HISTORIA Y HUMANIDADES


Patología ocular de la princesa de Eboli

SANTOS-BUESO E1, SÁENZ-FRANCÉS F2, GARCÍA-SÁNCHEZ J1

Unidad de Neurooftalmología. Servicio de Oftalmología. Hospital Clínico San Carlos. Madrid.
1 Doctor en Medicina.
2 Licenciado en Medicina.
Trabajo presentado en el Seminario de Oftalmología Ramón Castroviejo de la Universidad Complutense de Madrid el 16 de diciembre de 2010.


INTRODUCCIÓN

Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Eboli y de Melito y duquesa de Pastrana y de Francavila, nació el 29 de junio de 1540 en Cifuentes (Guadalajara) según figura en su partida de bautismo (fig. 1). Sus padres fueron don Diego Hurtado de Mendoza, segundo conde de Melito y Presidente del Consejo de Ordenes Militares nombrado por Carlos V y doña Catalina de Silva, hija de los condes de Cifuentes (1-3).

 
Fig. 1: Partida de bautismo de la princesa de Eboli.

Fue un personaje de gran importancia relacionada con el poder y los grandes personajes de su época, desde el rey Felipe II y su hermano don Juan de Austria, a sus respectivos secretarios, Antonio Pérez y Juan de Escobedo, hasta la joven reina Isabel de Valois con la que compartía una profunda amistad. La relación con la corte y las intrigas palaciegas conducirían a la Princesa a la cárcel de Pastrana (Guadalajara) donde murió a la edad de 51 años, el día 2 de febrero de 1592 (1-5).

  

EL PERSONAJE HISTÓRICO

La princesa de Eboli fue uno de los personajes clave de la España del siglo XVI. Se casó con Rui Gómez de Silva (figs. 2 y 3), portugués que, aunque de clase social inferior, fue presentado y avalado por el mismo Felipe II del que era privado. Este hecho se recoge en las capitulaciones matrimoniales del 18 de abril de 1553.


Fig. 2a: "Santa Teresa de Jesús da el hábito a Juan Narduch y Mariano Azzaro". Óleo sobre lienzo. Museo Franciscano. Pastrana.


Fig. 2b: Rui Gómez de Silva y doña Ana de Mendoza. Detalle del óleo anterior.


Fig. 3a: "Profesión de los primeros descalzos de Pastrana". Óleo sobre lienzo. Museo Franciscano Pastrana.


Fig. 3b: Rui Gómez de Silva y doña Ana de Mendoza. Detalle del óleo anterior.

Una de las primeras descripciones que encontramos de la Princesa se recoge en una carta entre el secretario imperial Juan de Sámano y Francisco de Eraso:

«… Su Alteza ha casado a Ruy Gomes de Silva con la hija del conde de Melito, que agora es heredera de su casa…
… La moza es de trece años y bien bonita…
… aunque es chiquita…»
(6)

La princesa doña Juana, hermana del Rey, dijo de ella, refiriéndose a sus familiares más cercanos:

«… es la más bonita del mundo …
…tiene más seso que todos ellos»
(6).

La princesa de Eboli fue una mujer de carácter fuerte y gran personalidad, que no dudó en enfrentarse a su padre, el príncipe de Melito, a Santa Teresa de Jesús y al mismo rey de España.

Al fallecer su marido, doña Ana de Mendoza ingresó en un convento de la Orden de Carmelitas en Pastrana, que había sido fundado y mantenido por ella. Los duros enfrentamientos con Teresa de Ávila (llegó a decir: «¡La Princesa, monja! ¡Yo doy la casa por deshecha») (6), hicieron que ésta recurriera incluso al Rey para que la Princesa abandonara los hábitos.

Antonio Pérez desde el destierro dijo de ella:

«… no hay leona más fiera ni fiera más cruel que una linda dama… Como de tal se ha de huir…» (6).

Y se refería a ella como un «cyclops» o cíclope posiblemente en referencia al defecto del ojo derecho.

  

CARACTERÍSTICAS FÍSICAS Y PATOLOGÍA OCULAR

No existen documentos, referencias ni testimonios de sus biógrafos sobre el origen ni el tipo de patología ocular que presentaba la Princesa.

Fernández Álvarez estudiando las cartas autógrafas que se conservan de la Princesa en Simancas, advierte del gran tamaño de la letra así como del uso habitual de una plantilla para que la escritura se realizase en renglones espaciados y alineados. Para este autor es un signo de miopía acusada desde la juventud (1) (figs. 4a y 4b).


Fig. 4a: Carta manuscrita de la princesa de Eboli.


Fig. 4b: Memorial autógrafo de la Princesa al Rey en una carta fechada hacia 1580. "Humilde criada y echura de Vuestra Majestad, la princesa de Eboli".

Don Hernando de Toledo, hijo del duque de Alba, en una carta escrita en 1573 a Juan de Albornoz, dice:

«Anoche, a la una, estaban unas damas en una ventana tratando de qué traería el ojo la princesa de Eboli: la una decía que de bayeta; otra, que, de verano, lo traería de anacoste, que era más fresco…» (6).

Tanto la bayeta (tela de lana poco tupida y de textura elástica) como el anacoste (tela delgada de lana fabricada en Normandía) son las telas con las que estaría hecho el parche ocular.

El mismo don Juan de Austria, hermano del rey, destinado al gobierno de Flandes, escribió una carta a su amigo don Rodrigo de Mendoza en la que daba recuerdos a sus amigos de la corte:

«…a mi tuerta beso las manos y no digo los ojos, hasta que no la escriba a ella; que se le acuerde deste su amigo que lo es agora suyo…» (6).

Poco antes de su cautiverio aparece el apodo de «animal imperfecto» en algunas cartas, posiblemente haciendo referencia al defecto físico.

En un manuscrito inmediatamente posterior a la muerte de la Princesa, se dice:

«…muy gallarda mujer, aunque fuera tuerta» (6).

El médico e historiador Gregorio Marañón, después de estudiar los retratos de la Princesa de la Casa del Infantado (figs. 5 y 7), refiere:


Fig. 5: Princesa de Eboli. Casa del Infantado.


Fig. 6: Detalle del cuadro anterior de la princesa de Eboli. Casa del Infantado. Fotografías realizadas con y sin flash respectivamente (cedidas por Ignacio Ares).


Fig. 7: Princesa de Eboli. Casa del Infantado.


Fig. 8: Detalle del cuadro anterior de la princesa de Eboli. Casa del Infantado.

«…es exactamente la misma mujer de los dos retratos del Infantado y, desde luego, exhibe en su ojo derecho el negro parche que le ha dado popularidad»

«…puede, en suma, asegurarse que los retratos del Infantado representan a la princesa… aunque estén vestidos extemporáneamente. Por lo tanto, la singular señora era tuerta.» (7).

Para algún autor, sin embargo, la Princesa no presentaba patología ocular. El padre J.M. Marcha en el artículo titulado «La princesa de Eboli no era tuerta» publicado en 1944 (8) opina que la Princesa lucía el parche por simple coquetería. Sin embargo, los cuadros encargados por su hijo Fray Pedro de Mendoza presentan a la Princesa con su parche. Sería inconcebible que los cuadros para el propio hijo la representaran con un parche si no presentara alguna patología ocular.

  

LA PRINCESA BIZCA O TUERTA

Etimológicamente el término bizco significa estrábico. De origen incierto se recoge su uso desde 1240 y designaba primero la idea de guiñar un ojo y luego bizcar (1627) y bizquear (siglo XIX) o embizcar. El término tuerto (antes torcido o bizco) derivado del latín torquere o vulgarmente torcere, hacía referencia a la vista torcida (1220-50). Posteriormente el término pasó a significar «que sólo tiene un ojo» por una confusión popular, muy común, entre ambas ideas (9).

Gregorio Marañón explica la confusión entre ambos términos y el uso que se daba en el siglo XVI, incluso por Daza Valdés, del término tuerto a las personas que torcían un ojo. Concluye el Dr. Marañón que no se excluye en modo alguno que se haya llamado tuerta a la Princesa haciendo referencia al posible estrabismo de Ana de Mendoza y no a la pérdida del ojo (7).

  

ANÁLISIS DE LA PATOLOGÍA OCULAR

Si bien no existe testimonio alguno, la gran mayoría de los biógrafos recogen la historia de un posible traumatismo producido por el florete de un paje con el que jugaba a esgrima. Otros autores refieren la posibilidad de un traumatismo secundario a la caída de un caballo a la edad de 14 años en Valladolid.

Si se hubiera tratado de patología congénita como microftalmos, glaucoma o catarata congénitos o algún tipo de tropia o leucoma corneal desarrollados en la infancia, muy posiblemente habría sido reflejado en las descripciones de sus biógrafos y contemporáneos. A la edad de 13 años, cuando se realizan las capitulaciones matrimoniales, no se expresa en ningún testimonio signo alguno de patología ocular, que habría sido una evidencia. Este hecho avalaría el posible posterior traumatismo difundido sobre su persona, aunque sin existir registro ni constancia del mismo.

  

Análisis macroscópico

Analizando los cuadros de la Princesa (figs. 2, 3, 5 y 7) se aprecia una asimetría facial evidente:

Estos signos también se aprecian en el detalle del óleo «Profesión de los primeros descalzos de Pastrana» aunque de factura más popular (figs. 3a y 3b).

Estos hallazgos podrían plantear un proceso evolutivo de ptisis bulbi desde la adolescencia con alteración de la estructura y tejidos perioculares por atrofia progresiva del globo ocular. Aunque a la edad de 13 ó 14 años ya está desarrollado el macizo facial, es frecuente ver en la práctica diaria involución periorbitaria y asimetría secundarias a patología ocular severa con pérdida de visión y atrofia del globo ocular.

La posibilidad de enucleación traumática parece menos posible ya que en los cuadros de la Casa del Infantado no se aprecia un importante hundimiento en el parche ocular, signo evidente de ausencia de ojo derecho.

  

Análisis del parche

Muy posiblemente este parche estaría realizado en anacoste, tipo de lana más ligera fabricada en Normandía que se utilizaba en verano por ser más fresca.

El parche que se puede apreciar en los cuadros de la Casa del Infantado consta de una estructura rígida y consistente como es el lazo que se continúa con el soporte superior del que pende el parche propiamente dicho, de textura más fina y dúctil. Al no encontrarse en oclusión semicompresiva este parche permitiría a la Princesa parpadear ya que por transparencia pueden distinguirse el ojo abierto y varias estructuras oculares.

  

Análisis por la transparencia del parche

Podemos observar en los cuadros de la Casa del Infantado cómo se trasluce a través de la tela del parche la estructura ocular. Puede observarse cómo el ojo derecho se encuentra en endotropía e hipotropía evidentes a pesar de hallarse la Princesa en versión izquierda (por el giro de la cabeza hacia la derecha unos 30 grados aproximadamente) para la realización del cuadro. Esta postura podría haber sido elegida por la Princesa para intentar alinear al máximo posible ambos ojos en la versión izquierda y disimular parcialmente la tropía.

Incluso parece apreciarse un leucoma corneal paracentral temporal superior en el detalle de la figura 6, aunque no muy claramente.

Según estos datos la posible patología ocular de la princesa de Eboli se presenta en la figura 9.


Fig. 9: Patología ocular de la princisa de Eboli.

  

POSIBLE ETIOLOGÍA DEL PROCESO

La situación de la medicina en el siglo XVI era muy precaria. Detenida en Santorcaz la Princesa enferma gravemente y su cuidador escribe al Rey explicándole la situación. Le advierte:

«…y está tan flaca que el médico no ha osado ni osa purgar…» (6).

En estos tiempos la medicina se basaba en sangrías, emplastos y pocos más recursos.

Teniendo en cuenta esta situación y la no existencia de fármacos antibióticos, antiinflamatorios ni las técnicas quirúrgicas actuales, pueden plantearse varias hipótesis:

  

Hipótesis con traumatismo:

Se podrían haber producido dos tipos de traumatismos:

  

Hipótesis sin traumatismo:

Como resultado de una serie de graves agresiones oculares locales como desprendimiento de retina crónico (DRC), procesos inflamatorios o infecciosos. De estas opciones el DRC podría ser la más probable ya que la Princesa gozó de buena salud hasta el final de la vida, según sus biógrafos, a pesar de haber tenido diez hijos. Podrían excluirse por tanto procesos infecciosos o inflamatorios graves que habrían supuesto la participación del ojo adelfo y del resto de la economía y no localizados exclusivamente en el ojo derecho (infecciones como sífilis, uveítis, escleritis, neoplasias,…). El DRC podría haber sido favorecido por la miopía referida por Fernández Alvarez (1) aunque basada ésta en el tipo y tamaño de la letra (1), ya que en ningún testimonio se presenta a la Princesa como «corta de vista» o con algún tipo de lente o monóculo.

La posibilidad de una parálisis del recto lateral externo (PRLE) derecho con hiperfunción del recto medial derecho reactiva, parece menos probable ya que el proceso se desarrolla en la adolescencia (se descartan diabetes y otros factores de riesgo vascular por la edad que alcanzó la Princesa, además habría sido excepcional que se produjera en una persona tan joven sin otros procesos posteriores).

La hipótesis de la PRLE traumática podría estar basada en la caída de un caballo en Valladolid referida por algún testimonio, aunque sin existir constancia del mismo. Sin embargo la parálisis habría producido diplopia (excepto si se tratara de una ambliopía profunda) y no la ptisis bulbi que se evidencia en el análisis por transparencia del parche anteriormente expuesto, excepto que esta parálisis estuviera acompañada de un traumatismo inciso-contuso, pasando entonces a la hipótesis traumática previa.

Ambas hipótesis, tanto la traumática como la no traumática, debido a la importante disminución de la visión e incluso pérdida de la misma, podrían evolucionar hacia:

  

OPINIÓN DEL DOCTOR GREGORIO MARAÑÓN

El Dr. Marañón al estudiar los cuadros de la Casa del Infantado llega a la conclusión de que se trata de una «nube externa o leucoma que da al ojo un peculiar aspecto lechoso» (8) ya que podría traslucirse desde el parche. Realmente no se aprecia claramente un leucoma ya que la tela no es del todo transparente e impide ver esta lesión, aunque parece que en uno de los cuadros se presenta en el sector corneal temporal (fig. 6).

Lo que se aprecia de forma más clara (figs. 6 y 8) es la córnea con el ojo en las endotropía e hipotropía descritas y el sector temporal más blanquecino al ser toda la esclera temporal expuesta y visible (el «aspecto lechoso» referido).

El origen de esta lesión, según Gregorio Marañón, puede ser traumático, hecho que coincidiría con la leyenda del florete o un origen infeccioso, por ejemplo una queratitis escrofulosa o sifilítica (8).

Para este autor la Princesa presenta, además del aspecto lechoso, «una evidente desviación forzada del globo ocular hacia la izquierda». Esta endotropía sería secundaria a la pérdida de visión del ojo y atrofia progresiva del mismo.

Refiere el Dr. Marañón que «el estrabismo interno del ojo derecho es la razón de por qué la mirada del ojo sano es un poco forzada en relación a la posición de la cabeza, para coincidir con la dirección del estrábico y no acusar el defecto de éste» (8).

Realmente no es una posición forzada sino una versión izquierda normal al mirar al pintor y tener la cabeza girada unos 30 grados, quizás para alinear los ojos y disimular parcialmente el estrabismo del ojo derecho, como se ha expuesto anteriormente.

  

CONCLUSIONES

Parece evidente que la Princesa presentaba algún tipo de patología ocular que le hacía ocultar el ojo derecho bajo un parche.

Podría tratarse de un proceso secundario a un traumatismo inciso-contuso con pérdida de visión y atrofia progresiva del globo ocular y órbita derechos y endotropía e hipotropía reactivas por la afuncionalidad del órgano.

El hecho es que ha pasado a la historia por su extraordinario carácter, su atractiva personalidad y por su enigmática belleza nada alterada por el parche misterioso.


BIBLIOGRAFÍA


  1. Fernández Alvarez M. La Princesa de Eboli. Espasa Libros, S.L.U. Madrid 2009; 1-25.

  2. Fernández Alvarez M. Felipe II y su tiempo (20 ed.). Espasa Calpe. Madrid 2007; 20-49.

  3. Parker G. Felipe II. Alianza, Madrid; 1984; 30-70.

  4. Vaca de Osma JA. Don Juan de Austria. Espasa Calpe, Madrid, 1999; 40-60.

  5. Bertrand L. Felipe II (Un asunto tenebroso). Ediciones Literarias, Madrid, 1931; 131-162.

  6. Citas en cursiva recogidas en: Fernández Alvarez M. La Princesa de Eboli. Espasa Libros, S.L.U. Madrid 2009 y basadas en:
    – Muro G. Vida de la Princesa de Eboli (con prólogo de Antonio Cánovas del Casillo), Madrid, 1877.
    – Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, vol. 56, Documentos relativos a doña Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Eboli (1573-1592) con las Actas sobre el último encierro de la Princesa y con su Testamento; vol. 97, Cartas relativas a Ruy Gomez de Silva, príncipe de Eboli (1557-1558), Madrid 1842-1895.
    – Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España. LVI, pág. 363. Carta autógrafa de Juan de Samaniego a Felipe II, Santorcaz, 18 de enero de 1581.

  7. Marañón G. Antonio Pérez (1 ed. Madrid, 1947). Espasa Calpe, Madrid, 2002; 199-200.

  8. March JM. La princesa de Eboli no era tuerta. Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. 1944; 48: 55-62.

  9. Joan Coromines. Diccionario etimológico de la lengua castellana (1 ed. Madrid 1961). Gredos, Madrid 2008; 78-545.