PRESENTACIÓN

Primavera 2004


Este número de Studium que ahora, amigo lector, tienes en tus manos es el resultado de una firme voluntad de renovación. A nadie se le oculta que en los últimos tiempos la revista había ido languideciendo hasta llegar a niveles propios de la vida vegetativa. Pero la incorporación de nueva sangre y nuevas neuronas a su comité de redacción ha recuperado las ganas de vivir y con renovada ilusión sale nuevamente hoy a la luz y a la calle a la caza de lectores y anunciantes.

Bien sé yo que el intento no va a resultar fácil. La competencia de Internet es importante y basta echar una ojeada a la mesa del despacho de cualquier oftalmólogo para darse cuenta del desaforado overbooking de publicaciones escritas. Pero yo sigo creyendo que todavía existe una espacio para una revista que aspire a ser diferente. Para una publicación en la que gente con experiencia, autoridad, honradez y capacidad de comunicación cuente lo que hace, lo que piensa o lo que lee buscando más el provecho y el entretenimiento del lector que el incremento de su currículum como autor. («Una revista diferente para un oftalmólogo inteligente» va a ser nuestro lema hasta que encontremos otro mejor o menos pretencioso). En estas páginas no haremos demasiado hincapié en cuestiones formales como el «material y métodos» y otras zarandajas similares no sólo porque creemos que los métodos que es necesario utilizar para encontrar y garantizar evidencias no tienen por qué ser los mismos que usen para transmitirlas sino también porque en el fondo quizás estemos de acuerdo con Isaiah Berlin cuando afirma que «cuanto más exacto se vuelve el lenguaje menos puede decir». Para decir algo significativo sobre cualquier cosa importante es necesario introducir en el discurso algo más que experiencia inmediata. Pasado y futuro, recuerdos y roces con otras personas y opiniones, hipótesis, anhelos y expectativas incumplidas. Si todo esto se elimina del discurso del médico auténtico apenas queda nada. Si el modelo consiste en que la mente funcione como una base de datos cualquier marioneta electrónica resultará mucho mejor.

Es pues nuestra aspiración: que cada trimestre una parte importante de oftalmólogos españoles —e iberoamericanos— encuentren en estas páginas algo que no suele aparecer en los tabloides ni en las publicaciones supercientíficas. De un lado la opinión personal de los autores sobre los problemas que plantea «el pus y la sangre» en la práctica cotidiana. De otro la capacidad de perspectiva que se obtiene cultivando aquello que los que hemos sido educados en el «Germania docet» cuando nos poníamos pedantes llamábamos la «Bildung». Esa formación que no deriva de la recepción pasiva de datos y resultados sino de darle vueltas en la cabeza a las cosas relacionándolas entre sí y con el contexto histórico y cultural en el que se han producido.

Ese es pues nuestro empeño: conseguir, entre todos, hacer una revista que sea a la vez práctica y culta, que le sirva al lector para resolver problemas concretos pero también que, alguna vez, le haga pensar.

«La vida del hombre está constantemente necesitada de ritmo» dice Platón en el Protágoras. Y quizás ocurra algo parecido con lo que los hombres hacen. Studium Ophthalmologicum andaba renqueante necesitando la llegada de una primavera. La primavera ha venido, nadie sabe como ha sido, cantó bellamente el poeta. Pero yo sí sé muy bien cómo ha llegado a Studium la primavera. Ha venido de la mano amiga y decidida de Miguel Zato. Su formación cultural y oftalmológica, su capacidad de gestión y sobre todo su firme determinación de llevar el proyecto hacia delante hacen que la ilusión vuelva a ser posible. Muchas gracias pues a Miguel pero también a todos aquellos que ha aceptado participar en la aventura: Juan Murube, Juan Durán, Manolo Díaz-Llopis, José Luis Encinas, Mayte Sainz de la Maza, Manolo Vidal, Rafael Barraquer, Pepe Belmonte, Julián García Feijoó, Alfonso Arias, gracias también —last but no least— a Carmela Capeans y a Francisco Gómez-Ulla, quienes representan al nicho ecológico en el que hace ya muchos años nació esta revista. Y muchas gracias, claro está, a Pepe García Sicilia sin cuya constante y generosa colaboración Studium Ophthalmologicum no habría existido nunca.

Manuel Sánchez Salorio
Marzo 2004