A. CÓRNEA Las queratitis pueden producir un ojo seco
tantálico por epiteliopatía. Esto ocurre tanto en las queratitis estromales como en las
epiteliales, y sus consecuencias suelen prolongarse más allá de la curación clínica de
la queratitis, si perduran lesiones en la ectocórnea.
Las queratitis pueden dejar una córnea
seca masiva, pero también pueden dejar una córnea seca tantálica
"circunscrita" en la que hay áreas aisladas que rechazan la película lacrimal
o tienen un tisc-but muy corto.
Especial interés actual tienen las
inflamaciones de las zonas límbicas que destruyen las células primordiales del epitelio
corneal. Ocurre esto en algunas conjuntivitis como el tracoma con pannus y en la
queratitis de Theodore.
La queratitis de Theodore afecta a la
porción límbica superior de la córnea. Según Wright et al 1977, en esta forma de
queratitis la lágrima tiene más mucus del habitual, pero de composición anormal por
aumento de las sulfomucinas en detrimento de las sialomucinas según los citados
autores, en la queratitis de Theodore la población de células caliciformes de la
conjuntiva que producen mucina no llega al 50%.
B. GLÁNDULAS LACRIMALES ACUOSEROSAS
Las dacrioadenitis infecciosas nunca
fueron frecuentes, y hoy son excepcionales gracias a los antibióticos y a la mayor
higiene. Se presentan de forma aguda o crónica, siendo su etilogía estafilocócica,
mononucleótica, tuberculosa, sifilítica, micótica, sarcoidótica, etc.. Incluso cuando
las glándulas lacrimales accesorias quedan respetadas hay síntomas de ojo seco.
Las dacrioadenitis pueden dar
empastamiento o hinchazón del ángulo superolateral orbitario, afectación muscular con
dolor local en la supraducción y linfoadenopatía cervical. La tomografía puede mostrar
agrandamiento de la glándula lacrimal.
Las dacrioadeninitis suelen producir
inicialmente un aumento del lagrimeo, para pasar a hipolacrimación en la fase de estado.
Una vez curada, puede quedar una mayor o menor reducción de la producción lacrimal.
C. GLÁNDULAS MUCOSAS
TRACOMA
El tracoma es una conjuntivitis folicular
crónica, en la que los folículos cicatrizan, dejando una pequeña área fibrosa que, por
coalescencia con otras similares, puede transformar la conjuntiva, especialmente la tarsal
superior, en un tejido cicatricial continuo (figura 10-1).
Figura 10-1. Tracoma en período
IV, La conjuntiva tarsal superior es cicatricial y en ella han desaparecido las células
caliciformes.
El tracoma ha desaparecido prácticamente
de nuestro ambiente, pero se mantiene con fuerte incidencia en áreas cercanas a nosotros.
Así, en el antiguo Sáhara español afectaba al 83'3 % de la población nómada, cifras
que se manienen apoximadamente en la actualidad. (Murube 1975,1997a).
El tracoma evoluciona clínicamente en 4
períodos. En el período I o de comienzo, hay una discreta conjuntivitis hiperémica, con
un precoz pannus subepitelial bajo el limbo superior, que probablemente coexista con una
alteración de las células primordiales inmediatas. En el período II o de estado,
paracen folículos de localización preferente en la conjuntiva tarsal del párpado
superior. En el período III o percicatricial, algunos folículos van cicatrizando
mientras que otros van apareciendo. Durante este período se combinan las alteraciones
lacrimales producidas por la conjuntivitis activa y las alteracions producidas por el
fenómeno cicatricial de los folículos. Paulatinamente, la inflamación activa va
cediendo y quedan las cicatrices residuales, entrándose en el período IV, cicatricial o
inactivo. Las más de las veces el tracoma evoluciona con escasa severidad y la
destrucción conjuntival es moderada, dejando un ojo seco grado 3 de gravedad poco
intensa. Pero en ocasiones, por la gravedad de la afectación o por fenómenos de
desnutrición o inmunológicos que hacen la infección más grave, el cuadro cicatricial
final es muy grave y la conjuntiva queda masivamente cicatricial y retraída, las
glándulas mucosas destruidas y las acuoserosas con sus dacriodocos obstruidos, el
párpado entropionizado y las pestañas triquiáticas, y la córnea seca y blanquecina
(figura 10-2). Al instilar una gota de colirio sobre la superficie conjuntival, resbala
"como si su superficie fuese grasa" (Albitos 1887).
Figura 10-2. Tracoma en perído
IV, de tipo muy grave. Hay destrucción de los 3 subsistemas dacrioglandulares, triquiasis
y córnea opaca y vascularizada.
Mérida Nicolich (1919) observó que en
el tracoma, cuando disminuye la secreción acuoserosa, mejora el cuadro coneoconjuntival,
descendiendo la inflamación de la conjuntiva, retrocediendo el pannus y cicatrizando las
úlceras corneales.
OTRAS CONJUNTIVITIS
Existen gran cantidad de conjuntivitis
infecciosas (estafilocócicas, estreptocócicas), alérgicas (primaveral, atópicas),
traumáticas (lentillas de contacto, viento) y químicas (causticaciones leves,), ya
agudas ya crónicas, que pueden producir grados mayores o menores de ojo seco. Citemos
sólo las conjuntivitis gigantopapilares (cuya causa más frecuente es el uso de lentillas
de contacto), las conjuntivitis membranosas (diftérica, estafilocócica), vegetantes
(Parinaud) y ulcerosas (tuberculosa, luética, lúpica) (figura 10-3).
Figura 10-3. Conjuntivitis
crónica. Atrofia de la conjuntiva tarsal superior con retención y degradación del
segregado de las criptas mucosas de Henle (mucolitos).
Generalmente las conjuntivitis, si
producen un ojo seco, éste es grado 1 o 2; pero en raras ocasiones, dejan lesiones
irreversibles, e incluso destrucción de la conjuntiva con oclusión de los dacriodocos,
lo que produce una dilatación del componente luminal de las glándulas principales,
degeneración de los lacrimocitos y proliferación del conjuntivo intersticial glandular
(Seydewitz 1905)
D. GLÁNDULAS LÍPIDAS
DISFUNCIÓN MEIBOMIANA Y BLEFARITIS
Los síntomas de la disfunción
meibomiana se parecen a menudo a los del ojo seco (picor, sequedad), porque frecuentemente
lo producen.
Las blefaritis pueden clasificarse
por su localización anteroposterior en anteriores (folículos pilosos, glándulas de
Zeis, glándulas de Moll), posteriores (glándulas de Meibomio), o mixtas (figura 10-4);
por su extensión, en totales o circunscritas; por su manifestación externa
más evidente, en hiperémicas, escamosas, seborreicas, ulcerosas o necrotizantes; por la permeabilidad
de las glándulas en obstructivas (tapones, orzuelos, chalazios) o no obstructivas;
por la participación vecina, en aisladas o con tarsitis, conjuntivitis, etc; por
su etiología, en infecciosas, hormonales, inmmunológicas/alérgicas, tóxicas, etc.
Figura 10-4. Blefaritis
ulcerosa.
El sebo lacrimal puede fluir libremente o
por el contrario quedar retenido en el interior de las glándulas, cosa especialmente
frecuente en las glándulas de Meibomio del párpado inferior, cuya compresión al
parpadear es menor y en las que la gravedad juega en contra. En la casuística de
Merchante et al 1989, las formas posteriores con afectación del borde palpebral son el
80% de los casos. Para Merchante et al 1993 la edad media del diagnóstico de blefaritis
son los 24 años
Las modificaciones de la secreción de
los lípidos glandulares son cuantitativas y cualitativas. El aumento de los lípidos de
alta polaridad hace que estos aumente la evaporación y que interaccionen fácilmente con
la mucina de la fase acuoserosa de la película lacrimal, dando un ojo seco en el que
abundan los grumos y filamentos mucínicos.
La presencia de ojo seco en pacientes con
blefaritis es muy frecuente (Dougherty et al 1986, Bowman et al 1987). La minusvalía de
la película lípida favorece la evaporación de la fase acuoserosa y aumenta la
osmolaridad (Gilbard et al 1989, Mathers et al 1991b, Nelson 1994). Sáinz de la Maza et
al 1987 encontraron en las blefaritis crónica que la citología de impresión había en
casi todos los casos grados iniciales de metaplasia escamosa, y Espejo et al, grados
severos, muchas veces pese a tener un tisc/but y tinción con rosa de Bengala normales.
McCulley et al 1977 encontraron en un
grupo de sujetos normales que el valor medio del tisc/but era de 27'77 segundos, pero que
en un grupo de 26 paciente con blefaritis (meibomitis) crónica se reducía a 7'03
segundos. Cuando a estos mismos pacientes con meibomitis se les exprimieron las glándulas
de Meibomio y se liberó el sebo meibomiano a la película lacrimal, el tisc/but subió a
29'40 segundos.
Los pacientes con blefaritis tienen que
parpadear más que los individuos normales. En apoyo de ello está la observación de Korb
et al 1996 de que el humano normal parpadea 8'56 veces/minuto porque su capa lipídica es
de 0'079 m m , pero que en el conejo es sólo de 0'19 parpadeos/minuto porque su capa
lípida es de 0'220 m m y le protege más de la evaporación.
Las causas de blefaritis que alteren la
secreción meibomiana y consecuentemente la película lacrimal, son múltiples. A fines
expositivos incluimos aquí todas las variedades de blefaritis, sean o no infecciosas.
Blefaritis microbianas. Las más
frecuentes son las estafilocócicas (S. aureus, S. epidermidis), que producen exoenzimas
lipolíticas.
Es frecuente que las bacterias causales
segreguen lipasas que hidrolizan los lípidos meibomianos y producen ácidos grasos
libres; estos ácidos, debido a su polaridad y a que son de gran actividad superficial,
desplazan los lípidos meibomianos de la película lacrimal y bajan el tisc/but .
Casi todos los pacientes con papilomas y
mollusca palpebrales padecen una blefaritis marginal.
Blefaritis parasitarias. Aunque se
han descrito blefaritis por Phtirius pubis,y otros parásitos, la parasitación más
frecuente es de demódices.
La infestación de los folículos del
borde palpebral por los ácaros Demodex folliculorum o Demodex brevis es muy frecuente. El
parásito vive alrededor de 3 semanas, permantemente en las glándulas sebáceas
(folículos pilosos, glándulas de Meibomio), y sus huevos pueden salir a la superficie
arrastrados por el sebum. Se puede sospechar su presencia por collares en la base de las
pestañas, costras en el borde palpebral y blefaritis, y visión fentobiomicroscópica de
cilindros que corresponden al cuerpo del ácaro. La depilación de varias pestañas y la
observación sin tinción de su raíz a 20-40 aumentos al microscopio suele descubrir su
presencia. Conocida la parasitación desde hace más de un siglo (Raehlman 1898), no se ha
determinado aún en qué proporción es causa de blefaritis. Gálvez et al 1993, 1994, lo
encuentran en el 70% de los pacientes con blefaritis crónica y les asignan un papel
importante en la patogenia de la foliculitis y de la blefaritis.
Blefaritis hormonales. La
insuficiencia androgénica causa una disfunción de las glándulas de Meibomio. Esto puede
acompañarse de seborrea que determine una conjuntivitis. El primer cuadro de este tipo lo
describió a nuestro saber Elschnig 1908 con el nombre de conjuntivitis meibomiana. Se han
descrito blefaritis en el hiperaldosteronismo (Ainsworth et al 1996), en el hipoovarismo,
en la pubertad, y en otras muchas circunstancias hormonales.
Las seborreas meibomianas asépticas se
siguen a menudo de conjuntivitis y de queratitis ulcerosas (Hiwatari 1918, Thygeson et al
1963, Keith 1967, McCulley et al 1977, McCulley 1974) e incluso ulceraciones corneales
(Filatow 1932). En las seborreas, Marx 1921 indicó que no se ven irisaciones
interferenciales; no obstante, con los métodos actuales de examen sí se detectan.
Blefaritis inmunológicas. Aparece
por enfermedad atópica o por alergias de contacto. Probablemente pueda incluirse en este
grupo la típica blefaritis de la acné rosácea (Puy et al 1997).
Blefaritis tóxicas. De los
tóxicos internos el más conocido, aunque infrecuente, es el arsénico. Mathers et al
1991a han observado que la administración sistémica de un derivado de la vitamina A, el
isotretinoín (ácido 13-cis-retinoico) atrofia las glándulas de Meibomio y produce una
disfunción meibomiana
De los tóxicos externos, los polutantes
atmosféricos son la causa más frecuente. Las causticaciones oculares se acompañan
practicamente siempre de una causticación palpebral, que pasa desapercibida en el cuadro
clínico de la causticación, pero que es importante por agravar el ojo seco del paciente.
La costra de lípidos meibomianos producida por las demás causas de disfunción
meibomiana, se degrada y agrava el cuadro de blefaritis.
Blefaritis físicas. La falta de
sueño, el viento, el frío, la contractura palpebral para compensar ametropías y el roce
de lentillas de contacto son causa de blefaritis.
Blefaritis por irradiación. El
exceso de luz infrarroja provoca hipersecreción de las glándulas de Meibomio (Couzi
1957) que puede producir blefaritis. La primera descripción de esto la recogemos en
Juvenal (42-125 AD) quien escribió que el padre de Demóstenes padecía una blefaritis
actínica por hacer armas a forja, y que para que su hijo no padeciese la misma enfermedad
le encauzó hacia la retórica, llegando Demóstenes a ser el más famoso de los oradores
griegos
Blefaritis metabólicas. La más
conocida es la carencial de la vitamina A, pero también las producidas por algunos
derivados de la vitamina A.
Para más detalles sobre blefaritis
metabólicos ver los capítulos 11, 14 y 37. |