PÉNFIGO VULGAR El pénfigo es una enfermedad crónica, en la que
se forman ampollas intradérmicas por acantolisis. La enfermedad suele aparecer en
personas de mediana edad. En el 50% de los pacientes las lesiones aparecen en las mucosas
antes de hacerlo en la piel. La mucosa más afectada es la oral, pero también pueden
aparecer lesiones en conjuntiva ocular, esófago, vulva y recto. A los pocos meses de
iniciarse las lesiones orales, comienza la fase bullosa generalizada (figuras 7-1 y 7-2).
Estas lesiones son dolorosas, de lenta curación y no dejan cicatriz. Cuando afecta al ojo
lo hace generalmente a la parte cutánea de los párpados (figura 7-3) y más raramente, a
la conjuntiva palpebral y bulbar (figura 7-4).
Figura 7-1. Ampollas
intraepidérmicas en la piel de un paciente con pénfigo vulgar.
Figura 7-2. Lesiones cutáneas
de una paciente con pénfigo vulgar. Las ampollas rompen y dejan úlceras, que curan sin
dejar cicatriz.
Figura 7-3. Paciente con
pénfigo vulgar afectando la piel de los párpados.
El pénfigo puede estar facilitado por
factores ambientales. Así, se han descrito variedades circunstanciales y reiteradas. Por
ejemplo en Brasil se ha descrito el pénfigo brasileño (fogo selvagem) o síndrome de
Améndola (Améndola 1945, Korting 1973) , endémico en todos los grupos raciales del
estado de Sao Paulo, que afecta casi constantemente la piel de los ojos y frecuentemente
la conjuntiva, y que en un 5% de los casos produce opacidades cristalinianas.
Figura 7-4. Paciente con
pénfigo vulgar afectando la conjuntiva. La fase ampollosa es fugaz porque el frote del
parpadeo rompe las ampollas conforme van apareciendo.
El diagnóstico del pénfigo se hace por
la clínica y por la presencia de IgG, IgM e IgA y complemento en la sustancia
intercelular de la piel y mucosas afectadas (figura 7-5). El signo de Nikolsky
(despegamiento de la piel sana que rodea una ampolla cuando se presiona con el dedo) es
positivo.
Figura 7-5. Biopsia e
inmunohistoquimia de una lesión de pénfigo vulgar. Entre las células del epitelio
aparecen depósitos inmunofluorescentes de IgG.
El tratamiento de elección son los
corticoides asociados en los casos graves a azatioprina o metotrexate.
PENFIGOIDE
Histológicamente los penfigoides se
diferencian del pénfigo en que en los penfigoides la lesión principal es la destrucción
de la membrana basal del epitelio mucocutáneo por presencia de anticuerpos anti-membrana
basal, dando por tanto ampollas subepiteliales, mientras que en el pénfigo la lesión
básica es la acantolisis (destrucción de los puentes intercelulares), dando por tanto
ampollas intraepiteliales.
El penfigoide suele aparecer en personas
mayores (de 65 a 75 años), manifestándose como una urticaria generalizada con lesiones
eritematosas que evolucionan a ampollas subepidérmicas. Estas ampollas son casi
indoloras, perduran largo tiempo, y si se rompen curan rápidamente. La participación de
las mucosas no es frecuente, siendo la más afectada la oral, y más raramente la
conjuntival.
Se pueden demostrar anticuerpos
anti-membrana basal epidérmica. Además, en la dermis aparece un infiltrado inflamatorio
con eosinófilos, neutrófilos, linfocitos e histiocitos.
El tratamiento de elección son los
corticoides.
PENFIGOIDE OCULAR CICATRICIAL
El penfigoide ocular cicatricial,
también conocido como penfigoide mucoso benigno, dermatitis bullosa mucosinequiante y
atrofiante o penfigoide de Lortat Jacob, es un tipo de penfigoide que afecta
principalmente a la conjuntivas.
Es el de 1/15.000 al 1/40.000 de los
enfermos de una consulta oftalmológica (Díaz Valle et al 1993). Afecta con más
frecuencia a mujeres de edad media o avanzada. Suele iniciarse y afectar principalmente a
la conjuntiva, pero también puede manifestarse en otras mucosas y, más raramente, en la
piel de zonas periorificiales. Clínicamente aparecen ampollas subepidérmicas, no
dolorosas, con gran tendencia a la cicatrización.
El comienzo, generalmente, es unilateral,
pero en los dos años siguientes siempre se bilateraliza. Se inicia como una conjuntivitis
crónica progresiva. La enfermedad cursa crónicamente, con períodos alternantes de
actividad y remisión. Las ampollas conjuntivales, a menudo fugaces por romper por el
frote de los párpados, dejan cicatrices que se siguen de hiposecreción lacrimal por
destrucción de la conjuntiva y oclusión de los conductos de las glándulas lacrimales.
Además puede aparecer simbléfaron, entropion y triquiasis, y en muchos casos se llega a
la opacificación total de la córnea. Las complicaciones oculares son las únicas
importantes.
Según Balestrazzi et al 1979 el primer
signo clínico es la desaparición de las células caliciformes. Después sobreviene una
transformación fibrosa de la mucosa, y ésta se atrofia y se retrae. En las fases
iniciales puede haber una xerosis mucindeficiente con secreción acuoserosa
cuantitativamente normal (Norn 1972) o que haya una relación de componentes
acuoseroso/mucínico alta (Carroll et al 1968, Dohlman et al 1976). Si la enfermedad
progresa, se retrae la mucosa conjuntival (figura 7-6), se obliteran los dacriodocos y se
agrava la deficiencia acuoserosa, hasta poder haber un ojo seco absoluto.
Figura 7-6. Retracción mucosa y
simbléfaron en un penfigoide ocular cicatricial ( Dr. Norn).
La clasificación de Foster 1986 es como
sigue:
Estadío I: Cicatrización subconjuntival
y fibrosis
Estadio II: retracción del fórnix inferior de cualquier grado
Estadio III: Simblefaron de cualquier grado
Estadio IV: Anquilobléfaron. Ojo congelado
Aparecen depósitos de IgG y C3 en la
membrana basal de las mucosas, e invasión del epitelio mucoso afectado por lifocitos,
histiocitos y algunos eosinófilos (figura 7-7). Posteriormente aparecen fibloblastos que
darán lugar a la fibrosis cicatricial característica que da nombre a la enfermedad.
Figura 7-7. Biopsia e
inmunohistoquimia de una lesión de penfigoide ocular cicatricial. Las deposiciones de
inmunoclomplejos aparecen en la membrana basal del epitelio.
La enfermedad responde mal al
tratamiento, siendo el más usado el tratamiento sistémico con corticoides,
ciclofosfamida, azatioprin, y/o dapsona y, actualmente, la ciclosporina A. En cuanto al
tratamiento tópico, se prescriben lágrimas artificiales y antiinflamatorios.Bisantis
1976 mejoró grandemente dos casos con instilaciones de un coliro de autosuero diluido,
repetido varias veces diarias durante varios meses. La oclusión de los puntos lacrimales
puede ser beneficiosa en los estadios iniciales; posteriormente suelen obliterarse ellos
espontáneamente.
EPIDERMOLYSIS BULLOSA ACQUISITA
Enfermedad bullosa autoinmune que puede
confundirse con el penfigoide ocular cicatricial, pues ambas provocan fibrosis de la
conjuntiva. Si se hace biopsia, se ven bajo la lámina densa y entre las fibrillas de
anclaje depósitos de inmunocomplejos.
SÍNDROME DE STEVENS-JOHNSON
El síndrome de Stevens-Johnson es un
eritema multiforme severo, de comienzo brusco, que se sigue de la formación de ampollas
subepidérmicas.
Suele aparecer horas, días o semanas
tras el inicio de la recepción de un fármaco. En el primer caso, se supone que el
paciente estaba previamente sensibilizado al medicamento, y en el segundo, que se
sensibiliza durante la toma continuada del medicamento. Los casos más frecuentes se dan
por inhibidores de la anhidrasa carbónica como acetazolamida (Nayak et al 1981) y
metazolamida (Shirato et al 1977). Parece haber una predisposición genética, pues los
casos por metazolamida se dan casi siempre en japoneses y coreanos con haplotipo HLA-B59,
específico de estas razas.
El cuadro clínico empieza por fiebre
ligera y aparición de hinchazón de piel y mucosas y de un eritema multiforme con sus
típicas lesiones en diana (centro eritematoso rodeado de una anillo blanco, rodeado a su
vez de un halo eritematoso). Las lesiones progresan rápidamente a bullas extendidas por
todo el cuerpo, que, pese a un intenso tratamiento inmunosupresor, acaban rompiendo
(figura 7-8).
Figura 7-8. Síndrome de
Stevens-Johnson. Lesiones cutáneas corporales (Chauvin-Blache).
En los ojos puede aparecer eritema,
ampollas, y erosiones epiteliales corneales determinantes de disminución de visión, lo
que se acompaña de hiperlacrimación. Las lesiones evolucionan en unos meses a la
desecación y descamación. El tisc/but baja (Lemp et al 1970b, Baum 1973, Dohlman et al
1976). Pese al bajo tisc/but, la lágrima de estos pacientes suele tener una baja tensión
superficial, incluso inferior a lo normal, protegiéndolos un poco de la desecación
normal esta baja tensión superficial parece deberse a la presencia en lágrima de
productos inflamatorios y no a un incremento de la mucina, pues ésta aparece disminuida
(Dohlman et al 1976, Holly et al 1977b). En los casos graves quedan retracción de los
pliegues lacunares y de los fórnices, simbléfaron y leucomas vascularizados (figura
7-9).
Figura 7-9. Retracción mucosa
ocular por síndrome de Stevens-Johnson.
El diagnóstico se hace por la clínica,
pues las pruebas epicutáneas e intradérmicas al fármaco causante suelen resultar
negativas.
SÍNDROME DE LYELL
Es una necrolisis epidérmica relacionada
con la administración sistémica de medicamentos, especialmente de AINES, sulfamidas,
hidantoinas, barbitúricos y penicilinas. También se ha sugerido a veces un desencadente
infeccioso.
Se inicia como un eritema perioral que se
extiende en unas horas a todo el cuerpo y evoluciona hacia ampollas subepidérmicas
(figura 7-10); las lesiones son dolorosas. El síndrome de Lyell suele ir acompañado de
mal estado general, pirexia y anorexia. Generalmente cura en 15 días, dejando cicatriz.
Sólo ocasionalmente se agrava, pudiendo llevar a la muerte.
Figura 7-10. Síndrome de Lyell
(Prof. González de la Rosa).
Cuando afecta a la piel y mucosa de los
ojos aparece conjuntivitis y dermatitis ampollosas, blefaritis, úlceras corneales, y
finalmente entropion, triquiasis, simblefaron y leucomas corneales con KCS por
destrucción mucosa y afectación acuoserosa directa, o por cierre de los dacriodocos. Las
glándulas de Meibomio unas veces son respetadas (Marco et al 1974), pero otras participan
en el proceso, incluso de manera preferente (Pesch et al 1967).
Se trata con corticosteroides y con
medidas para evitar la deshidratación y la infección mucocutánea.
SÍNDROME DE REITER
Es un síndrome mucosinequiante, no
ampolloso, que produce inflamación mucoide o purulenta de mucosas (aparato genital, boca
y conjuntiva ocular) e inflamación de articulaciones. También puede aparecer uretritis,
pleuritis, adenopatía periférica, fiebre, etc. La enfermedad suele aparecer en edades
puberales o medias de la vida, y autolimitarse en unas semanas, dejando mayor o menor
destrucción mucosa y articular. La afectación de la conjuntiva puede provocar una
metaplasia escamosa, con disminución de células caliciformes y retracción conjuntival
que va desde borramiento de los pliegues conjuntivales hasta grave simbléfaron. La
córnea y la úvea pueden también afectarse.
El origen del síndrome es desconocido.
La frecuencia de HLA-B27 es muy superior a la de la población normal. Se piensa en una
infección viral que modifique el sistema inmunológico. La búsqueda de virus y otros
gérmenes en las mucosas afectadas, resulta negativa. La biopsia conjuntival muestra
paraqueratosis epitelial y acantosis, con infiltración de linfocitos polimorfonucleares.
SÍNDROME DE ZINSSER-ENGMAN-COLE
Este síndrome también conocido como
Dyskeratosis congénita cum pigmentatione, es una atrofia de la dermis y epidermis, con
queratinización de mucosas y depósitos pigmentarios en el corion mucocutáneo. En los
ojos se manifiesta por conjuntivitis ampollosa y queratinización conjuntival, que
evolucionan hacia retracción mucosa, ojo seco, grave opacificación corneal y retracción
de los puntos lacrimales. En el resto del cuerpo se manifiesta por piel de
"mármol" o "bronce", hiperpigmentación en difusa y en manchas,
atrofias cutáneas y telangiectasias.
El síndrome parece ser hereditario
autosómico recesivo. Comienza a desarrollarse hacia la pubertad. |