EDITORIAL


Enciclopedismo, impacto, diagnóstico diferencial, palabras clave


El Pasado

Hace unas décadas, en las sesiones clínicas, el actuante intentaba demostrar al auditorio que poseía un conocimiento de la bibliografía apabullante, que en el diagnóstico diferencial ni siquiera se le habían olvidado esos procesos que, por su infrecuencia, suponían una rareza incluso bibliográfica. Es más, esos rarísimos casos, en el límite entre la ficción y la realidad, así como las teorías que sustentaban la patogenia, eran el motivo central de estas sesiones.

Es posible que este procedimiento no fuese el más adecuado para la transmisión de conocimientos, pero los asistentes se quedaban boquiabiertos e «impactados» por los conocimientos atesorados por el defensor del caso y los discutidores. En esta época el impacto se medía con el boquiabiertómetro.

 

El Presente

Posteriormente el impacto pasa a calcularse, de forma similar a los medios de comunicación, tratando de averiguar el número hipotético de personas que supuestamente han tenido oportunidad de conocer lo que un determinado autor ha publicado. Como cualquier otra magnitud, este parámetro es criticable. Imaginemos que alguien escribe un artículo altamente especializado que por su temática interesa únicamente a una docena de estudiosos en todo el mundo y es leído por diez de ellos, aun siendo escrito en una revista de impacto nulo, el autor habrá cubierto ampliamente sus expectativas. Por el contrario, ese mismo artículo podría pasar desapercibido a sus destinatarios habiéndose publicado en el New England, con su elevadísimo índice de impacto.

Este ejemplo no puede darse en la realidad, pues en la práctica, esos expertos serán sin duda hábiles buscadores de bibliografía, encontrando a través de las correspondientes palabras clave, toda la información «oficial» que ha sido incluida en las redes de información. En esencia, por tanto, si nosotros publicamos un artículo en cualquier revista que tenga acceso a esos canales oficiales, estaremos logrando, no el impacto que indica el índice de la revista que es totalmente falso, pues indica los lectores de la revista que no necesariamente se han leído nuestro artículo, sino el objetivo de que lo lean aquellos que realmente estén interesados en el mismo y se hayan tomado la molestia de buscarlo.

Los índices que muestran el número de veces que un determinado artículo ha sido citado, también pueden resultar engañosos, pues de nuevo, determinados temas de actualidad, aun siendo vulgares, pueden salir primados en relación con temas verdaderamente excepcionales que atraen la atención de una élite minoritaria.

No cabe duda que, con sus imperfecciones, estos índices son bastante más precisos que el boquiabierto, e incluso el arcaico de la abuela. Tenemos que admitir, aun a nuestro pesar, que no cualquier tiempo pasado fue mejor.

 

El Futuro

Ciertamente, para el sufrido oftalmólogo de Peñaranda de Bracamonte, es de sumar importancia que las cabezas pensantes de la Oftalmología española tengan un gran índice de impacto y sepan calcular la desviación estándar y la probabilidad en inglés, francés y alemán. También podría resultar importante que publicaran en algún idioma más accesible, y en los medios que él dispone, al menos aquello que le permitiese ofrecer algo más al paciente que cada día acude al «Ambulata». No sería menos importante que se dejasen ver en las aburridas» reuniones locales, por ser muchas veces las únicas a las que los «iluminados dirigentes de su área» les dejan acudir.

Los grandes mitos populares que hacen girar millones de discos por todo el mundo, saben lo importante que es hacer sentir su presencia ante los fans para que puedan «palparlos», conscientes de que su índice de impacto es una entelequia para el que se gasta los duros en el disco.

El sufrido ciudadano español, que como el comprador de discos, se gasta sus duros en los impuestos que sirven para pagarnos nuestros sueldos, quedaría gratamente impactado si tuviese el convencimiento de que lo mucho o poco que saben los que viven a su costa, lo empleasen preferentemente en elevar el nivel de «nuestra» Oftalmología, haciendo llegar sus trabajos fundamentalmente a los compañeros que más lo necesitan.

Soy de los que piensa que si alguien está capacitado para lanzar un misil que saliendo de algún punto de la Península o alguna de las islas, alcance su objetivo en el Down-Town de Boston, podrá cazar perdices en Cuenca a nada que se lo proponga.

Cuando veamos las perdices, tanto el Oftalmólogo de Peñaranda como yo, caeremos en la cuenta de las indudables ventajas del índice de impacto sobre el boquiabiertómetro.

 

Prof. Julián García Sánchez
Catedrático de Oftalmología
Madrid