EL TESTAMENTO OFTALMOLÓGICO

PRIMER TESTAMENTO

Los jefes «están reunidos»
Consideraciones sobre la meeting-manía crónica recidivante (sit-down disease)

SÁNCHEZ SALORIO M


Cuando uno llama por teléfono a un hospital y pregunta por el Gerente, por alguno de los innumerables Directores y Subdirectores, por un Jefe de Servicio o de Sección o incluso por cualquier médico sin otra responsabilidad, y que no es poca, que la de atender a sus pacientes cada día es más frecuente oír la misma respuesta. Desde el otro lado del teléfono la voz de una secretaria nos responde:lo siento, no se puede poner «está reunido». Todo el mundo, a todas horas «está reunido». Hace algunos años cuando hacíamos esa misma llamada a aquellos que se consideraban a sí mismos como muy importantes (y, claro está, no se trataba de Gerentes ni de Administradores pues o no existían o nadie los llamaba)tampoco se ponían al teléfono, pero la contestación era diferente. En el caso, infrecuente, de que hubiese secretaria, ésta solía contestar: lo siento, no puede ponerse «está en clase» o «está en quirófano operando». Si se trataba de un «básico» eminente a veces te decían «está en el Laboratorio» pero nadie se creía que el experimento fuese tan importante que exigiese bloquear las llamadas.

Quizás no resultase del todo inútil dedicar unos minutos a reflexionar sobre este cambio semántico.

Cuando el personaje al que llamanos no se pone al teléfono porque no se encuentra en el Hospital es evidente que podrían utilizarse muchas expresiones para no reconocerlo. Si se elige la de «está reunido» es por algo. La hipótesis de este comentario es que la fórmula «está reunido» se elige porque afirma un «status» de algún modo privilegiado. En el Hospital actual en el que la cultura de la gestión y del «management» no ha sido todavía interiorizada pero sí ha servido para «barnizarlo» y darle imagen «moderna», el «estar reunido» es una expresión mas representativa de cercanía a la cúpula del poder y de la influencia que estar dando clase, operando o resucitando una parada cardiorespiratoria. Las «reuniones» vistas desde fuera se perciben como el lugar natural donde los «expertos» —otro término propio del síndrome— toman las decisiones importantes; como la fuente de donde brota el poder y la información. Por eso hay siempre gente dispuesta al «sit-down», a sentarse el tiempo que haga falta en cuanta reunión se convoque.

Porque lo cierto —y probablemente lo más triste— es que la mayoría de las veces los personajes a los que llamamos están reunidos, y que como refuerzo simbólico de la importancia de la reunión han prohibido que se les pase ningún tipo de llamadas.

Llegados a este punto podríamos preguntarnos: ¿por qué habrá ahora necesidad de tantas reuniones en el Hospital? ¿Qué ocurre ahora que antes no ocurriese? La respuesta parece bien sencilla:hay muchas más reuniones porque ahora en el Hospital hay muchas más personas cuya principal ocupación consiste en controlar la actividad de los demás, y como en el Hospital hay siempre una «doble vía» del ejercicio del poder —unos tienen la Potes-tas pero otros tienen la Auctoritas— el ordeno y mando es imposible. Lo que no se puede arreglar mandando se intenta solucionarlo hablando. Además, para algunos las reuniones resultan gratificantes porque producen la sensación de estar participando en algo importante. Pero, al final, aquí como en todas partes las decisiones las tomas tres o cuatro personas que no tienen tiempo para asistir a reuniones. El poder siempre son «los otros». Todo esto no quiere decir, claro está, que todas las reuniones sean inútiles. El ejercicio de la medicina se plantea cada vez más como el cumplimiento correcto de protocolos diagnósticos y terapéuticos previamente establecidos por los expertos. La necesidad de controlar el rendimiento y la calidad de la asistencia médica exige aplicar normas e indicaciones cuya legitimidad deriva de esferas económicas y administrativas ajenas a las que motivan y justifican el acto médico. La «isla desierta» en la que idealmente debería producirse el encuentro del médico con «su» paciente ha desaparecido para siempre aunque algunos nos resistamos a aceptarlo. Todo eso obliga a «pactar», a discutir, a «reunirse».

Pero ante la proliferacioón del síndrome pienso que deberíamos empezar a preocuparnos de su prevención y tratamiento. Como primera medida me atrevo a proponer que antes de decidir acudir a una reunión uno se pregunte a sí mismo:¿Se va a tomar alguna decisión que afecte a mi actividad? ¿Se va a discutir algo sobre lo que yo tenga algo que decir?

Creo que quien se haga honradamente y sistemáticamente estas preguntas estará vacunado para siempre contra la meeting-manía, la más nueva y sofisticada forma de perder el tiempo en el Hospital.