LA VENTANA DEL RESIDENTE


Congreso a la americana

ARNALICH MONTIEL F1

1 Residente de 4.º año del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.


Para cualquier residente resulta una novedad irresistible acudir a una reunión científica internacional, pero si encima hablamos de la que celebra anualmente la sociedad americana de oftalmología, sabemos que la ocasión la pintan calva. No es solo ciencia, también hay hueco para el espectáculo. Si el año pasado la sede elegida fue Las Vegas o la ciudad del pecado, este año el privilegio recae en Nueva Orleans, la ciudad a orillas del río Mississippi que resucita del desastre natural a ritmo de Jazz y Rythm’Blues. Con la pericia acumulada el año pasado en Las Vegas entre aciertos y tropiezos, vamos a intentar allanar el camino a los visitantes futuros.

Y lo primero que hay que hacer es sortear la gran barrera económica que supone cruzar el charco, dormir en los hoteles, y costearse la comida y el turismo. Poco puedo aconsejar sobre esto, más que insistencia machacona para con los posibles subvencionadores, que resulta tanto más estéril cuanto más residentes haya en tu ciudad de origen, y es que los residentes en Madrid, en esto, bailamos con la más fea. Un consejo, el hacerse socio de la sociedad americana por poco más de 200 dólares da derecho a la asistencia gratuita al congreso (casi 3 veces más caro) y a una suscripción anual a la revista Ophthalmology, por lo que si os estáis planteando acudir, sería como para pensárselo.

Solucionado este primer obstáculo, debemos a continuación lidiar con el viaje transoceánico. Aunque no creo que haya ningún radical en nuestras filas, queda, por motivos obvios, terminantemente prohibido lo siguiente: atentar contra el presidente de los Estados Unidos de América, llevar bombas en la maleta, haber dejado tus aparatos electrónicos a terceras personas, no haber hecho personalmente la maleta (si ha sido tu madre miente), o contestar que sí a cualquiera de estas preguntas en el surrealista interrogatorio que realizan las azafatas de las distintas líneas aéreas. Querría yo saber quién es capaz de responder que sí a estas cuestiones, con lo energúmenos que se ponen. El viaje en sí, pues es de sobra conocido, la racha de turbulencias, los calambres en las piernas, el quiero pero no puedo dormir, el formulario verde, el descalzado registro personal en la aduana, o los perros sabueso, ávidos del jamón de ibérico de pasajeros despistados, que patrullan de camino a Inmigración.

Una vez en la ciudad nos espera la sorpresa hotelera. Aunque los hoteles en Estados Unidos no se pueden comparar con los que disponemos en España y me sorprendería que Nueva Orleans fuera una excepción en este sentido, el año pasado los hoteles fueron la estrella extraoficial del congreso. Recreaciones de la ciudad de los canales en el Venetian, de la gran manzana en el New York, New York, de las pirámides de Egipto en el Luxor, pasando por el lujo y naturaleza del Wynn o la sofisticación en el Mandalay Bay, causaron una mezcla de asombro y estupor a partes iguales. Personalmente me alojé en el Excalibur, ambientado en un palacio de cuento de hadas, sonrojado por mi inapropiada vestimenta que no incluía sayo, ni yelmo, ni ballesta aunque cuando vi las tragaperras en la recepción comprendí que no dormiría bajo la luz de una antorcha, no tendría que subir escaleras de caracol, y no vería ni Merlines, ni Lanzarotes que se le parecieran, solo pura fachada. Lo más parecido a la princesa Ginebra que vi era la señora de los rulos que me daba compulsivamente las buenas noches y los buenos días sin despegarse de la máquina tragaperras y tragaalmas. Y es que la tentación vivía en el piso de abajo de cualquier hotel que se preciara, donde centenares de turistas se mezclaban con los crupier y las ajustadas camareras y se entregaban al juego entre los millares de tragaperras, y las mesas de ruleta, póquer o blackjack.

Ya en faena, el jet lag puede resultar un gran problema, lo que sumado a la tendencia a madrugar de los americanos hace que el día comienza demasiado pronto, al alba con el «Breakfast with the Experts». Supuse que no habría churros pero seguro que aprendía a desayunar como un sabio, con la boca cerrada, sin sorber, haciendo aspavamientos refinados y soltando comentarios inteligentes. Así que, ufano, madrugué el primer día y me di de bruces con el de seguridad que me dijo que para desayunar con ellos había que apoquinar, y no precisamente un café a ochenta céntimos. Molesto por la constante sangría económica decidí a partir de entonces dormir treinta minutos más y desayunar en el MacDonalds, junto a expertos, eso sí, en colesterol y grasas polisaturadas.

Entrando ya en el programa oficial, la noticia de este año es que las sociedades de Córnea, Neurooftalmología y Estrabismo se han sumado junto a las ya asiduas de Retina, Cirugía refractiva y Glaucoma para organizar sus respectivos Subespeciality Day. Así tendremos jornadas intensivas muy concretas para todos los gustos, que suelen tener lugar los dos primeros días. Estos días pueden llegar a ser tan exhaustivos que recomiendo decantarse por la materia que más te apasione. Otra opción nada desdeñable, considerando además que estos días no están incluidos en la inscripción y que cuestan más de 500 dólares, sería aprovechar esos días para el turismo. No dudéis que los temas estrella de cada una de las supespecialidades volverán a salir a colación en los sucesivos días. El avastin, la vuelta de la PRK o los dispositivos de drenaje en glaucoma que ocuparon gran parte de estos primeros días, siguieron centrando la atención el resto de días.

Para evitar convertirse en un desconcertado espectador pasivo del aluvión de charlas, simposiums y demás eventos, conviene hacer de antemano un pequeño croquis de las citas preferentes, bien en el grueso panfleto que te entregan junto a la suscripción o bien más manejable descargándolo on-line en la agenda electrónica. Si bien no se hará la luz en el laberinto, al menos dispondremos de una pequeña candela para orientarnos.

Junto con comunicaciones orales y posters, hay también salpicados y sin coste adicional muy interesantes «simposium» y contadas «Spotlight session». El año pasado estas últimas versaron sobre lentes pseudofáquicas, TASS y endoftalmitis, avances en cirugía de córnea o el camino hacia el tratamiento de la presbicia. Hay que ir preparado de todas formas para hurgarse el bolsillo porque hay cursos de instrucción y otros cursos prácticos que requieren inversión extra pero que pueden llegar a ser muy interesantes, si somos selectivos y razonables. En esto ayuda mucho el boca a boca, y posiblemente gente con más experiencia pueda aconsejaros los cursos más interesantes de otros años. Aunque no estamos exentos de bodrios, los cursos son anualmente evaluados y si no son estimados por el público, son desechados para el año siguiente.

Otro evento digno de mención es la visita al área comercial con cientos de empresas patrocinadoras que se dedican a la oftalmología. Un recorrido por las distintas variedades de OCTs, Intralase, retinoscopios, topógrafos, y un sin fin de aparatos y de instrumental puede llegar a ser tan desconcertante para unos y excitante para otros como un paseo guiado por los atestados pasillos de cualquier IKEA. Libros, lentes y otros instrumentos que pueden ser necesarios en el día a día del residente se encuentran a muy buen precio, potenciado además por la fortaleza de nuestro denostado euro. Es recomendable, además, no perder de vista la celebración de charlas completamente gratuitas en los distintos puestos de las casas comerciales más importantes. Más de uno se rasgó las vestiduras al ver que el mismo curso que había sufragado el día anterior se impartía con parecido formato en el recinto de exposición comercial. En concreto yo recuerdo uno sumamente interesante de OCT para segmento anterior.

Por último no querría dejar de lado el aspecto lúdico, gastronómico y festivo que una ocasión como ésta nos aporta unos meses después del final de las vacaciones de verano. En Nueva Orleans a orillas del Mississippi según reza la publicidad os espera una ciudad multicultural, de revitalizante música, de calles típicas destacando Bourbon Street y el Barrio Francés, y de ostras como estandarte de la gastronomía criolla. También, y esto lo digo yo, la ocasión ideal para compartir ocio y negocio con otros residentes. Y, por supuesto, Katrina no está invitada a la fiesta.