INTRODUCCIÓN
La administración de las distintas técnicas anestésicas a los pacientes
pediátricos con enfermedades oculares requiere de una competente armonía entre
anestesiólogos y oftalmólogos (1). A pesar de que en la mayoría de las
ocasiones no es una cirugía excesivamente cruenta o agresiva (2), se producen
muchas interacciones entre las enfermedades oculares y sus tratamientos
concomitantes con los efectos de las técnicas de anestesia habituales, por lo
que el anestesiólogo deberá estar familiarizado con dichas patologías
oculares pediátricas (3). Además, la mayoría de las técnicas anestésicas
van a influir decisivamente sobre factores oculares como el reflejo
óculo-cardiaco, el tamaño de la pupila, el tono de la musculatura extrínseca
ocular o la presión intraocular, que deben ser tenidas en cuenta a la hora de
decidir sobre las drogas y técnicas anestésicas que se van a utilizar, con el
fin de facilitar un adecuado desarrollo de la técnica quirúrgica específica
(4). Por todo ello, en el siguiente capítulo haremos una breve exposición de
todos estos factores.
EVALUACIÓN PREOPERATORIA
Cada vez se insiste más en la importancia de conocer previamente a la
intervención, cual es el estado basal de un paciente con relación a
enfermedades concomitantes que pueda padecer o tratamientos específicos que
esté recibiendo (5). Esto también es cierto en oftalmología, a pesar de que
la menor agresividad de determinadas intervenciones pueda hacer pensar que la
preparación anestesiológica necesaria también es menor (6). Por ello,
cualquier paciente que vaya a ser sometido a una técnica de anestesia general
debe ser sometido previamente a una evaluación preanestésica, que incluya una
anamnesis detallada, una exploración física y la petición de las pruebas
complementarias que se consideren necesarias, al mismo tiempo que se explicará
la técnica anestésica y se contestarán las distintas dudas que puedan surgir
(7). La visita preanestésica debe servir para poder planear adecuadamente la
estrategia anestésica correspondiente al tipo de paciente, para disminuir la
ansiedad del niño y sus familiares, y para evitar suspensiones de última hora
por falta de la preparación adecuada.
Implicaciones anestesiológicas de las enfermedades pediátricas con
patología ocular
Existe una larga lista de enfermedades pediátricas, ya sean de carácter
congénito o metabólico, que van a presentar alteraciones oculares e
implicaciones anestesiológicas de un modo simultáneo (tabla 1). A
continuación revisaremos las de mayor entidad (8-11).
Hipertermia maligna
La hipertermia maligna se constituye en una causa relevante de
morbi-mortalidad de carácter exclusivamente anestésico, que le confiere una
entidad propia. La etiología está relacionada con un metabolismo intracelular
anormal del calcio iónico que conlleva un hipermetabolismo con consumo masivo
de oxígeno. La clínica se caracteriza por taquicardia, hipertermia, acidosis
metabólica y respiratoria y contracturas musculares mantenidas. Este
hipermetabolismo se desencadena ante determinados agentes exógenos (12). Dos de
los agentes desencadenantes más potentes son la succinilcolina y el halotano,
que se usan rutinariamente en la anestesia pediátrica. La incidencia de este
trastorno en niños es aproximadamente de 1 caso por cada 14.000 anestesias. Sin
embargo, se ha comprobado que pacientes con problemas musculares como ptosis o
estrasbismo pueden presentar una incidencia mayor (13), por lo que se recomienda
evitar estas dos drogas anestésicas siempre que sea posible, sustituyéndolas
por nuevos agentes más seguros como el mivacurio o rapacuronio para la
succinilcolina o el sevoflurane o isoflurane para sustituir al halotano (14).
Homocistinuria
La homocistinuria es una enfermedad relativamente infrecuente, con una
incidencia que oscila entre 1:40.000 y 1:200.000 recién nacidos vivos. Consiste
en un error congénito del metabolismo de los aminoácidos sulfúricos que
provoca un acúmulo de metabolitos tóxicos para diversos sistemas, incluido el
ojo. Ello provoca con cierta frecuencia, miopía y ectopía lentis, que puede
ocasionar hasta subluxación del cristalino en la cámara anterior, originando
un bloqueo pupilar con glaucoma que requiera una intervención urgente (15).
Otros sistemas afectados son el cardiovascular, con una tendencia a la
trombogénesis debida al acúmulo de homocistina en la íntima vascular, y el
endocrino, con una tendencia a la hipoglucemia debida a un hiperinsulinismo
secundario a la hipermetioninemia asociada. Por ello, deberá procederse a un
control riguroso de la glucemia intraoperatoria, así como a la administración
reglada de las cantidades exógenas que sean necesarias. Asimismo, puede ser
conveniente la práctica de medidas como el vendaje de los pies, favorecer el
uso de fármacos anestésicos con acción vasodilatadora sistémica, y que
tengan un perfil farmacocinético que permitan una rápida recuperación que
promueva la deambulación precoz.
Síndrome de Wagner-Stickler
El síndrome de Wagner Stickler presenta una herencia autosómica dominante,
aunque con varios grados de penetrancia. La afectación sistémica de esta
enfermedad se produce en el tejido conectivo de distintos órganos, lo que dota
a la enfermedad de manifestaciones oculares y extraoculares. Entre las
manifestaciones oculares, destaca por su frecuencia la degeneración del humor
vítreo, aunque también se pueden asociar degeneración coriorretiniana,
desprendimientos de retina, estrabismo, astigmatismo y cataratas. Entre las
manifestaciones extraoculares deben ser tenidas en cuenta las malformaciones
craneofaciales (maloclusión maxilar, micrognatia y paladar hendido) que pueden
condicionar dificultades de intubación endotraqueal, y las manifestaciones
musculares (especialmente el hábito marfanoide que se asocia a prolapso de la
válvula mitral) y que obligan a una adecuada profilaxis antibiótica y
monitorización hemodinámica, en caso de sospecha de insuficiencia mitral.
Prematuridad
Los pacientes que nacen antes de las 40 semanas de edad gestacional presentan
una mayor incidencia de patología ocular, así como otras complicaciones
sistémicas que deben ser tenidas en cuenta a la hora de ser anestesiados. La
retinopatía del prematuro o fibroplasia retrolental es una enfermedad ocular en
la que, por diversas causas (bajo peso al nacer, prematuridad, oxigenoterapia,
hipercarbia, luminosidad ambiental, y deficiencia de vitamina E), se produce una
vasoconstricción intensa, incluso con obliteración vascular, predominantemente
en la región temporal de la retina. El tratamiento oftalmológico de estas
lesiones se orienta a reparar las zonas retinianas patológicas y evitar la
progresión de la enfermedad. Para ello, múltiples técnicas han demostrado ser
útiles: fotocoagulación, crioterapia, laserterapia, vitrectomías (16).
El paciente prematuro o exprematuro debe ser estudiado individualizadamente
en el período preoperatorio, ya que estos pacientes asocian a su enfermedad la
posibilidad de cardiopatías congénitas (característicamente tipo ductus
arterioso persistente), neumopatía tipo broncodisplasia pulmonar e
inmadurez neurológica (al menos hasta la 44 semana postconcepcional), que les
hace más proclives a las complicaciones postanestésicas como apnea y
bradicardias (17). Por eso, el manejo anestesiológico irá orientado a un
control hemodinámico, respiratorio y metabólico-térmico lo más estricto
posible intentando evitar la hiperoxia, hipocapnia, hipotermia e hipoglucemia.
El control postoperatorio incluirá la monitorización cardiorrespiratoria, al
menos en las 24 horas siguientes a la intervención.
Implicaciones anestesiológicas de las drogas oftalmológicas
Varias medicaciones necesarias para la cirugía intraocular, administrados
por vía ocular o sistémica, pueden interaccionar con las drogas anestésicas
provocando graves efectos adversos sistémicos (18). Entre los administrados por
vía sistémica están el manitol y la acetazolamida, que se emplean para
disminuir la presión intraocular y que se asocian a posibles alteraciones
hemodinámicas (hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca congestiva,
edema de pulmón en el caso del manitol) o a alteraciones electrolíticas
(hiposodemia, hipopotasemia y acidosis metabólica, en el caso de la
acetazolamida). Dichas alteraciones pueden provocar consecuencias indeseables,
en caso de que se utilicen potentes agentes cardiodepresores como el halotano, o
favorecer la presencia de arritmias (19). Pero también fármacos administrados
por vía ocular pueden provocar interacciones con los anestésicos generales
especialmente en la población infantil, sobre todo si no se toma la precaución
de utilizar los fármacos en menor concentración y en las dosis mínimas
recomendadas (20). Así, la acetilcolina usada para producir miosis, si se
absorbe a nivel sistémico puede favorecer brococonstricción y bradicardias
severas que se potencian con agentes vagotónicos como el halotano y se
antagonizan fácilmente con atropina. La administración crónica de agentes
anticolinesterásicos como el ecotiofato en el glaucoma, disminuyen los niveles
plasmáticos de pseudocolinesterasa y, por lo tanto, en caso de utilizar
succinilcolina se pueden prolongar sus efectos paralizantes (21). Otros agentes
usados igualmente en los pacientes con glaucoma son la epinefrina o la
fenilefrina que (22), en caso de sobredosis, pueden provocar absorción
sistémica e interaccionar con los agentes halogenados que sensibilizan frente a
las arritmias de las catecolaminas, como el halotano (23). Agentes midriáticos
que deben ser tenidos en consideración ya que pueden producir intoxicación del
sistema nervioso central e incluso convulsiones (24). Los betabloqueantes, como
el maleato de timolol, empleados en el tratamiento del glaucoma también se han
asociado a efectos inotrópicos y cronotrópicos negativos, e incluso puede
exacerbar casos de parálisis muscular en pacientes pediátricos con miastenia
gravis (25).
TÉCNICA ANESTÉSICA
La mayoría de las técnicas quirúrgicas oftalmológicas se realizan en
pacientes con edades incluidas en los dos extremos de la curva poblacional. En
los adultos, las técnicas locorregionales de bloqueo retro o peribulbar no
sólo son posibles, sino recomendables (dada la patología asociada que
presentan como diabetes, insuficiencia coronaria, etc…) (26). En los pacientes
pediátricos, operaciones mínimamente agresivas o incluso simples exploraciones
requieren de la administración de una técnica de anestesia general dada la
ausencia, más que probable, de colaboración por parte del niño (27). Otras
técnicas que promuevan una adecuada analgesia-sedación pueden estar condenadas
al fracaso, bien por no poder asegurar una vía aérea permeable con continuidad
o bien por no poder asegurar una inmovilidad total (28).
Premedicación
Los objetivos de la premedicación anestésica en oftalmología pediátrica
van encaminados a conseguir un paciente colaborador con la inducción
anestésica y a prevenir los posibles efectos inconvenientes de reflejos
viscerales inadecuados (29). Para el primer objetivo, es fundamental conseguir
una adecuada sedación. Además de la sedación en los pacientes intervenidos
repetidamente, hecho harto frecuente en oftalmología pediátrica, y que deben
ser sometidos a exploraciones o intervenciones repetidas, es objetivo
prioritario lograr una amnesia mantenida durante el período de preinducción,
ya que ello permitirá que el paciente entre más tranquilo en próximas
ocasiones en quirófano (30).
Debido a su alta capacidad de producir sedación y amnesia, de entre todas
las drogas hipnóticas o sedantes, se va instaurando el uso del midazolam. Es
esta una benzodiacepina con unas características farmacocinéticas muy
favorables, ya que se puede utilizar por vías de administración muy variadas.
Las dosis a emplear y las latencias de acción dependen de la vía utilizada.
Por vía intravenosa, el midazolam debe administrarse a dosis de 0,05-0,1 mg/kg
y su efecto es casi inmediato. Por vía intranasal o sublingual, a dosis de
0,25-0,3 mg/kg, su efectividad se aprecia en 15-20 minutos. Por vía oral, a
dosis de 0,5 mg/kg, su acción se evidencia en 45-60 minutos. Otras vías de
administración posibles como la vía intramuscular o rectal, no se aconsejan
debido a su agresividad o a la absorción errática del fármaco.
Otros fármacos utilizados habitualmente en la premedicación pediátrica son
los agentes anticolinérgicos (31). En nuestro país, el fármaco de elección
es la atropina, a dosis de 10-20 mcg/kg, por vía intravenosa. Su
administración por vía intramuscular u oral no protege de un modo tan efectivo
como la vía intravenosa frente al reflejo oculocardíaco, por lo que se
recomienda su uso intravenoso. Vías alternativas de administración como la
sublingual o la intranasal no se han mostrado eficaces.
Dada la capacidad altamente emetógena de la cirugía oftalmológica, se
recomienda la impregnación de los receptores dopaminérgicos y serotoninérgéticos del sistema nervioso central, antes de la realización del
estímulo quirúrgico emetizante. Esto puede ser conseguido administrando
droperidol, 10-20 mcg/kg, metocloparamida, 0,1 mg/kg u ondasentron, 50-100
mcg/kg, por vía intravenosa antes de que el niño pase a quirófano o
inmediatamente después de la inducción anestésica (32).
Inducción anestésica
La vía de elección para la inducción anestésica en pediatría depende de
la edad del niño y de su grado de colaboración. Niños mayores de 6 años o
especialmente colaboradores pueden ser dormidos a través de la canalización de
una vía periférica, especialmente si una hora antes se empleó una pomada
anestésica (EMLA) para producir anestesia cutánea en la zona de la
canalización. Niños lactantes y menores de 6 años, o niños especialmente
poco colaboradores pueden ser sometidos a una inducción inhalatoria con
mascarilla facial, que perciben como mucho menos agresiva que la venoclisis. Los
agentes de inducción utilizados con más frecuencia son el propofol por vía
intravenosa y el sevoflorane por vía inhalatoria (figura 1). El propofol por
vía intravenosa es irritante y debe ser utilizado con precaución en pacientes
con antecedentes de alergia al huevo o inestables hemodinámicamente (33). A
veces puede ser útil administrar lidocaína tópica laríngea para disminuir la
respuesta hemodinámica a la inducción (34). Las dosis de inducción son
ligeramente superiores a las empleadas en los adultos. Entre las ventajas del
propofol cabe destacar su corta vida media, lo que permite una rápida
recuperación, y su contrastada acción antiemética, lo que le convierte en un
fármaco especialmente útil en cirugía ambulatoria (35). Otros agentes
utilizados clásicamente han sido el tiopental (36) (que también disminuye de
una manera eficaz la presión intraocular) y la ketamina (37), habiéndose
descartado esta última por su tendencia a provocar hipertensión ocular y
movimientos oculares como nistagmos, que interfieren con la realización de las
técnicas quirúrgicas (38).
Figura 1 Inducción con mascarilla facial en un paciente
pediátrico.
En caso de utilizar la inducción inhalatoria, el agente de elección en
pediatría es el sevoflorane, ya que sus características fisico-químicas le
confieren una capacidad de aceptación bastante alta por parte del paciente
pediátrico (39). El sevoflorane puede ser administrado en concentraciones
inspiratorias crecientes 2-4-6%, o en una única alta concentración 6-8%. En
cualquier caso, produce una hipnosis profunda en breves instantes y proporciona
una magnífica estabilidad cardiovascular y respiratoria. Otra ventaja adicional
es que produce una intensa relajación muscular, que permite la intubación
endotraqueal sin necesidad de relajantes musculares. Sus beneficios como agente
de mantenimiento o en su rápido despertar que se asocia con agitación merecen
una mayor evaluación.
La utilización o no de relajantes musculares, y qué tipo de relajante
muscular, depende de varios factores que se recogen en la figura 2. La primera
cuestión a plantearse es si la cirugía es urgente o programada. En caso de que
nos encontremos ante una cirugía programada nos debemos plan tear la duración
aproximada de la misma (40). Exploraciones oculares, toma de tensiones
intraoculares, canalización de conductos lacrimales y otra cirugía de breve
duración, se pueden beneficiar de un abordaje poco agresivo de la vía aérea,
manteniéndola permeable con una mascarilla facial o laríngea (41) (figura 3).
En caso de que la duración estimada sea mayor, se aconseja el asegurar la vía
aérea mediante intubación endotraqueal y preferentemente de tipo
flexometálico para evitar acodamientos o movilizaciones que puedan comprometer
la ventilación alveolar del paciente (figura 4). Si el cirujano no necesita
relajación muscular para la realización de su técnica quirúrgica, pueden
usarse relajantes de corta vida media como el mivacurio (0,2 mg/kg) o el mismo
sevoflorane para la intubación endotraqueal y posteriormente, permitir al
paciente que mantenga una ventilación espontánea eficaz. Si la técnica
quirúrgica requiere relajación muscular (como en el estrabismo), o la
duración de la cirugía aconseja mantener una ventilación controlada, puede
optarse por relajantes musculares de vida media intermedia como el atracurio
(0,5-1 mg/kg), el cisatracurio (0,1-0,4 mg/kg) o el vecuronio (0,1 mg/kg) (42).
Por el contrario, si la cirugía es urgente, debemos conocer si el paciente ha
permanecido en ayunas las 6 horas previas a la cirugía. Si está en ayunas, el
planteamiento será idéntico a una cirugía programada. Si el paciente presenta
un estómago lleno la intubación endotraqueal será mandatoria. Deberá
analizarse preoperatoriamente al paciente, mediante un test de Mallampatie,
distancia tiromental, apertura bucal y movilidad cervical para establecer la
posible dificultad de la intubación endotraqueal. En caso de que nos
encontremos ante una intubación difícil, la droga de elección propuesta
clásicamente ha sido el suxametonio (1-2 mg/kg), por su rapidez y brevedad de
acción. Sin embargo, sus efectos secundarios (hiperpotasemia, hipertermia
maligna, etc...) le han relegado a un segundo lugar (43). El suxametonio está,
además, absolutamente contraindicado en caso de traumatismos oculares abiertos,
ya que las fasciculaciones musculares que provoca se han asociado a aumento de
la presión intraocular y evacuación del humor vítreo (44). La aparición de
un nuevo relajante muscular no despolarizante, el rapacuronio, con las mismas
ventajas farmacocinéticas del suxametonio (acción breve y veloz), pero sin sus
inconvenientes, ha desplazado definitivamente a este último (45). Las dosis
recomendadas en pediatría son 2 mg/kg en lactantes y 3 mg/kg en niños mayores.
Si la intubación se prevé fácil y la duración es larga se puede utilizar el
rocuronio (0,6 mg/kg), que permite una intubación inmediata pero la duración
es intermedia (46).
Figura 2. Algoritmo de manejo de la vía aérea en cirugía
oftalmológica infantil.
Figura 3. Intubación endotraqueal con tubo flexometálico.
Figura 4 Introducción de mascarilla laríngea en lactante con
patología ocular.
Mantenimiento
Una vez que el paciente ha alcanzado un grado aceptable de hipnosis y se ha
decido el manejo de la vía aérea dependiendo del tipo de abordaje quirúrgico,
debe decidirse una técnica de mantenimiento anestésico. El mantenimiento
anestésico está orientado a conseguir una profundidad anestésica adecuada,
prevenir reflejos inadecuados y asegurar unas funciones vitales compatibles con
la vida. Por ello, además de administrar una determinada técnica anestésica
de mantenimiento debe procederse a una monitorización de determinadas variables
fisiológicas.
La monitorización recomendada para la anestesia oftalmológica es la
estándar para cualquier procedimiento anestésico. Debe incluir en los
pacientes sanos y asintomáticos electrocardiografía continua, para vigilancia
de las posibles arritmias cardíacas asociadas al reflejo oculocardíaco (47),
tensión arterial, pulsioximetría, capnografía y monitorización de la
temperatura corporal. También se recomienda monitorizar la relajación muscular
en caso de que se hayan empleado relajantes musculares. En pacientes con
enfermedades asociadas, la monitorización anestesiológica deberá estar
ajustada a la situación basal del paciente, pudiendo incorporarse medidas de
monitorización más agresivas en caso de pacientes con graves cardiopatías
congénitas.
La mayor o menor profundidad anestésica va a estar marcada por el tipo de
intervención de la que se trate. Así, en la mayoría de las intervenciones, el
objetivo está orientado más a la inmovilidad que a la relajación muscular.
En las intervenciones para estrabismo, en las que se produce una
manipulación quirúrgica de la musculatura extrínseca ocular, la técnica
anestésica debe prevenir el desarrollo del reflejo oculocardíaco y
oculogástrico (48). Este reflejo se produce como consecuencia del estímulo
provocado por la distensión muscular ocular y recogida por las aferencias
trigeminales del V par craneal. Estas fibras sensitivas conectan en el tronco
del encéfalo, a nivel pontobulbar, con un importante núcleo de sensibilidad
somática general, que presenta importantes conexiones con el núcleo sensitivo
dorsal vagal implicado a su vez, con conexiones con la zona quimiorreceptora del
vómito y con el núcleo ventral motor del X par craneal (49). Por ello es
importante la administración de atropina y de antieméticos profilácticos y de
dosis de analgésicos adecuados, habiéndose recomendado incluso la instilación
de anestésicos locales en la cara nasal del globo ocular. Puede ser
recomendable la administración de relajantes musculares para que el cirujano
pueda comprobar la insuficiencia de los distintos grupos musculares. Sin
embargo, si la corrección se realiza mediante la inyección de una toxina
botulínica (que produce atonía muscular prolongada) en el músculo afecto, el
cirujano necesita un buen tono muscular para obtener la confirmación
electromiográfica de la adecuada localización intramuscular, por lo que en
este caso estará contraindicada la utilización de relajantes musculares.
La cirugía del conducto lacrimal también es muy variable (50). El simple
sondaje del conducto puede ser manejado óptimamente apenas con la mascarilla
facial. El sondaje con instilación de sustancias de irrigación que son
drenadas a la faringe pueden provocar irritación laríngea acompañada de
laringoespasmo, por lo que se recomienda un mantenimiento de la vía aérea con
mascarilla laríngea. Operaciones más complejas como la
dacriocistorrinostomía, requieren habitualmente asegurar una vía aérea
permeable mediante la adecuada intubación en dotraqueal.
En el tratamiento quirúrgico de cataratas es perentorio obtener una pupila
inmóvil y centrada, por lo que la relajación muscular puede estar indicada.
También se necesita una pupila dilatada que se puede obtener, más que con una
anestesia superficial, con la irrigación de una solución salina que incluya
epinefrina o indometazina (51). En esta cirugía, al igual que lo que pasa en el
glaucoma, el objetivo básico es el control de la presión intraocular. La
presión intraocular puede ser controlada afectando a distintos factores, entre
los que se encuentran los impulsos nerviosos centrales de localización
diencefálica (que pueden ser inhibidos mediante una adecuada profundidad
anestésica), una disminución de la producción de humor acuoso (que explica el
papel que desempeñan determinados agentes osmóticos), o un aumento del drenaje
del mismo o la tensión exterior ejercida por la musculatura ocular (que puede
ser inhibida por la utilización de relajantes musculares) (52). Otros factores
que se han comprobado participan en el control de la tensión ocular son
factores ventilatorios, ya que la hipercapnia y la hipoxia asociadas a la
hipoventilación provocan hipertensión ocular, en tanto que la hipocapnia y
alcalosis respiratoria asociadas a la ventilación controlada originan
disminución de la tensión ocular.
Otras consideraciones anestesiológicas son también importantes en
operaciones para el tratamiento del desprendimiento de retina, ya que la
manipulación para el cerclaje ocular se asocia a un potente estímulo del
reflejo oculo-cardíaco. En ocasiones, la introducción en el humor vítreo de
burbujas de aire o perfluorocarbonos para expandir la retina puede asociarse, en
presencia de óxido nitroso, a un incremento en el tamaño de la burbuja
introducida y, por lo tanto, a un aumento de la presión intraocular que
comprometa la perfusión retiniana. Por eso, en este tipo de cirugía se
recomienda prescindir del uso de óxido nitroso.
El retinoblastoma, en su abordaje quirúrgico convencional, puede asociarse a
un estímulo importante del centro vagal con bradicardia refleja y emesis
postoperatoria (53). El tratamiento del retinoblastoma mediante radioterapia
localizada requiere de la administración de 16 a 24 sesiones de radiación.
Estas sesiones se reparten en 4 ó 5 tratamientos semanales, durante 4 a 6
semanas. Durante las mismas, el paciente debe permanecer absolutamente inmóvil
por un corto período de tiempo, que oscila entre 45 y 90 segundos. El principal
desafío del anestesiólogo consiste en que debe permanecer a distancia durante
este tiempo, debido a la radiación, por lo que deberán extremarse las medidas
de seguridad en la vía aérea y en la adecuada monitorización.
Despertar y dolor postoperatorio
El objetivo principal después de una anestesia en un paciente pediátrico
con afectación ocular, es conseguir un paciente despierto con una mecánica
ventilatoria normal, sin dolor ni agitación (54). En la inmensa mayoría de los
casos se recomienda la extubación del paciente aún dormido una vez recuperada
la ventilación espontánea, lo que evita aumentos indeseables de la presión
intraocular en el momento de la retirada del tubo endotraqueal (55). El paciente
pediátrico puede estar agitado en el período postoperatorio inmediato debido a
varias causas. La principal a descartar es la debida a la desazón que provoca
en niños especialmente pequeños el tener uno o ambos ojos tapados. La
explicación previa a la operación o el contacto físico con uno de los padres
suele ser bastante para solucionar dicha situación. El uso de agentes
hipnóticos de rápida eliminación como el sevoflurano, especialmente en
pacientes lactantes, se ha asociado a la presencia de agitación y
desorientación importante en el período postoperatorio. Este tipo de
agitación es autolimitada y suele desaparecer en unos minutos. Otro motivo
adicional de agitación postoperatoria es el tratamiento inadecuado del dolor
(56). La cirugía oftálmica no genera estímulos dolorosos intensos, siendo
suficiente la administración de analgésicos no opiá ceos por distintas vías
de administración (56) (tabla 2). Sin embargo, puede ser necesario reforzar la
analgesia en determinadas ocasiones como en el estrabismo, la criocirugía o el
desprendimiento de retina, administrando los agentes analgésicos potentes que
sean precisos (57) (tabla 2). Finalmente, otra fuente de agitación puede ser la
presencia de náuseas y vómitos severos que precisen de la administración de
antieméticos potentes como droperidol 10-20 mcg/kg (59), metoclopramida 0,2
mg/kg o tropisentron 0,1 mg/kg, por vía intravenosa (60).
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