (EINA) (54-56). Prieto-Díaz y Souza-Dias (57) denominan a esta
entidad Síndrome de Ciancia, en honor a dicho autor. Consideran, por
tanto, a la ET congénita como un estrabismo incomitante, a diferencia de los
seguidores de von Noorden, que sólo consideran incomitante aquellas ET
infantiles esenciales que presentan la limitación de la abducción. Según la
corriente de Ciancia, las ET que no presentan dicho nistagmus de abducción no
se considerarían, en realidad, como congénitas, sino como ET comitantes
adquiridas, de aparición precoz.
I.A) Fisiopatogenia
Es posible que varios factores estrabogénicos (57) actúen en una
época en la que el sistema visual es todavía sensorialmente inmaduro
y frágil, en presencia de un reflejo de fusión motora congénitamente
anómalo o subdesarrollado. Además, se cree que en la ET congénita existe
un fracaso de los centros corticales o vías centrales de la fusión.
Precisamente la época en que se manifiesta la ET congénita, entre los 2-5
meses, corresponde a un momento de consolidación de la fusión central e
importante avance en el desarrollo de la estereopsis, que acarrean la
desaparición del predominio de la retina nasal y, por tanto, la simetrización
nasal-temporal de los registros monoculares de nistagmo optocinético (NOC) y de
potencial evocado visual (PEV), que hasta ahora se habrían mostrado
asimétricos de forma fisiológica. En principio se creyó que la asimetría del
NOC pudiera ser un factor patogénico. Hoy se sabe que la persistencia de dicha
asimetría es una consecuencia de la ET congénita. Durante toda la
vida habrá asimetría en el seguimiento lento horizontal monocular
(déficit del seguimiento lento de objetos que se desplazan de la zona nasal a
la temporal, en favor del seguimiento temporal a nasal), lo que pone de
manifiesto el predominio de la retina nasal y de las vías cruzadas, frente a la
retina temporal y vías directas.
I.B) Diagnóstico clínico
(cuadro 1)
La anamnesis es fundamental para constatar que el estrabismo es
evidente en los primeros 6 meses (criterio aceptado unánimemente),
aunque en muchas ocasiones los padres aseguran que existe desde el nacimiento.
Los niños no suelen tener otros trastornos asociados. Sin embargo, más del 30%
de los niños con parálisis cerebral e hidrocefalia presentan
este tipo de ET (57).
Suele existir isoagudeza y alternancia espontánea de
fijación, por lo que la ambliopía no es muy frecuente. Ésta tiene lugar sobre
todo en los casos que presentan anisometropía. Para Calcutt (58) el 14,3% de
los pacientes posee ambliopía, con diferencia de 2 o más líneas entre la
agudeza visual de ambos ojos, y el 62,5% de tales ambliopías tiene por causa la
anisometropía. La fijación cruzada, con el correspondiente tortícolis
discordante, dependiendo del ojo fijador (el que se encuentra en aducción —AD—,
sin nistagmus), será más evidente cuanto mayor sea la limitación-nistagmus
de ABD (resorte hacia el ojo fijador, por paresia de la mirada en ABD).
Al tortícolis de rotación lateral hacia el lado del ojo fijador, suele sumarse
un tortícolis torsional (cabeza hacia el hombro del ojo fijador), debido
a la intorsión de fijación en presencia de DVD (figuras 1 y 4).
Figura 1. ET congénita con tortícolis horizontal.
Aunque clásicamente ha sido establecido como criterio de definición un
ángulo > 30 dioptrías prismáticas (D)
(37), lo cierto es que, tratándose normalmente de grandes ángulos (45-70
D)
(57) pueden, en cierta medida, ser variables en una exploración puntual y, por
otro lado, mostrar variabilidad en el tiempo. En este sentido parece preponderar
el criterio de la disminución espontánea del ángulo de desviación en el
devenir natural, especialmente si se acompaña de tratamiento oclusivo
(16,19,21,26,27,59,60). Recientemente, mediante el análisis retrospectivo
citado, sobre 44 individuos, hemos demostrado dicha relación inversa entre el
grado de desviación y la edad. El 77% de tales casos había recibido alguna
pauta oclusiva previa a cualquier tipo de intervención. El período de más
ostensible disminución se sitúa, aproximadamente, entre los 1,5 y 5,5 años.
Para Ciancia, la tríada de ET de gran ángulo, limitación-nistagmus de ABD y
severo tortícolis (antes de los 6 meses) es patognomónica (54-56).
Es común la aparición de desviaciones verticales tales como hiperfunción
de los músculos oblicuos y/o DVD, que suelen tender a incrementarse o
descompensarse con la evolución. Prieto-Díaz y Souza-Dias (57) registran un
70% de hiperfunción de los músculos oblicuos, de las que 46,7% son del
músculo oblicuo inferior y 23,3% del músculo oblicuo superior, y un 57% de
DVD.
El nistagmus latente (NL) se presenta con frecuencia, bien en forma de
nistagmus latente (sólo evidente con la oclusión monocular), bien en
forma latente manifiesta, expresándose de forma permanente, dado que la
supresión sensorial de la ET actúa como agente «oclusor». Muestra un resorte
hacia el lado del ojo fijador (resorte temporal). Para von Noorden
(37), el NL manifiesto tiene lugar hasta en el 20% de los casos de ET
infantil esencial.
En principio, la ET congénita no es acomodativa. Pero hay que efectuar
controles ciclopléjicos a lo largo del seguimiento postoperatorio, porque a
veces se desarrollan componentes endotrópicos acomodativos (por aumento de la
hipermetropía), especialmente hasta los 7-8 años (61). Hipermetropías mayores
de 3 dioptrías (D), en principio, deben contraindicar la cirugía precoz. En
nuestros pacientes, la aparición postquirúrgica de hipermetropía de tal
calibre, que no existía previamente, es del 9% (n=44) (figura 2).
Figura 2. ETcongénita con hipermetropía alta.
La ET congénita presenta un retraso en el desarrollo de la agudeza visual
(AV), comparado con sujetos normales y con otros tipos de ET (57).
I.C) Tratamiento
Sólo debe practicarse cirugía, u otro tratamiento alternativo, tras
asegurar la perfecta corrección de todo error refractivo significativo, así
como de la posible ambliopía. Tan sólo puede estar justificado actuar
independientemente del estado sensorial en los casos en los que el ojo amblíope
se ve incapaz de abducir lo suficiente con la oclusión, sobre todo si existe un
NL severo.
La oclusión no sólo es ideal para el adecuado control preventivo o
terapéutico de la ambliopía, sino para la mejoría de la ET en sí: supone un
elemento relajante del músculo recto medio hipertónico, al estimular la
abducción del ojo no ocluido, así como un sustrato favorecedor de una mejor
relación binocular, desde el punto de vista sensorial (62). Parecía que la
constancia en la desviación era la norma en la evolución de la endotropía
congénita (37,64). Pero, como ya hemos referido anteriormente, diversos
trabajos, además de nuestra última casuística, demuestran una reducción
espontánea del ángulo, normalmente con la ayuda de oclusiones
(16,19,21,26,27). Algunos autores incluso describen casos en los que no se
requiere cirugía (59,60). Por otro lado, la progresión de las desviaciones
verticales y de los síndromes alfabéticos, en especial las formas en «A»,
asociadas a DVD, con o sin hiperfunción de los músculos oblicuos superiores,
pueden favorecer la reducción angular. Con independencia de la DVD, es conocido
el efecto abductor anisotrópico de las hiperfunciones mantenidas, tanto de los
músculos oblicuos superiores como de los inferiores, en las miradas hacia abajo
y hacia arriba, respectivamente, lo que a largo plazo podría contrarrestar el
grado de ET (65). No obstante, en la mayoría de las ocasiones hay que
intervenir horizontalmente, ya que de lo contrario aparecerán contracturas
secundarias de los músculos y tejidos extraoculares (figura 3).
Figura 3. ET congénita con DVD y tortícolis torsional pre y post
cirugía.
La mayoría de los oftalmólogos consideran que la cirugía debe ser
lo suficientemente precoz como para conseguir la alineación antes de los
24 meses, para estimular algún grado de cooperación binocular o fusión.
Actuar antes de los 18 meses tiene especial interés porque en torno a
esa edad se sitúa el final del período de plasticidad sensorial para la
binocularidad, aunque tan sólo pretendamos obtener fusión periférica, con
cierto grado de estereopsis (37,49,57,66-68). Hay quien prefiere operar a los 12
meses, a los 6, e incluso a los 4 (51). Tales objetivos no parecen factibles, al
menos en la mayoría de los casos, cuando en servicios como el nuestro,
considerados de referencia, los niños llegan con un promedio de 43±39 meses
(n=44). Por otro lado, tras la alineación ocular, el desarrollo psicosomático
del niño puede mejorar y acelerarse. Recientemente, Prieto-Díaz (69) demuestra
que la consecución de cierta visión binocular antes de los 30 meses mediante
cirugía precoz, no necesariamente garantiza la estabilidad de la microtropía
resultante, pero sí demora sensiblemente el momento de tal descompensación, y
cree que ello contribuye a disminuir la frecuencia de hiperfunción de los
músculos oblicuos. En cualquier caso, el adelantarse a una cirugía en torno a
los 4 meses, por intentar remediar el estrabismo durante el interesante período
de plasticidad sensorial que tiene lugar entre los 2 y los 4 meses, conlleva la
duda de si estamos interviniendo endodesviaciones que, de seguir su curso
natural, se comportarían como pasajeras. Probablemente buena parte de estas
preguntas, así como la verdadera eficacia de la cirugía extremadamente precoz,
o simplemente precoz (antes de los 18-24 meses), encuentre su respuesta en
estudios prospectivos serios, como el que ya está en curso con el nombre de
CEOS (Congenital Esotropía Observation Study) (51).
Se puede practicar recesión de ambos músculos rectos medios [Retro de
RRMM], o recesión de un músculo recto medio (RM) con resección del
músculo recto lateral (RL) ipsilateral [Retro-Resec o R&R]. Algunos
llegan a practicar cirugía sobre tres o incluso cuatro músculos horizontales
de forma inicial: Jampolsky (70) propuso Retro-Resec (5mm/7mm) bilateral
convencional, con la que se obtienen buenos resultados, sin dejar tanta
incomitancia en las lateroversiones como la gran Retro de RRMM (6-9 mm). Es
frecuente la asociación en la primera cirugía de otras intervenciones, como
debilitamiento del músculo oblicuo inferior en los casos de hiperfunción
manifiesta. Ninguna de estas técnicas ha sido uniformemente aceptada como
exitosa, de forma que suelen ser necesarias intervenciones ulteriores por
infracorrecciones o, menos frecuentemente, por sobrecorrecciones.
Prieto-Díaz (57) obtiene un 63% de éxito (10 de valor residual) tras la
1.ª intervención, 88% de éxito con reintervenciones (un 36% del total),
mediante la propuesta de cirugía de gran Retro de RRMM (6-9 mm)
reflejada en la tabla 2. Es evidente que en niños menores de 2 años,
especialmente en los de muy pocos meses, dichos valores deben ser disminuidos en
1 o 2 mm en cada caso, en relación inversa a la edad, ya que el tamaño del
globo ocular es menor. En estos casos suele medirse el retroceso desde el limbo.
Valga como ejemplo la última serie publicada por Helveston, quien para
desviaciones de 40-60 dp emplea Retro de RRMM de 8-10 mm desde el limbo (51).
En la mayoría de las ocasiones se obtiene una ortotropía dentro de las
10 (con la corrección del tortícolis), que normalmente queda como microtropía
estable o síndrome de monofijación, con fusión periférica, supresión
central, y excelente aspecto estético (57). De esta forma, el estrabismo de
pequeño ángulo representa un éxito quirúrgico funcional, incluso si la
fusión bifoveal no se alcanza (sólo se alcanza excepcionalmente). En términos
generales, siempre que es factible, también nosotros actuamos de acuerdo con
esta cirugía, basada en grandes retrocesos bimediales.
Los resultados de la TBA sobre la desviación horizontal son buenos
tanto si se aplica antes como después de los 6 meses
(13,14,16-21,24,26,27,30-32). Las dosis habituales son 2,5-5 unidades por
músculo, en aplicación bimedial (figura 4). En los ángulos mayores suelen ser
necesarias más inyecciones. Cuando existe un componente vertical muy
importante, como puede ser una gran hiperfunción de los músculos oblicuos
inferiores, será mejor actuar primero con la cirugía. Otras indicaciones
correctas de la TBA en esta patología son: fuerte hipermetropía asociada,
hipocorrecciones o hipercorrecciones —iniciales o como descompensación
reciente— (28,29), tras la cirugía horizontal o vertical y, con menor
frecuencia, como ayuda diagnóstica de un estrabismo asociado vertical complejo.
En estudios retrospectivos sobre la inyección bimedial (5 unidades) en la EINA
(21,26,27), encontramos mayor desviación horizontal residual (que aumenta el
número de inyecciones y demora la consecución del éxito estable), así como
mayor DVD provocada o descompensada, cuando se administra antes de los 18
meses. Por el contrario, aplicada después de los 18 meses, los
resultados horizontales son excelentes, y no se descompensan ni la incidencia ni
el grado de DVD previos. Además, la TBA sobre los músculos RRMM mejora
sensiblemente la anisotropía en «A».
Figura 4. ET congénita pre y post toxina botulínica.
A la inversa, según Calcutt (58), la cirugía precoz no provoca
excesiva incidencia final de DVD descompensada ni de hiperfunción de los
músculos oblicuos, con relación a los porcentajes de tales alteraciones en
cuadros semejantes evolucionados, que no recibieron tratamiento. Pero plantea
complicaciones, que suelen ser tardías:
a) Ambliopía . Favorecida por la microtropía secundaria. En adultos
dejados a su libre evolución, la ET congénita proporciona sólo un 2,6% de
ambliopías de AV 0,5 (14% de ambliopía basada en 2 o más líneas de
diferencia binocular), frente a las cifras del 35-50% de ambliopías de
semejante cuantía en los operados precozmente con éxito. De ahí lo importante
del seguimiento cercano y mantenido, al menos hasta los 6-8 años.
b) Hipertropía. Debida a la DVD o a las hiperfunciones de los músculos
oblicuos, que pueden presentarse desde el inicio o, lo que es más frecuente,
desarrollarse o agravarse después de la cirugía. Requerirán cirugías
pertinentes.
c) Sobrecorrecciones
tardías. Los principales factores de riesgo
son: ambliopía irreductible u orgánica, daño neurológico severo,
anisometropías >1 D, hipermetropías >3 D, disfunciones de músculos
oblicuos y asimetrías en el ángulo de desviación según el ojo fijador.
Por último, la DVD, podría ser causa indirecta de sobrecorrecciones,
como factor desestabilizador de la binocularidad final obtenida.
En cuanto a nuestra experiencia, podemos generalizar que desde la llegada de
la TBA, ésta ha venido a sustituir, en buena medida, a la cirugía como
tratamiento precoz. Así, en nuestra última muestra, la primera cirugía
tiene lugar a los 64±36 meses. En los 44 operados, la ambliopía sobrevenida
que al final muestra diferencia de AV Ž2 líneas, representa tan sólo el 6,8%
de los casos. Al final del seguimiento, 5 de nuestros pacientes (11%) tienen
hipertropía leve o moderada. En cuanto a las sobrecorrecciones tardías, aunque
al final 11 casos (25%) presentan exotropía consecutiva, lo cierto es que en el
85% de las ocasiones se trata de valores por debajo de las 8 dp (microtropías).
En principio fueron 9 las sobrecorrecciones inmediatas postquirúrgicas, 7 de
las cuales precisaron reintervención, normalmente con TBA, pero la cifra final
se alcanza por la aparición en el postoperatorio tardío de 6 nuevas
sobrecorrecciones espontáneas. En esta prevalencia de exotropía tardía
(13,6%) parece jugar un papel importante la existencia de elementos
perturbadores de la estabilidad de la relación binocular. Tales elementos son
distintos de la hiperfunción de los músculos oblicuos, patrón alfabético de
anisotropía o DVD, cuya intensidad quedó tan reducida tras la cirugía,
normalmente indicada para corregir al tiempo tales disfunciones, que no podrían
justificar la aparición de la exotropía. De los 44 pacientes con EINA que
requirieron cirugía horizontal, 35 son de la «etapa TBA». El 57% y el 31% de
los últimos presentaban al menos un trastorno o dos, respectivamente, de los
que se enumeran en la tabla 3, considerados como añadidos perturbadores de la,
de por sí deteriorada, visión binocular que acompaña a este tipo de ET. Todos
estos factores de inestabilidad en la alineación fueron causa de exclusión en
estudios previos de la acción de la TBA sobre la IENA, para valorar con más
precisión el efecto «puro» de la toxina administrada en los músculos RRMM
(21,26,27). Pues bien, 5 de las 6 exotropías tardías, 8 de las 11 exotropías
finales, presentaban al menos uno de tales factores. Quizás el complejo
disociado que acompaña a la DVD pueda jugar un papel adicional en la
facilitación de la exodesviación. La desviación horizontal disociada (DHD)
apareció en 8 casos (18%), 4 de los cuales figuran entre las 11 exotropías
secundarias residuales.
Nuestro enfoque iba dirigido a saber qué tipo de pacientes llegan a la
cirugía, especialmente en la etapa de disponibilidad de la toxina; la segunda,
por no decir, primera alternativa. A lo largo de todo el seguimiento, con la
aparición de hipermetropía severa en 4 casos, el porcentaje de niños con al
menos un elemento adicional perturbador de la estabilidad pasó del 57% citado a
un 69%. De hecho, el 37% de la ambliopía inicial moderada-severa que presenta
esta cohorte quirúrgica de EINA contrasta con el 14,3% que Calcutt58 asigna a
la evolución natural de esta patología. 10 de los 16 casos (62,5%) que
comienzan con TBA y que acaban en cirugía poseen algún factor desestabilizador
a lo largo de todo el seguimiento, predominando la hipermetropía, seguida del
nistagmo latente y del retraso mental. En cambio, en las muestras de los citados
estudios sobre TBA como primer tratamiento, en los que fueron excluidos los
casos con componentes como los de la tabla 3, tan sólo el 26% precisó cirugía
sobre el componente horizontal, ya que la toxina corrigió, en conjunto, un
80-90% de la desviación inicial (21,26,27). Sin embargo, los 16 casos
quirúrgicos que se iniciaron con TBA tan sólo alcanzan un porcentaje de
corrección horizontal del 59±29%, ello con un número de inyecciones (5
unidades bimediales) muy significativo: media de 2,4±0,9 inyecciones. Por otro
lado, hemos demostrado, sobre la muestra total de 44 individuos, que la
presencia inicial de tales elementos perturbadores de la ortotropía no
repercute ni en el ángulo preterapéutico, ni en la edad a la que tiene lugar
el primer tratamiento.
Los niños que debutan con cirugía sobrepasan en más del doble la edad de
los que lo hacen con toxina, lo que conlleva que aquéllos tengan ángulos de ET
marcadamente menores, sobre la base de la reducción progresiva del ángulo a la
que ya nos hemos referido. La razón de la mayor edad en el grupo quirúrgico
debe estribar en el sesgo provocado por la idea preconcebida de la indicación
de la toxina en niños menores, así como en la mayor dilación en tomar la
iniciativa de la cirugía con respecto a la decisión de poner TBA,
especialmente en una muestra con tan elevado porcentaje de elementos
desestabilizadores de un resultado quirúrgico.
Existió similitud en los excelentes resultados finales entre los casos que
debutaron con TBA (Grupo TBA) y aquéllos que lo hicieron directamente con
cirugía (Grupo Q): el 86% del total de la muestra (n=44) quedó con
desviaciones menores de 10 dp. Para alcanzar semejantes resultados la primera
cirugía fue mixta (horizontal y vertical-torsional-alfabética) en el 68% de
las ocasiones. El 52% de los pacientes requirió al menos una reintervención
(con toxina y/o cirugía), el 11% dos reintervenciones, y el 7% más de dos. En
el primer abordaje quirúrgico la Retro de los músculos RRMM fue
absolutamente mayoritaria (71), muchas veces asimétrica, constituyendo la
R&R tan sólo el 14%. La técnica no horizontal más común en la 1.ª
cirugía fue el debilitamiento del músculo oblicuo inferior (36%),
especialmente la Retro tipo Apt y la Anteroposición, seguida de la Retro de
los músculos rectos superiores (32%); también se practicaron tenectomía
posterior de los músculos oblicuos superiores y desplazamientos verticales y
horizontales de los músculos rectos, entre otras.
Por último, hemos comprobado en nuestra muestra que la toxina, a pesar de
actuar sobre ángulos mayores, como lo hace sobre niños sensiblemente menores,
hace que la ET previa a la cirugía sea sensiblemente menor en el Grupo TBA, a
una edad equivalente a la del Grupo Q. Quisimos saber si ello redundaba en un
monto quirúrgico menor en el Grupo TBA. Efectivamente, el número de
milímetros de cirugía que se precisa es tan sensiblemente menor, que incluso
muchos músculos se libran de la cirugía: 1,6±0,6 músculos rectos operados,
frente a 2,3±0,6 en el Grupo Q. Ello hace que la actuación sea menos
iatrogénica, y justifica una mayor estabilidad postquirúrgica, patente en
nuestra muestra por la ausencia de aparición de exotropía secundaria, así
como por la escasa frecuencia de retratamiento botulínico por hipocorrección
en el Grupo TBA.
En definitiva, y basándonos en todo lo expuesto, el cuadro 2 resume las
medidas diagnóstico-terapéuticas con las que abordamos las ET precoces más
frecuentes.
II) sÍndrome de compensación (bloqueo) del nistagmus
Muchas ET de comienzo precoz tienen nistagmus asociado. Los tipos NL (o NL
manifiesto) y nistagmus de limitación de la ABD se asocian a la ET
congénita. Un tercer tipo de síndrome de nistagmus-endotropía es el síndrome
de compensación (bloqueo) del nistagmus (72). Es muy raro, y consiste en un
nistagmus congénito (NC) manifiesto (no latente) que, de forma
intermitente, aprovecha la convergencia acomodativa para amortiguar o compensar
el nistagmus (el NC se amortigua con la convergencia), provocando con tal
esfuerzo acomodativo sobreconvergencia y ET de cerca, lo que suele requerir
cirugía (73). Durante la fase de convergencia acomodativa se aprecia también miosis,
como consecuencia de la sobreacomodación. Para el diagnóstico diferencial es
también importante la presencia de los registros electrooculográficos típicos
de NC, con patrones adaptados a la foveolización, como el resorte con fase
lenta exponencial creciente; este último, claramente contrapuesto a los
otros dos tipos de síndrome de nistagmus-endotropía, que presentan fase lenta exponencial
decreciente.
III) paresia congÉnita deL vi par
Las paresias que acontecen inmediatamente tras el nacimiento suelen
resolverse espontáneamente en un plazo de 6 semanas. Se cree que son debidas,
en su mayoría, al incremento de la presión intracraneal secundaria a los pujos
y maniobras del parto. Una parálisis verdaderamente congénita no tendrá
contractura secundaria del músculo RM, debido a que, al no acabar de
desarrollarse la visión binocular las leyes inervacionales no son vigentes
todavía, siempre que la parálisis no sea total y que evolucione en este corto
tiempo. En toda supuesta parálisis congénita del músculo RL ha de sospecharse
la existencia de un Síndrome de Duane, mientras no se demuestre lo contrario
(figura 5).
Figura 5. Síndrome de Duane ojo derecho y tortícolis. Síndrome de
Duane ojo izquierdo y tortícolis.
No obstante, en el período neonatal precoz pueden aparecer
paresias-parálisis del VI par craneal permanentes, que desemboquen en ET
incomitantes que no se resuelvan, si bien son extremadamente raras. El
tratamiento, siempre que se diagnostique pronto, o con pocos meses de
evolución, pasa por la administración de TBA en dosis variables según el
grado de ET. Se deberá controlar el grado de la parálisis y la evolución para
poder evitar la contractura muscular del músculo antagonista. Cuando al mes o
mes y medio, presentan un tortícolis compensador esto mantiene la visión
binocular y la isoagudeza visual. En el caso de que exista evaluación con
desviación estrábica en las paresias, después de procurar isoagudeza y la
mejor visión binocular posible mediante oclusión, tratamiento prismático,
etc., podrá practicarse gran R&R sobre el ojo parético (del
orden de 15 mm del músculo RM por 12-14 mm del músculo RL). A veces, la ET
residual precisa de Retro del músculo RM del ojo sano (con o sin técnica de
Faden añadida). Sin embargo, en casos de parálisis total, se requieren
procedimientos de transposición o suplencias, que siempre deberán ir
acompañados de una gran Retro del músculo RM, a ser posible ajustable, o al
menos de TBA, debido a su contractura. En la actualidad, la técnica de
Carlson-Jampolsky reduce el riesgo de trastornos circulatorios e
hipertropía secundaria en PPM (tan frecuentes con otras técnicas) y, además,
puede ser ajustable: se separan longitudinalmente las fibras de los músculos
rectos verticales, respetando las arterias musculares mediales. Las mitades
temporales, unidas entre sí, pasan por debajo del músculo RL, siendo
atravesada su inserción por los hilos, que se insertan en la esclera.
IV) SÍNDROME DE RETRACCIÓN DE DUANE
Se trata de un cuadro restrictivo bastante frecuente, también conocido como
Síndrome de Stilling-Türk-Duane (74,75). Se conocen tres tipos de Síndrome de
Duane. El ojo afecto del tipo I (el más frecuente) es el que suele mostrar ET
en posición primaria de la mirada (PPM), con incomitancia franca por ausencia
de ABD. En el intento de AD se muestra una retracción del globo,
con disminución de la hendidura palpebral, y viceversa en el intento de ABD. En
AD, el ojo suele experimentar desviaciones verticales anómalas del tipo
«upshoot» y «downshoot», debido especialmente a una inelasticidad del
músculo RL. Este síndrome es más frecuente en mujeres, afecta a ojos izquierdos
más que a derechos, siendo bilateral en el 15-20% de los casos. Los casos
unilaterales presentan, a veces, tortícolis lateral, con el fin de
fusionar. El tipo II suele mostrar exotropía en PPM, con gran limitación de la
AD y menos de la ABD, y el tipo III presenta marcadas limitaciones en la ABD y
AD, mostrando normalmente ortotropía en PPM. Realmente, los ojos pueden estar
en ortoposición, endodesviación o exodesviación. Las dos primeras posiciones
son más propias del tipo I, la tercera se presenta más a menudo en los tipos
II y III. Los casos bilaterales pueden presentar cualquier tipo de combinación,
pero es más frecuente que se trate de un tipo I bilateral.
El Síndrome de Duane se presenta normalmente de forma esporádica, pero
existe una elevada incidencia de asociación con ciertas anomalías sistémicas
(trastornos auditivos y/o malformaciones del oído, defectos espinales
cervicales…) y/u oculares (colobomas, lágrimas de cocodrilo por inervación
aberrante del III par, etc.). El 5-10% de los casos presentan patrón de
herencia autosómica dominante.
IV.A) Fisiopatogenia y diagnóstico clínico
La patogenia de este síndrome es controvertida, pudiendo provenir de
mutaciones en un grupo heterogéneo de genes (76). Probablemente responda a trastornos
en el desarrollo embrionario del núcleo y/o nervio del III par (aparece en
casos de embriopatía por talidomida). También se ha demostrado inervación
anómala de los músculos RL y RM, con cocontracción y retracción globular en
el intento de AD, y con escasa o nula respuesta electromiográfica en el
músculo RL en el intento de ABD. Este músculo se muestra fibrosado
normalmente. Signos típicos de la retracción son el enoftalmos absoluto o
relativo al ojo contralateral, con la consiguiente disminución de la hendidura,
así como el aumento de la presión intraocular en retracción (en torno a unos
4 mm Hg). En cualquier caso, sea cual fuere la anomalía inervacional de la que
es responsable el III par, parece claro que en todos los casos existe una inervación
anómala del músculo recto lateral. Hay una gran variedad de formas, desde
la falta de inervación propia, por ausencia congénita del nervio o del núcleo
troncoencefálico del VI par, la cual corre a cargo del III par, hasta la doble
inervación por parte del VI par y de ramas del III par. El primer supuesto
justificaría los tipos I (ausencia de ABD y cocontracción de músculos rectos
horizontales en el intento de AD) y III (cocontracción del músculo RL tan
intensa que limita la AD). El segundo supuesto explicaría el tipo II (ABD
normal y cocontracción con limitación en el intento de AD).
La inervación paradójica del músculo RL por el III par justifica el hecho
de que se haya demostrado electromiográficamente contracción activa de dicho
músculo en las supraducciones, infraducciones o en ambas, quizás dependiendo
de que la inervación aberrante corra a cargo de ramas del III par superiores,
inferiores o de ambos tipos. Ello explica la frecuente aparición de anisotropías
«Y», «l»
y «X», respectivamente.
Por otro lado, también ha sido demostrada por electromiografía la
contracción de los músculos verticales en los intentos de AD, lo que para
muchos, y por el mismo razonamiento anterior, justificaría en buena medida los
movimientos verticales anómalos en la AD. Un mismo individuo puede presentar
unas veces «upshoot» y otras «downshoot». Pero el debilitamiento del
músculo oblicuo inferior en los casos en los que parecía clara tal
hiperfunción, no corrige apenas el movimiento vertical anómalo. Parece claro
que estos fenómenos están directamente relacionados con el grado de dificultad
para la AD, ya que son más evidentes en los tipos II y III, donde la
cocontracción del músculo RL es mayor. A pesar de la evidencia de contracción
del músculo recto superior en los casos de «upshoot» o del músculo recto
inferior en los casos de «downshoot», ha prevalecido durante años la teoría
del efecto rienda («briddle effect») para intentar razonar
estos comportamientos: al desplazar el ojo afecto hacia una ligera supraducción
o infraducción, estando en AD, la cocontracción de los músculos rectos
horizontales provocaría retracción y deslizamiento muscular de dichos
músculos en sentido vertical, desplazándose el plano de acción de ambos por
encima o por debajo, respectivamente, del centro de rotación del globo,
«disparando» al globo en un movimiento acelerado hacia arriba o hacia abajo,
según el caso (75). Sin embargo, tales desplazamientos implican un grado de
elasticidad de las membranas intermusculares que es difícilmente comprensible.
De hecho, trabajos como los de Bloom, mediante resonancia magnética, demuestran
que los desplazamientos verticales de los músculos horizontales son mínimos,
de forma que no pueden explicar los movimientos verticales anómalos (77).
Muy recientemente, Jampolsky (78) demuestra electromiográficamente que al
desinsertar el músculo RL afecto, no sólo desaparecen los movimientos
anómalos, hecho que ya había sido en cierta manera probado, sino que tampoco
aparece cocontracción del músculo recto vertical correspondiente al movimiento
anómalo. Dicho autor supone que la contracción de un músculo recto superior
en un «upshoot» no aparece como hecho primario, sino como efecto acompañante,
probablemente como elemento «protector» del globo ocular ante la intensa
opresión globular debida a la cocontracción de los músculos rectos
horizontales. En tal caso, sería un efecto secundario a la «tensión» a la
que está siendo sometido un músculo RL normalmente inelástico y con fibrosis,
el cual, en AD, «dispara» en cierta medida su propiocepción, al contraerse al
mismo tiempo que resulta elongado por la contracción de su antagonista. Como
veremos, este nuevo enfoque va a cambiar las pautas de tratamiento hasta ahora
concebidas.
Sensorialmente, la fusión y estereopsis suelen ser normales, siendo rara la
ambliopía. Dada la variabilidad del ángulo, y teniendo en cuenta que,
dependiendo de la lateroversión, un mismo individuo puede presentar endo y
exodesviaciones, es rara la correspondencia sensorial anómala. Lo más
frecuente es una supresión amplia que hace que estos pacientes raramente
presenten diplopía.
Cuando la posición de reposo no coincide con la primaria pueden ocurrir dos
hechos, dependiendo de la sensorialidad:
a) Si existe visión binocular normal, ésta suele mantenerse a costa de un tortícolis,
cara hacia el ojo afecto en caso de endodesviación, o hacia el lado sano en
caso de exodesviación.
b) Si existe deterioro sensorial, con o sin ambliopía, habrá estrabismo
manifiesto, y no existirá tortícolis, a no ser que acontezca la rara
circunstancia de que el ojo dominante sea el afecto.
Romero-Apis et al. (79) proponen, basándose en su casuística de 93 casos,
una clasificación basada en la evidencia clínica, siguiendo estos tres
criterios:
1.º)
Aspecto cualitativo de la inervación del músculo RL
afecto: definen Duane por sustitución (62% en su muestra) cuando suponen
la inexistencia de inervación por parte del VI par, por la ausencia total de
ABD (inervación aberrante por parte de ramas del III par); y Duane por duplicación
(38%) cuando existe algún grado de ABD, en cuyo caso suponen la doble
inervación del músculo RL (VI par y ramas del III par).
2.º)
Aspecto cuantitativo, tanto del grado de ABD —del que
infieren el grado de inervación por parte del VI par—, catalogando en cruces
desde VI-0 (ausencia) a VI+4 (ABD máxima); como de los trastornos de AD,
definiendo también en cruces, desde III+1 (AD normal o ligeramente disminuida,
retracción leve, no movimientos verticales anómalos) hasta III+4 (AD
extremadamente disminuida, retracción y movimientos verticales anómalos muy
acentuados). Registran mayor frecuencia de VI+1 y VI+2, así como de III+2.
3.º)
Situación en PPM: orto (27%), endo (44%), o exodesviación (29%).
El diagnóstico diferencial en niños de tan corta edad puede ofrecer cierta
dificultad, por lo que habrá que descartar:
• Parálisis o paresia congénita del VI par:
La retracción y los
cambios en la hendidura palpebral no aparecen. Por otro lado, la ET en PPM suele
ser >30 dp, tendiendo a aumentar con el tiempo (suele ser menor en el
Síndrome de Duane). Si bien, en edades colaboradoras, es posible demostrar en
el Síndrome de Duane aumento de la presión intraocular en AD, AD pasiva
positiva estando el ojo afecto en aducción activa de unos 20°, o reducción de
la velocidad sacádica aductora de al menos un 40% en el electrooculograma (80).
Es importante el diagnóstico diferencial, porque la cirugía pensada para la
parálisis del VI par resulta seriamente contraproducente en el Síndrome de
Duane, tanto la resección del músculo RL como la suplencia con los músculos
rectos verticales, sobre todo cuando existe contracción de los mismos en el
intento de AD, lo que ahora llevaría a una exodesviación marcada.
EINA:
No presenta retracción ocular. Por otro lado, el nistagmus de
limitación de ABD y la fijación cruzada son propios de la ET congénita. Tan
sólo podría pensarse en tortícolis discordante con fijación alternante en el
caso de un Síndrome de Duane bilateral tipo I con ET. La asimetría
témporo-nasal de los registros electrofisiológicos es típica de la EINA pero,
en el citado supuesto, el desarrollo de las vías visuales se hace igualmente
bajo predominio de la retina nasal. No obstante, la cirugía de gran Retro de
los músculos RRMM es beneficiosa para ambos cuadros.
Por último, la denominada divergencia sinérgica no es sino una
variante más del Síndrome de Duane, que presenta exodesviación franca del ojo
sano en el intento de AD del ojo afecto, mostrando éste, a su vez,
exodesviación paradójica: fenómeno probablemente explicable por la
coexistencia de parálisis, supuestamente nuclear, del músculo RM del ojo
afecto de Síndrome de Duane.
IV.B) Tratamiento
La cirugía sólo está indicada para corregir tortícolis compensadoras,
desviación en PPM o retracción intensa y antiestética del ojo y
obedece a los siguientes principios:
— La limitación de la ABD es el problema de más difícil
solución; los demás son manifiestamente mejorables: retracción con
disminución de la hendidura, tortícolis, estrabismo en PPM y
movimientos verticales anómalos (MVA).
— Es fundamentalmente debilitante, basada en la Retro, para
reequilibrar fuerzas activas y pasivas, incluso en el caso de dominancia de
fijación por parte del ojo afecto.
— Si se puede llegar a una edad suficientemente adulta, se preferirá la
cirugía con anestesia tópica.
— Las Retro deben realizarse con suturas flotantes («hang-loose»),
para evitar perforar la esclera, que se presenta muy adelgazada bajo los
músculos contracturados o/y fibrosos.
— Una Retro del músculo RM afecto >5 mm, si no se acompaña de Retro
del músculo RL ipsilateral, puede comprometer seriamente la AD, debido al
desequilibrio generado por la cocontracción.
— Los casos quirúrgicos suelen ser los tipos I y II. Muy pocos casos de
tipo III deben operarse. Tan sólo los que presenten gran retracción o
estrabismo estéticamente inaceptables, normalmente ET.
Asumimos las nuevas teorías de Jampolsky sobre la génesis y el tratamiento
de los MVA (78), por lo que creemos que la gran Retro del músculo RL afecto (retrocediéndolo
lo máximo posible retroecuatorialmente) va a cambiar drásticamente el enfoque
terapéutico de tales desviaciones patológicas en particular, y del síndrome
en general. Desaparecida la ya difícilmente sostenible hipótesis del
deslizamiento abrupto vertical de los músculos rectos horizontales
cocontraídos, dejarán de tener sentido para evitar tal efecto rienda la gran
Retro de los músculos rectos horizontales del ojo afecto, la Faden de los
mismos, o sus combinaciones. Tampoco se justificará la Retro de los músculos
rectos verticales, que algunos preconizaban, salvo en los que estén afectados
por secundarismos.
Por otro lado, la constatación de la desaparición de la cocontracción secundaria
de los músculos rectos verticales en el intento de AD, tras la Retro del
músculo RL afecto, facilitará la vuelta a las técnicas de transposición que
traten de devolver cierto grado de ABD, como la ya citada suplencia tipo Carlson-Jampolsky,
u otras como la de Foster (81), quien demostró, no sólo en el Síndrome de
retracción, sino también en la parálisis del VI par, la eficacia de añadir a
la transposición vertical un anclaje escleral lateral y posterior a 8 mm, con
sutura de 5-0 no reabsorbible, que incorpora un cuarto del músculo recto
vertical trasladado.
Los cuadros 3 a 6 resumen el protocolo quirúrgico que creemos aconsejable
sobre la base de estos cambios.
En cuanto a la TBA, sólo utilizada en niños muy pequeños (en el músculo
RM), hemos observado leves mejorías de la limitación, pero finalmente la
mayoría necesitan cirugía (22).
V) sÍndrome de möbius
Este síndrome consiste en la asociación de parálisis congénita bilateral
de los nervios VI y VII (que provoca «expresión de máscara» en el rostro)
(75). También puede existir parálisis de la mirada, secundaria a defectos en
la formación reticular protuberancial paramediana. Muchos genetistas piensan
que pertenece a una familia de síndromes que asocian a los defectos en
nervios craneales, anomalías orofaciales e hipoplasia de
miembros. Así, algunos pacientes afectos del síndrome de Möbius presentan
la anomalía de Poland (ausencia del músculo pectoral), otros disgenesias de la
lengua, etc. En posición primaria puede haber ortotropía o ET. Aparte de la
lógica limitación de la ABD, puede estar limitada la AD (a veces se muestra
mejor en la convergencia que en las versiones, probablemente por paresia de la
mirada). Puede practicarse Retro del músculo RM si existe ET en PPM y
tortícolis, pero si solo hay una limitación de la ABD significativa, lo
indicado es una actitud conservadora (figura 6).
Figura 6. S. de Möbius.
VI) sÍndrome de fibrosis congÉnita
Algunos síndromes restrictivos congénitos de la musculatura extraocular
pueden mostrarse en franca ET, como el «Strabismus fixus», que afecta a
los músculos rectos horizontales, normalmente músculos RRMM (ocasionalmente
músculos RRLL), con severa ET. Suele aparecer de forma esporádica. La cirugía
es compleja y debe ser liberadora al máximo. Puede obtenerse un buen resultado
en posición primaria, con el que nos debemos conformar (figura 7).
Figura 7. Fibrosis generalizada.
RESUMEN
La EINA constituye la forma más frecuente de ET precoz. De ahí que sea
preciso confirmar la incomitancia de la endodesviación (limitación-nistagmus
de ABD), así como constatar la aparición antes del 6.º mes, para
una correcta catalogación diagnóstica que permita el mejor enfoque
terapéutico oportuno.
Resulta fundamental en estos primeros meses de la vida la correcta detección
de cualquier factor ambliogénico, especialmente la presencia de ametropía o
anisometropía, así como la existencia de dominancia en la fijación. La
correcta refracción, repetida cuantas veces sea necesaria, con cicloplejia
adecuada (atropínica si es preciso), para la corrección óptica máxima
con gafas o con lentillas; así como la oclusión asimétrica pertinente
según edad, constituyen dos pilares básicos previos a cualquier actitud
cruenta, válidos para solventar respectivamente ambos problemas. La oclusión
en sí, aunque sea simétrica, ha demostrado su eficacia en la EINA, tanto desde
el punto de vista sensorial como motor.
La TBA ha venido a sustituir a la cirugía precoz en la ET del lactante en
general y en la EINA en particular. En este último caso, cuando ha de
recurrirse a la cirugía, el monto quirúrgico horizontal es sensiblemente
menor, cuando no nulo, si se utilizó previamente toxina, por lo que la técnica
indicada es mixta en la mayoría de las ocasiones, persiguiendo la corrección
de otros componentes de la desviación.
La cirugía de retroinserción bimedial es una técnica muy válida en la
EINA, si bien cada vez se recurre menos a ella porque la TBA resuelve de forma
excelente el componente horizontal. Los casos que precisan algún tipo de
corrección quirúrgica del citado componente, frecuentemente coexisten con
problemas verticales-alfabéticos o con factores añadidos de inestabilidad de
la visión binocular, por lo que prácticamente la mitad necesitan al menos una
reintervención.
El Síndrome de retracción de Duane va a experimentar un cambio radical en
su tratamiento quirúrgico, la endotropía y el tortícolis horizontal se tratan
con la retroinserción del músculo recto medio del ojo afecto y una gran
retroinsección del músculo recto medio del ojo sano que paresie la AD,
conociendo que la principal actuación para eliminar los movimientos verticales
anómalos en AD consiste en una gran Retro del músculo RL afecto. En
aquellos pacientes en los que sólo persista una desviación convergente o un
tortícolis, la suplencia muscular se hará en otro acto quirúrgico.
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