COMENTARIO

De un Tiempo, de un Lugar, de una Cosecha...

Prof. Sánchez Salorio M1

(1) Palabras pronunciadas por el Prof. Manuel Sánchez Salorio en la presentación de la recién constituida Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad de Santiago de Compostela que tuvo lugar en la Casa de Galicia de Madrid el día 8 de abril de 1997.


En algún lugar dice Aristóteles que el hombre, al irse haciendo viejo, se va haciendo también más amigo de los mitos. Es decir, de aquellas representaciones simbólicas que de modo intuitivo y casi misterioso condensan sentido y significados que se escapan a la lógica del discurso analítico y racional. Pues bien, ya que también a mí la ya bien crecida marea de los años me ha ido volviendo más atento y receptivo al lenguaje de los símbolos me voy a permitir iniciar este discurso dedicando unos momentos a reflexionar sobre la carga simbólica que a la vez se oculta y se condensa en el acto que hoy nos convoca y nos reúne.

Porque resulta que estamos en la Casa de Galicia. Y estamos aquí precisamente porque Galicia es nuestra Casa. La Casa es lo que nos libra y protege de la intemperie, pero es también lo que nos libra de la abstracción. Es el Reino de lo propio y de lo concreto. Vivamos en la Diáspora o en el interior de la Terra Nai cada vez nos damos cuenta más nítida y cabal de la importancia de nuestra pertenencia a una Morada y a un Filum común. Esa pertenencia es la instancia que más naturalmente nos identifica y que más sencillamente nos hace sentirnos solidarios a unos con los otros. Por eso estamos aquí: porque somos y nos reconocemos habitantes de la Casa común. Gallegos somos por la Naturaleza, como somos españoles por la Historia y Europeos por la Cultura.

Quede pues ahí ya que el tiempo no permite ninguna otra disgresión operando en el ambiente lo que quisiera ser ya la primera idea-fuerza de este discurso: al convocarnos en este lugar la Universidad de Santiago de Compostela proclama una vez más su voluntad de Pertenencia y de Servicio a esa Familia Común que esta Casa representa y simboliza.

Pero hemos sido convocados por la Universidad. Quiere decir que la Universidad vuelve a llamarnos. Que, otra vez, nos pasa lista. Yo no sé a cuántos de los que me escuchan en su día les pasaron lista» en clase. A mí sí me la pasaron en los primeros años, y aún recuerdo en clase de Anatomía a D. Angel Jorge Etcheverry que cuando las campanas del reloj de la Berenguela empezaban a dar las nueve desenfundaba su pluma de oro e iba anotando minuciosamente ausencias y asistencias.

Al oír nuestro nombre y apellidos nos poníamos de pie y unos contestaban ¡Presente!, mientras que otros decíamos Servidor de usted». Los del ¡Presente! eran los progres de la época y nos veían a los del Servidor de usted» como anacrónicos o demasiado respetuosos. Pero gracias a la costumbre de pasar lista conocíamos el nombre y los apellidos de todos nuestros compañeros, cosa que ahora creo que no sucede.

Pero he de reconocer que no siempre el ritual de pasar lista era un acto tan solemne y ordenado.

También recuerdo el día que el profesor que nos daba Educación Política utilizando una lista que habíamos confeccionado los propios alumnos llamó a examen a D. Rodrigo Díaz de Vivar, a D. Cristóbal Colón y a D. Gonzalo de Berceo (Naturalmente aquel día aquellos alumnos no estaban en clase.)

Dejamos ahora bromas y recuerdos y retomamos el hilo del discurso. Y al hacerlo resulta imprescindible plantearnos una pregunta: ¿para qué nos convoca y nos pasa lista hoy la Universidad?

He de contestar que no lo sé con mucha precisión, y de antemano pido disculpas por mi mala información. Pero pudiera suceder que ése fuese precisamente el secreto designio del Señor Rector: obligar a quien ha concedido el don y la libertad de la palabra en esta ocasión a discurrir por su cuenta sobre los posibles significados de este acto. Es un método como otro cualquiera. Napoleón Bonaparte gustaba de decir: on engage et puis on voit». Primero uno se compromete y después ya se verá cómo se sale del compromiso. Eso es lo que, contando con vuestra benevolencia voy a intentar hacer yo. Personalmente pienso que la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad de Santiago de Compostela es una asociación que intenta, a la vez, tres cosas: recuperar un pasado vinculante, ofertar un enganche creativo y solicitar una contraprestación.

 

El rescate del pasado vinculante

En primer término la Asociación propicia y establece un marco privilegiado para el reencuentro. El reencuentro con la tribu y quizás también el reencuentro con nosotros mismos.

La llegada a la Universidad representa siempre un rito de pasaje», una iniciación. Y en el fondo, esa iniciación consiste siempre en cambiar el vientre de la madre por el vientre de la tribu». Al romper el vínculo y el cosmos habitual de la Familia para poder seguir creciendo, todos tuvimos que anidar en el vientre de la tribu» y ésa fue una experiencia clave. La convivencia que la Asociación ahora propicia va a permitir encontrarnos con quienes fueron nuestros compañeros y nuestros amigos. De modo tan natural como inevitable el trato y la palabra van a ir tirando del hilo de la memoria haciendo subir desde el oscuro pozo del olvido nombres y personas, tristezas y alegrías, historias y experiencias. Recordar es volver a vivir y no hay por qué avergonzarse del gusto y de la complacencia en el revival». Porque el rescate del tiempo pasado no sólo sirve para que la nostalgia y la distancia sublimen el tiempo y el espacio en una Arcadia Feliz y escenifiquemos sucesos y aventuras como un culebrón sentimental. El rescate del pasado vinculante sirve también, y sobre todo, para enriquecer y para identificar.

Todos somos, querámoslo o no, hijos de ese tiempo en que la personalidad se perfila y se troquela. Somos hijos de unos maestros, de unas amistades, de unas compañías, de unos amores especialmente de los que fueron desgraciados, de unos poemas, de unas canciones. Somos de un Tiempo, de un Lugar, de una Cosecha. Reconocer esa marca, esa denominación de origen» no es sólo una concesión a la nostalgia más o menos gratificante a la que todos tenemos derecho, sino también y sobre todo, un ejercicio para ver más claro quiénes fuimos y quiénes somos. Antes de construirse la autopista entre Santiago y La Coruña, al ir y venir entre las dos ciudades yo solía parar y recoger a cuanto paisano encontraba por la carretera. Y al cabo de un cierto tiempo de conversación los viejos petrucios siempre decían lo mismo:¿E logo vostede quen ven sendo? Es la misma pregunta que hace Fannah en Dante:¿chi fuor li maggior tui?

Se es lo que se viene siendo». La memoria es una facultad personalizadora». Es el lastre» del ser. Algo que le da peso y consistencia. Sólo quien haya convivido con un paciente amigo o familiar en la fase inicial de una enfermedad de Alzheimer sabe la tragedia despersonalizadora que significa ir perdiendo la vivencia de los recuerdos. Son un poco como apátridas, porque el Recuerdo es una Patria. Pues bien, ésta podría ser ya una de las misiones de esta Asociación: funcionar como un meeting point». Como un lugar de encuentro para todos aquellos que tienen una patria y una memoria común: la derivada de haber vivido su mocedad en las aulas de la Universidad de Santiago de Compostela. Confieso que desconozco cuál debiera ser la estrategia necesaria para recuperar ese pasado vinculante con provecho y contento para todos. Pienso que junto a las celebraciones de aniversarios y efemérides podría añadirse quizás una publicación informal en la que recuperase lo que ahora es recuerdo cordial y tradición oral. Pero una cosa sí sé con certeza: esa recuperación sólo será posible con la participación activa, personal e ilusionada de los propios Antiguos Alumnos. A partir de ahora ellos son pues los que tienen la palabra.

 

La oferta de un ambiente creativo. El pasaporte para la apertura de la mente»

De poco nos valdría sin embargo esta Asociación si sólo nos sirviese como caja de resonancia para recrear las vivencias del pasado. Porque lo cierto es que después pasou o que pasou». Para poder seguir creciendo hubo que abandonar el vientre caliente de la tribu y salir a la intemperie. Hubo también que soltar amarras y romper con la tutela y el ambiente encantado de la Torre de Marfil. Nadie se hace de verdad hombre sin asumir personalmente riesgos y amenazas reales. En nuestra propia carne aprendimos que a la dureza del mundo sólo se la vence con dureza y tuvimos que ser duros con nosotros mismos y quizás con los demás. Aceptamos nuevas costumbres y nuevos valores. Nos encontramos con la eficacia como gran criterio legitimador de nuestro tiempo y aprendimos a ser técnicos, profesionales o gestores eficaces.

Pero por el camino fuimos aprendiendo también otras muchas cosas: que las utopías han muerto, que cada uno va a lo suyo, que sobrevivir es, de algún modo, repetirse, que la costra de la rutina corroe como un óxido inexorable y que la compulsión organizada hacia consumo va haciendo que todo aparezca como más plano, más uniforme, más banal. Quizás por entre los entresijos de la mente o por entre los más sensibles del corazón se esté iniciando ya el síndrome del desencantamiento».

Si esto fuese así tendríamos que preguntarnos:¿qué podemos hacer? ¿puede realmente la universidad funcionar como un ámbito y un instrumento útil para conseguir el re-encantamiento» del mundo?

Personalmente creo que sí, pero he de reconocer que soy incapaz de formular eficazmente eso que creo.

Pero voy a intentarlo. Y para hacerlo voy a comenzar la reflexión con una anécdota. Sucede que a las alturas cronológicas por las que transcurre mi biografía, cuando hablo con muchos profesionales por grande que haya sido su éxito profesional y su reconocimiento social con sorprendente frecuencia oigo esta confesión: en el fondo a mí lo que me hubiese gustado es haberme quedado» en la Universidad (y digo quedado» entre comillas porque la verdad es que nunca dicen me hubiese gustado trabajar» en la Universidad).

Y esa expresión si no es una simple boutade» ¿qué querrá decir?

Pues algo tendrá que ver con lo que habitualmente se hace en la Universidad. Y lo que habitualmente se hace en la Universidad es enseñar e investigar (en la Universidad también se cobra, claro está, pero no creo que haya muchos profesionales que añoren el sueldo de los profesores). No dicen trabajar y a los profesores eso nos incomoda, pero creo que en el fondo tienen razón. La docencia y la investigación son añoradas porque pertenecen a un mundo encantado» lleno de sentidos y de significación. Y de valores ajenos a los del mundo del mero trabajo y consumo (hace ya años escribí que en la docencia todo lo que no es erotismo es burocracia y cada vez estoy más convencido de que es cierto).

Pues bien, a mí me parece que esa añoranza podría ser atendida y resultar muy útil para la Universidad. Esta Asociación podría servir para que de modo quizás informal pero serio y auténtico muchos profesionales transmitiesen a los alumnos y a los profesores su experiencia como profesionales. Y para que algunos pudieran intentar desarrollar proyectos e ideas concretas. La incorporación lúdica y más o menos coyuntural de los antiguos alumnos a alguna forma de docencia y de investigación podría ser considerada como una especie de unidad de vocaciones tardías» y podría ser propiciada por la Asociación.

Viene ahora otra cuestión más profunda y peliaguda. La Universidad históricamente es el resultado de un mestizaje. Aquel que se establece por la convivencia del saber que se ocupa del fundamento de las cosas y de las cuestiones últimas la transcendencia y la contingencia, el hombre y el cosmos, el cuerpo y el alma, la justicia y la virtud, con los saberes utilitarios que permiten ganar un pleito, curar una úlcera, construir un rascacielos, preñar una vaca o hacer de un yermo una pradera. Las tensiones que genera la antinomia entre estas dos culturas constituyen la clave y la esencia de la Universidad.

La cultura del saber desinteresado es la que otorga a la universidad su Distinción». La que la hace distinta, distante y distinguida». Pero la cultura de los saberes utilitarios es la que la hace exitosa y eficaz. La dialéctica entre esas dos culturas es el experimentum crucis a través del cual se realiza la universidad real.

Múltiples razones que ahora no podemos analizar hacen que, al menos en los curricula de las Facultades llamadas experimentales ese pulso entre saberes formativos y saberes utilitarios sea ganado por goleada por estos últimos. No hay tiempo, ni voluntad ni demanda ni tampoco quizás preparación para que ocurra de otro modo. Pero eso no quiere decir que la Universidad pueda dimitir de esa misión. Porque sí es cierto que en nuestra época es la eficacia lo que en primer término premia y legitima también lo es un fenómeno absolutamente peculiar de las Sociedades del Bienestar. En ellas el tiempo de la libertad el ocio está siendo invadido por la lógica de la inteligencia instrumental y de la demanda mercantil. La racionalidad propia del ámbito en el que el hombre se mueve como trabajador» está conformando también aquel espacio en que aparece como consumidor». Incluido aquel espacio en que lo hace como consumidor de bienes simbólicos y culturales. La Televisión y los mass-media diseñan, difunden y uniforman el mercado de esos bienes. La necesidad de ampliar al máximo su recepción baja los niveles y lima las aristas. Todo se vuelve más plano, más uniforme, más banal.

Pues bien, frente a la lógica de los sistemas de lo efímero, de lo uniforme y de lo sin sentido alguien tiene que crear un espacio libre en el que la recepción de lo que importa, dura y permanece sea posible. Un lugar en el que se produzca la reciprocidad modeladora» entre lo que se sabe, lo que se siente y lo que se es. Alguien que reconozca y que proclame que el contacto con el texto profundo, con el poema, con el gran cuadro, con la sinfonía y con los valores transcendentes nos hace mejores y diferentes.

¿Quién podría ser ese Alguien?

Personalmente pienso que podría ser la Universidad. En un gran libro El cierre de la mente moderna» Allan Bloom ha escrito que La Belleza y el Ocio» no tienen pasaporte en la Universidad. El diagnóstico es cierto, pero no inevitable. Hace ya algunos años propuse diseñar un Currículum Inútil» orientado principalmente a la Apertura de la mente». El título era evidentemente una provocación contra el utilitarismo y ahora, curados ya de demagogias, me atrevería a nombrarlo como pasaporte para la Distinción».

¿Nos atrevemos a intentarlo? Pienso que esta Asociación podría ser el instrumento. Hay que inventar instituciones nuevas que restituyan el equilibrio entre la realidad y la conciencia de la realidad, es decir, de su sentido, de su valor y de su significado. El hombre es un ser perdido cuya razón de ser es marcar a las cosas con signos y cualidades añadidos; otorgar sentido y significado a lo que existe. Frente al carácter efímero de la moda, del consumo o de la política, la universidad podría hacerlo desde lo que Max Weber llamó la Autoridad del Ayer Eterno. El guante queda ahí, en el aire, esperando que alguien con coraje e imaginación se atreva a recogerlo.

En un libro que acaba de ver la luz, El Valor de Educar, Fernando Savater recoge una cita de Montaige: el alumno no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender. Esta Asociación podría ser el Hogar donde ese fuego de la mente abierta volviese a arder, a calentar y a iluminar.

 

La contraprestación

Todo parece indicar que la Universidad de Santiago de Compostela va a plantearse con rigor y seriedad lo que pueda hacer por sus antiguos alumnos. Con la creación de esta Asociación abre un cauce para el diseño y desarrollo de actividades hasta ahora nunca planteadas. Pero parece lógico plantear al mismo tiempo y de modo paralelo otra cuestión:¿qué pueden hacer los Antiguos Alumnos por su Universidad?

Personalmente pienso que pueden hacer mucho más de lo que ellos mismos son capaces de imaginar. La estructura de la Universidad es muy difícil de cambiar porque en ella tienen demasiado peso las ideas, intereses, costumbres y manías de los que estamos dentro. La crítica leal de los antiguos alumnos podría ser un instrumento esencial de evaluación y de reforma.

Además, la interiorización de los sentimientos de filiación y pertenencia de los que ya hemos hablado, propiciarían un nivel de reconocimiento social del que la institución anda bastante necesitada. No sería mala cosa llegar incluso a poder constituir un Lobby potente y activo capaz de influir en las relaciones que la Administración Pública y la Empresa Privada mantienen con la Universidad.

Y naturalmente, queda abierto el amplio campo que se ofrece al ejercicio de la generosidad personal: la donación de Archivos y de Bibliotecas, la creación de Cátedras y de Fundaciones, la ayuda a proyectos e Institutos.

Pero detengo aquí el discurso porque no me parece muy elegante ni tampoco muy operativo pedir antes de dar.

 

Ausencia ten unha filla...

Ahora voy a terminar.

En el cancionero galego-portugués hay un verso que dice: ausencia ten unha filla que se chama saudade». Probablemente ese verso explique mejor que el más penetrante razonamiento la razón de ser de esta Asociación. La ausencia de sus antiguos alumnos hace anidar en el corazón de la Universidad la agridulce sensación de la saudade. La ausencia y la distancia de la Universidad es vivida por los antiguos alumnos como una pérdida, y esa sensación, hija de la ausencia, sólo puede curarse si somos capaces de transformarla en un deseo.

El deseo es siempre un movimiento. Uno va hacia lo otro como a aquello que a uno mismo le falta. Sólo si el cuerpo total de la Universidad percibe la ausencia de sus antiguos alumnos como una grave amputación, y sólo si los alumnos sienten la lejanía de la Universidad como un vacío que debe ser llenado, esta Asociación será fecunda e ilusionante.

Porque creo en los motivos y en los propósitos que animan a esta Asociación es por lo que ahora estoy aquí anunciando su constitución y haciendo tremolar el banderín de enganche. Y es por eso también que agradezco muy sinceramente al Sr. Rector y al Presidente de la Asociación el alto honor de el haberme concedido en esta ocasión el don y la libertad de la palabra. La palabra, eso que físicamente apenas es nada una brizna de aire estremecida entre los labios pero que lo es todo cuando pretende y consigue transmitir una ilusión.

Y eso es lo que mis palabras han intentado: transmitiros la ilusión de que a través de vuestra ayuda y de esta ahora naciente Asociación, la Universidad de Santiago de Compostela viva, crezca, florezca y se renueve.

Muchas gracias a todos.