HISTORIA Y HUMANIDADES


Los sellos de colirio en el Imperio Romano

PÉREZ-CAMBRODÍ RJ1, ALZAMORA-RODRÍGUEZ A1

Oftalmar. Hospital Internacional Medimar. Alicante. Fundación para la Calidad Visual (FUNCAVIS, Alicante).
1 PhD.
2
MD.
El autor no tiene interés comercial en ninguno de los artículos o productos que aparecen en este manuscrito.


RESUMEN

Los sellos romanos asociados a colirios proporcionan una información muy valiosa acerca de los Oftalmología en la antigüedad. Son pequeñas piezas, normalmente de piedra, que están grabadas con los nombres de los oculistas y los remedios que se usaban para el tratamiento de algunas enfermedades oculares. Los sellos de colirios han sido hallados en los territorios del antiguo Imperio Romano con un fuerte substrato céltico y usualmente en relación con campamentos militares. En Hispania sólo se han encontrado tres sellos de colirios. Estos hallazgos nos han permitido conocer cómo era el tratamiento de las enfermedades oculares en esta provincia del Imperio Romano. Fortunatus, Celio Diadumeno y Alcimus practicaron la Oftalmología en diferentes lugares de la Antigua Hispania. En el presente trabajo se analiza la utilidad y el significado social de los sellos de colirios como vehículo para conocer cómo era la práctica oftalmológica en la antigüedad.

Palabras clave: Sello de oculista, sello de colirio, Imperio Romano, oftalmología antigua, Hispania, colirio.


INTRODUCCIÓN

Durante los últimos cuatro siglos han ido apareciendo paulatinamente y en diversos territorios del antiguo Imperio Romano unas pequeñas piezas pétreas, normalmente de esteatita, esquisto o serpentina, con prescripciones de oculistas (fig. 1). La forma de estas piezas, denominadas en la literatura como sellos de oculista o de colirios (denominación latina para pomadas o líquidos medicinales) (1), son casi siempre de forma cuadrangular o rectangular y llevan grabados en las caras más estrechas, en una o dos líneas, el nombre del oculista que lo formuló o prescribió, el o los ingredientes básicos que constituían el remedio y las enfermedades oculares que se curaban con ellos. Ocasionalmente también se detalla el modo y la pauta de aplicación y más raramente una elogio a su capacidad curativa. El nombre del médico suele expresarse de la forma común indicando el nomen en genitivo (2).


Fig. 1.

El primer hallazgo tuvo lugar en 1606 cerca de Mandeure (Francia) y la primera recopilación fue publicada en 1778 por Richard Gaugh. Se suscitó una fuerte polémica interpretativa facilitada por la ausencia de información en las obras de los escritores de la Antigüedad (3). Llama la atención que la gran mayoría de estos sellos hayan sido encontrados en zonas del Imperio Romano con un fuerte substrato céltico y en muchas ocasiones se hayan asociado al hallazgo de campamentos militares (4).

Se ha especulado mucho con su función; se ha pensado en ellos como amuletos o como elementos de propaganda (5). Pero, sin embargo, no cabe duda que el hecho de que la escritura sea en muchos casos especular o retrógrada indica cuál era una de sus funciones principales, la impresión de los colirios o los recipientes que los contuvieran. Esta hipótesis ya fue sostenida por el sacerdote francés Le Beuf en 1729, amparándose en la conocida costumbre romana de sellar no solamente recipientes sino también productos como el pan (6). La teoría de Le Beuf se vio confirmada en 1854 al aparecer en una tumba cerca de Reims restos de las barras sólidas de colirio junto al sello con que fueron impresas (3). Los hallazgos numismáticos que aparecen en los yacimientos junto a los sellos de colirios sitúan cronológicamente su uso entre mediados del siglo II d.C. y la desintegración formal del Imperio (3), lo que explica que no aparezcan referencias literarias en las obras de Plinio, Celso o Galeno.

  

CARACTERÍSTICAS MORFOLÓGICAS Y EPIGRÁFICAS

Voinot ha catalogado 314 sellos de colirios de los que hasta el momento se tienen noticia (7). Una gran cantidad están elaborados en piedra con un bajo grado de dureza con el objeto de ser fácilmente grabados. La superficie de materiales como la esteatita facilita la estampación en superficies húmedas. Con menor frecuencia encontramos sellos elaborados en serpentina, esquisto, jaspe o nefrita. Tan sólo conocemos un ejemplar en pórfido y otro en mármol y hasta 1993 no se conocía alguno elaborado en metal. Se trata de un sello elaborado en bronce, descubierto en Noviomagus (Nijmegen, Holanda) único ejemplar de su clase (7). La ausencia de paralelos se debe probablemente a la facilidad con que éstos se deteriorarían en contacto con las sustancias ácidas de los colirios (3). La mayoría de los sellos son cuadrados o rectangulares con dimensiones que oscilan entre 3 y 6 cm de longitud, de 1 a 5 cm de anchura y 1 cm de espesor. Sin embargo, también los hay triangulares, en concreto cuatro ejemplares, dos circulares y ocasionalmente uno pentagonal y otro hexagonal, este último encontrado en Colonia Caesarina Norba (Cáceres).

Los caracteres grabados sobre las caras más estrechas de los sellos son letras capitales romanas, excepto en cinco casos en los que también se utiliza el alfabeto griego 3. Este hecho llama la atención puesto que la mayor parte de los cognomina que aparecen en los sellos pertenecen a médicos de origen griego. Del Castillo piensa que los médicos emplearon preferentemente la lengua latina en los sellos como medio para dar a conocer sus remedios (8). Es frecuente encontrar en las caras más anchas adornos como guirnaldas, formas geométricas, incisiones entrecruzadas o paralelas, dibujos antropomorfos o de animales, textos (donde en ocasiones se reconoce la firma del grabador y la fecha) e incluso un ánfora como en el sello de Ara Genuae (Vieux, Francia). También puede encontrarse letras no invertidas en las superficies mayores de los sellos que coinciden con la cara estrecha que detalla cada remedio. Probablemente esto facilitaría la labor de estampación (3).

Algunos sellos presentan un agujero que facilitaría llevarlos colgados. También es posible que fuera usado como adorno o amuleto por personas que reconocieran facultades mágicas a un objeto con una escritura para ellos indescifrable. Ocasionalmente algunos sellos tienen una oquedad o pequeña depresión en uno de los lados, presumiblemente para ser empleados como morteros.

  

LA CONTROVERSIA EN CUANTO A SU LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA

Es un hecho notorio que la mayor parte de los sellos de colirios han sido encontrados en los territorios del noroeste del Imperio Romano caracterizados por una intensa influencia céltica (9). De esta forma las provincias de la Galia Narbonensis, Aquitania, Galia Lugdunensis, Bélgica, Britannia Superior e Inferior y Germania Superior e Inferior acumulan el 92% de los hallazgos con una procedencia segura (7). En el resto de las provincias del Imperio e incluso en territorio itálico el número de sellos encontrados es anecdótico. Deneffe explica este hecho apelando a la idiosincrasia de los celtas a los que reconoce una natural inteligencia y agudeza para los negocios (3), lo que equivale a conferir a los sellos una funcionalidad puramente propagandística. También se ha relacionado esta distribución geográfica con la costumbre en la región de sellar recipientes con marcas de fabricante o identificativas del producto, lo que por otro lado no es exclusivo de la zona (9). Nielsen retoma la hipótesis de Tôchon d´Anneci, desarrollada posteriormente por varios autores como Esser, Zander, Sichel u Olivier, que asumen una conexión con campamentos militares (3). Para ello se apoyan en que los hallazgos arqueológicos se producen frecuentemente en localidades cercanas a un establecimiento militar y a la gran frecuencia con que las enfermedades oculares afectaban a los soldados como consecuencia de la deficiencia vitamínica, las largas marchas, la acción de polvo y humo, con la consiguiente repercusión en su rendimiento (10,11). Boon rechaza de plano esta idea ya que los contingentes militares no solamente estuvieron radicados en esta zona sino en muchas otras, incluso sometidas a condiciones ambientales que favorecerían en mayor medida la aparición de enfermedades de los ojos (9). Este mismo autor se hace eco de los hallazgos de sellos de colirios en santuarios o lugares sagrados en general como por ejemplo los encontrados en los templos de Sulis-Minerva en la localidad de Bath y de Martis Nodenti en Lydney Park (Gloucestershire).

Fernández Nieto se alinea con Nielsen al atribuir a los sellos de colirios un carácter netamente militar (12). Hace hincapié en la utilidad que tendrían para los médicos militares ya que permitirían la elaboración de cantidades suficientes de colirio para distribuirlo entre los médicos de las diferentes unidades o incluso proporcionarlo directamente a los soldados. Mediante la impresión de los sellos los sanitarios podían indicar fácilmente a los soldados qué remedio utilizar en cada circunstancia.

Los sellos se colirios son objetos fácilmente transportables por su peso y tamaño. La concentración de los hallazgos en territorios fuertemente celtizados nos hace suponer que se trata de una costumbre autóctona. No podemos admitir que se trate de una moda que provenga de una práctica médica generalizada en la metrópolis o en áreas muy romanizadas del Imperio donde los hallazgos son escasos y anecdóticos. Por otro lado son frecuentes los errores ortográficos y de terminología científica (8), lo que no hubiera sido posiblemente aceptado por médicos que ejercieran en Roma, Tarraco o Lugdunum. Como ya se ha indicado, los nombres que aparecen en los sellos pueden señalar al propietario pero también al que formula o fabrica el colirio. Muchos cognomina de origen griego o latino pudieron ser quienes dieron la fórmula para su elaboración, sin embargo creemos que quienes lo prescribían o dispensaban hubieron de ser médicos militares, probablemente no especialistas, de origen céltico, fuertemente influenciados por usos y costumbres ancestrales en mayor o menor medida aún vigentes en estos territorios. Los sellos serían considerados simultáneamente elementos con finalidad práctica y apotropaica. Muchas de estas piezas han llegado hasta nosotros sin que podamos conocer a ciencia cierta las circunstancias de su descubrimiento, sin embargo muchas otras han aparecido en el curso de excavaciones arqueológicas en contextos funerarios, en campamentos militares o en villae privadas. Es muy posible que los sellos de colirio no fueran percibidos desde la misma perspectiva que pudieran serlo en la actualidad. La asociación exclusiva con prácticas «racionales» o «científicas» es fundamentalmente moderna. Los conceptos de salud y enfermedad y por extensión de todos aquellos objetos relacionados con la Medicina están en relación con un marco cultural muy definido que puede variar entre diferentes territorios de un Imperio heterogéneo (13). La cultura material relacionada con la Medicina y por lo tanto los sellos de colirios, incluidos en esta categoría, no deben considerarse únicamente objetos funcionales sino probablemente tendrían connotaciones sociales y simbólicas.

  

LOS SELLOS DE COLIRIOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

El sello de Colonia Caesarina Norba (Cáceres)

Esta pieza, única por su forma hexagonal, fue descubierta en 1934 en los alrededores del río Salor (fig. 2). Está elaborada en esquisto y sus dimensiones son 74 x 66 x 9 mm. No se tiene información sobre su localización después de 1990. Antes de esta fecha, en que fue puesta a la venta en la Galería R. Montagud de París, formaba parte de una colección privada en Londres y catalogada como «amuleto gnóstico».


Fig. 2.

Está grabada en sus seis caras estrechas con las inscripciones mostradas en la tabla 1.

En una de las caras anchas están inscritas las letras iniciales que corresponden a los nombres de los colirios (M P S N C T).

  

El sello de Tarraco (Tarragona)

Fue catalogado por Rodolfo del Castillo como el sello de Madrid (8). Este mismo autor nos informa de los estériles esfuerzos de investigación que él mismo y el padre Fidel Fita desarrollaron para averiguar cuál era su procedencia. Formaba parte de la colección de D. Eusebio Valdeperas en Madrid que, a su vez, lo obtuvo de un coleccionista que vivía en Tarragona y que sin conocer realmente su naturaleza, lo cedió para su estudio. En 1881 el señor Zobel sacó un calco que envió al Dr. Hübner, quien finalmente manifestó que se trataba de un sello de colirio. No se conoce su ubicación actual aunque Voinot aventura que pueda encontrarse en el Museo Arqueológico de Madrid (7).


Fig. 3.


Fig. 4.

Al igual que el sello de Cáceres, su forma también resulta peculiar ya que a su forma de paralelepípedo típica incorpora un apéndice también cuadrangular encima de su diámetro mayor. Sus medidas son 40 x 24 x 5 mm y estaría elaborado probablemente en esquisto por su color verdoso. El sello muestra el nombre del oculista, Celio Diadumeno. El nomen Caelius es muy frecuente en la Hispania Romana, así como el cognomen Diadumeno, de origen griego y que aparece con profusión en inscripciones sepulcrales de la península. Rodolfo del Castillo aventura la hipótesis de que pudo tratarse de un oculista que desde la Galia viajara a Tarraco en tiempos de Constantino aprovechando la pertenencia de ambos territorios a la misma prefectura. Allí fallecería, siendo enterrado con su sello (8). En sus caras estrechas presenta las inscripciones que se detallan en la tabla 2.

  

El sello de Cauca (Coca, Segovia)

Es el sello de colirio de descubrimiento más reciente en la Península Ibérica. Fue publicado en 1974 por Mañanes que lo fecha entre fines del siglo II y el III d.C (14). Fue hallado casualmente entre las ruinas de la antigua Cauca y durante un tiempo en la se conservó en colección privada de Jesús Hedo en Arévalo (Ávila) que finalmente lo cedió al Museo Arqueológico de Segovia, donde actualmente permanece. Está elaborado en cuarcita y sus dimensiones son de 40 x 20 x 8 mm. Tiene forma rectangular con inscripciones sólo en sus caras más largas (tabla 3).

El cognomen del médico, Alcimus, es de origen griego. Fernández Nieto piensa que se trataría de un liberto enrolado en el ejército con pocas expectativas de enriquecerse y que bien residió en Cauca durante un tiempo o estuvo destinado en su guarnición militar. También cabe la posibilidad de que nunca visitara dicha localidad y que el sello fuera transportado por un médico auxiliar que a su vez lo recibió de Alcimo, médico jefe de una legión (12).

  

CONCLUSIONES

Los sellos de colirios romanos de oculista son pequeñas piezas de piedra, usualmente rectangulares o cuadradas que nos muestran los nombres de enfermedades oculares tratadas con los nombres de los colirios impresos en sus lados más estrechos. Estas piezas han sido predominantemente halladas en territorios con una fuerte influencia céltica, lo que ha llevado a una importante controversia interpretativa. Su datación es posterior al siglo II d.C. Estos sellos deben ser considerados desde una doble perspectiva, funcional y simbólica. La relación de estas piezas con contextos militares parece clara y por lo tanto debieron ser empleados por oculistas del ejército romano. Por otro lado, el hecho de que hayan sido encontrados en las provincias con un fuerte substrato céltico nos conduce a la hipótesis de que sean elementos que nos muestran tradiciones específicas de los habitantes de estos territorios. En la Península Ibérica, se ha documentado el descubrimiento de tres sellos de oculista. El sello encontrado en Cáceres tiene la particularidad de poseer una forma hexagonal, lo que la convierte en una pieza única. El sello de Tarragona también es peculiar porque incorpora a la clásica forma rectangular un apéndice en su diámetro mayor. El sello de Coca es el más recientemente descubierto y su morfología es muy similar a la de la gran mayoría de las piezas. Estas tres piezas nos ha permitido conocer la identidad de tres oculistas de la Hispania romana, Fortunatus, Caelius Diadumeno and Cornelius Alcimo.


BIBLIOGRAFÍA


  1. J. Murube, ‘Collyrium: where does this Word come from?’, Ocular surface, 5, 4 (2007), 264-8.
  2. R.R. James, ‘Roman oculist-stamps in Britain’, British Journal of Ophthalmology, 10, 3 (1926), 114-31.
  3. H. Nielsen, ‘Ancient ophthalmological agents’, Acta Historica Scientiarum Naturalium et Medicinalium, 31 (1974), 9-116.
  4. V. Marmion, ‘The Roman oculist stamps’, Bulletin de la Societe Belge d’Ophtalmologie, 259 (1995), 215-7.
  5. J. Hirschberg, The History of Ophthalmology, Vol. 1: Antiquity (Blodi FC, trans) (Bonn: Verlag JP Wayernborgh, 1982).
  6. P. Lillo Carpio, ‘Contribución al estudio de los sellos de panadero’, Memorias de Historia Antigua, 5 (1981), 187-94.
  7. J. Voinot, Les cachets à collyres dans le monde romain (Vol. Monographies Instrumentum 7) (Montagnac: Monique Mergoil, 1999).
  8. R. Del Castillo Cuartiellers, La Oftalmología en tiempos de los romanos (Masnou-Barcelona: Laboratorios del Norte de España, 1956).
  9. G.C. Boon GC, Potters, occulists and eye-troubles, Britannia, 14 (1983), 1-12.
  10. A. R. Birley, ‘A case of eye disease (Lippitudo) on the Roman frontier in Britain’, Documenta Ophthalmologica, 81, 1 (1992), 111-9.
  11. L. Allason-Jones L, ‘Health Care in the Roman North’, Britannia, 30 (1999), 133-46.
  12. FJ. Fernández Nieto, ‘Sobre un reciente signaculum ocularii hispánico’, in J. Melena (ed.), Symbolae Ludovico Mitxelena Septuagenario Oblatae, Pars Prior (Vitoria Gasteiz: Paleohispanicae, 1985), 607-611.
  13. P. Baker, ‘Roman Medical Instruments: Archaeological Interpretations of their Possible "Non-functional" Uses’, Social history of medicine, 17 (2004), 3-21.
  14. T. Mañanes, ‘Un sello de oculista romano en Coca (Segovia)’, Durius, 2 (1974), 393-6.