EDITORIAL


La oftalmología, la economía y la gestión hospitalaria

«La muerte de cualquier hombre me disminuye,
porque estoy ligado a la humanidad;
por consiguiente, nunca hagas preguntar
por quien doblan las campanas; doblan por ti»

John Donne


Cada vez son más frecuentes las quejas de los oftalmólogos, en el sentido de que no pueden utilizar nuevas prótesis, lentes bifocales, tecnologías acomodativas o tóricas, o que no disponen de la posibilidad de implantar nuevas técnicas de diagnóstico y tratamiento o de abrir nuevas líneas de investigación, en sus hospitales. Dos son las claves para la negativa de los gerentes en estos momentos:

La crisis general económica del país; de la que no pienso hablar.

La rentabilidad en términos de eficacia en relación con otros procedimientos.

Esto lleva a muchos profesionales a pensar que no está en su mano la capacidad de influir en las mejoras de su unidad y el pasotismo es la etapa, por desgracia cada vez más frecuente, final de este proceso.

Los profesionales hemos respondido de dos formas distintas según nos vaya en la feria; aquellos a los que aún el proceso no les afecta, sin entender la problemática de los otros, olvidando el refrán español de que «cuando veas las barbas de tu vecino rapar ...», criticando la falta de entusiasmo en los colegas afectados; a los otros, la mayoría, a la abulia profesional, con la frase, «no somos responsables de este lío».

En las últimas décadas se ha desarrollado por parte de las administraciones sanitarias la concienciación en toda la clase médica, de la importancia de la gestión y resultados económicos en la práctica diaria. La Oftalmología, como en otras muchas cosas a lo largo de la evolución de la medicina, ha sido precoz en la aplicación de estos conceptos, por dos razones fundamentales:

1.º Un departamento de oftalmología es una unidad Médico-Quirúrgica, funciona como un minihospital en cuanto a su organización:

Por lo tanto, muchos de los procesos a aplicar en el hospital se pueden ensayar, antes de su aplicación general, en este modelo reducido.

2.º La facilidad de estudiar costes por proceso en cada patología con protocolos muy ceñidos en cuanto a aplicaciones terapéuticas y por lo tanto sencillez en los estudios de efectividad.

Todo esto ha hecho que nuestras unidades estén enormemente sensibilizadas en estos problemas y muchas de las decisiones que tomamos, en mi opinión la mayoría, éstas determinadas por estos factores.

Estos hechos que son innegables y que están ahí, en general han beneficiado la utilización de los recursos con posibilidad de atender más racionalmente a mayor cantidad de población, pero llegados a su aplicación extrema nos hace olvidar que la sanidad es un servicio público general e individualizado que no siempre ha de ser rentable económicamente, sino que su rentabilidad final es la salud de la población de muy difícil valoración exclusivamente económica.

De no hacer casi estudios económicos para la implantación de una técnica o recursos, hemos pasado al proceso contrario, si una técnica no es rentable aparentemente, no se implanta, independientemente de su importancia en efectividad estrictamente científica, y no digamos en su valoración investigadora. Los Oftalmólogos nos hemos ido dejando convencer por los gestores puros o economistas de la importancia o no de un procedimiento, y ahora en etapa de crisis económica, veremos a qué nos conduce este fenómeno. La imposibilidad de renovación tecnológica, el recorte de personal médico y paramédico, así como la dificultad en las líneas investigadoras será nuestra principal lucha en el futuro inmediato. Las partidas en I+D y los recursos de personal disminuirán drásticamente por parte de las administraciones y deberemos adecuar nuestras estructuras a la nueva situación en tiempo muy corto. Ejemplos muy claros los tenemos en la imposibilidad de aplicar ciertas nuevas prótesis en practica diaria, la adjudicación de equipos y L.I.O. según criterios en los que los expertos, «Los Oftalmólogos», cada vez tenemos menos peso o incluso en el propio diseño del modelo asistencial a nuestro nivel.

De seguir en esta línea la desmotivación del personal facultativo existente, la infravaloración de criterios científicos nos puede llevar al colapso del sistema no, solo por problemas económicos, como nos predecían, sino por abulia del sistema imperante. Desde estas páginas me dirijo, no sólo al estamento director de las unidades oftalmológicas, sino también, a los elementos más jóvenes en la estructura hospitalaria para que recuerden a los que deciden, cuáles son los fines de nuestra especialidad y que si con un enfermo dado necesitamos utilizar el gasto de 10, pues que hay que hacerlo, y sino solicitar la respuesta por escrito, que no hay cosa que incomode más a un cargo político, que dejar escrito su actuación en un caso determinado. Es el oftalmólogo, en su relación personal con el paciente, el que tiene la fuerza del sistema, que sea el paciente el que reclame sus derechos en la práctica, y no sólo se crea la propaganda política. No olvidemos este concepto, perdamos el tiempo explicando al enfermo, lo que ocurre y qué otras posibilidades terapéuticas puede tener y por qué no las utilizamos, no seamos cómplices del sistema, sino resolveremos el problema como siempre, cargándolo a nuestras espaldas, trasladémosle «éste», a quien realmente lo tiene, los gestores sanitarios, la solución va en su sueldo no en el nuestro.

Adelante y ánimo que la batalla la acabaremos ganando.

Prof. Dr. M.A. Zato
Gerente de Unidad Oftalmológica