La braquiterapia es una forma de tratar tumores por medio de una radiación
focalizada. La primera aplicación en el tratamiento de tumores intraoculares
fue descrita por Moore en 1929 y consistía en introducir directamente las
semillas de radón en un retinoblastoma (1). Posteriormente Stallard diseñó
las placas de cobalto, que implantadas sobre esclera liberaban la radiación al
tumor de forma transescleral (2). En el mundo pediátrico la braquiterapia se
utiliza fundamentalmente en el manejo del retinoblastoma. Las placas son capaces
de controlar tumores con diámetros de hasta 16 mm, y alturas de hasta 8 mm que
escapan a otros tipos de terapia local como crioterapia, termoterapia o
fotocoagulación, y son el tratamiento de elección en los casos de siembra
vítrea localizada, cuya única alternativa era la radioterapia externa (3,4).
Por otro lado las estructuras oculares pueden tolerar la aplicación de más de
una placa en casos seleccionados de recidiva tumoral (5), y se ha comprobado que
la respuesta es similar y cercana a un 90% de remisión tanto en tumores
tratados de novo como en los tratados previamente mediante otras técnicas,
incluída la radioterapia externa. De este modo se han incrementado las
probabilidades de conservación ocular en niños radiados que de otra forma
serían para enuclear (3,4). Las placas epiesclerales son también una
alternativa a la radioterapia externa en el control de los tumores maculares que
inducen deterioro visual o que producen ambliopía, ya que respetan el resto del
globo ocular y no inducen deformidades orbitarias ni la temida aparición de
segundas neoplasias favorecidas por la radioterapia (3).
Figura 1. Placas suministradas por Bebig para tratamiento de tumores
en adultos y niños.
Figura 2. Placas de rutenio de utilización pediátrica.
Las primeras placas empleadas con buenos resultados en el tratamiento del
retinoblastoma fueron las placas de Cobalto-60, sin embargo su alto potencial
energético producía lesiones tisulares intolerables y una elevada exposición
al personal que obligaron al desarrollo de otros isótopos más seguros como el
Ruthenio-106 (Ru-106), Iridio-192 (Ir-192), Paladio-103 (Pd-103), Estroncio-90
(Sr-90), y más recientemente Yodo-125 (I-125) (6). Este último es el isótopo
más empleado por los Shields en Filadelfia. Es barato y proporcionado, con
propiedades físicas interesantes como alta penetrabilidad, baja energía y
facilidad para individualizar el diseño de las placas ya que las semillas de
Yodo se distribuyen en la placa según el tamaño y la morfología tumoral (7).
En Europa sin embargo, el Ru-106 es el isótopo más extendido, y sus
principales ventajas son su larga vida media que posibilita la reutilización de
una misma placa durante un año, y una menor radiotoxicidad en los tejidos
adyacentes al tumor tratado.
Nosotros disponemos de 5 tipos de placas de Ru-106, 3 redondas de diferentes
diámetros, una para tratar tumores yuxtapapilares diseñada con una escavación
que se ancla alrededor del nervio óptico, y una adaptada a tumores
periféricos. Todas tienen dos anclajes que permiten manipular la placa sin
dañarla, y suturarla a esclera para impedir desplazamientos.
Las dosis recomendadas por el Grupo de Tumores Oculares son de 45-50 Gy en el
vértice (8); de esta forma la esclera recibirá una dosis aproximada de 50.000
cGy en el caso de emplear placas de rutenio. Actualmente hay una tendencia a
reducir la dosis en niños tratados con quimioterapia (a unos 35-40 Gy en apex)
ya que ésta parece incrementar el riesgo de retinopatía radioactiva (9).
También se ha observado recientemente que en estadíos avanzados (4 y 5 de
Reese-Ellsworth), la asociación de quimiorreducción y placas no consiguen
siempre detener el crecimiento tumoral (10). En tumores altos la termoterapia
aplicada sobre el vértice del tumor inmediatamente antes de colocar la placa
permite utilizar menos dosis de radiación con la misma eficacia, disminuyendo
el riesgo de efectos secundarios hacia estructuras vitales como la mácula o el
nervio óptico. La dosis de radiación en los casos de siembra vítrea
localizada se calcula en base a la profundidad de la siembra (4).
Figura 3. Secuencia de colocación de la placa radiactiva con
desinserción muscular, transiluminación y colocación de placa simuladora de
plástico y posteriormente la cargada de radioactividad.
TÉCNICA DE COLOCACIÓN DE LAS PLACAS
Todo el procedimiento quirúrgico se realiza bajo anestesia general. Abrimos
conjuntiva y Tenon a través de una peritomía que nos permita acceder a la zona
donde será implantada la placa. Los músculos rectos y oblícuos de esta zona
son identificados y aislados. Los tumores localizados cerca de inserciones
musculares complican la técnica quirúrgica y obligan en ocasiones a
desinsertar un músculo de forma temporal.
La posición de la placa se planifica con anterioridad. Disponemos de un
programa informático, distribuído con las placas de Ru-106, capaz de simular
mediante matrices tridimensionales la posición del tumor y de la placa con
referencias anatómicas bastante precisas. En quirófano localizamos el tumor
transiluminando con la fibra óptica del vitrectomo desde el lado opuesto a la
posición del retinoblastoma; así se proyecta en la esclera la sombra del tumor
que es dibujada con un rotulador. Antes de colocar la placa real, suturamos en
la posición marcada una placa de plástico transparente. Esto nos permite
comprobar por indentación o transiluminación si la posición de la placa
respecto a la base tumoral es la correcta y hacer las rectificaciones necesarias
sin dañar la placa activa. En nuestra experiencia los ultrasonidos
intraoperatorios no aportan ventajas en la verificación de la posición de la
placa, aunque en la literatura se describe que la ecografía detecta en un 24%
alineamientos erróneos que requieren recolocación de la placa (11). La
resonancia nuclear ofrece imágenes tridimensionales de gran precisión pero es
un procedimiento largo que en los niños requiere anestesia general (12,13). El
T.C. helicoidal computerizada es más rápida y produce reconstrucciones de
gran interés, pero aún no ha sido evaluado en la verificación de la posición
de placas epiesclerales.
Figura 4. Representación tridimensional para simulación en la
colocación de una placa de rutenio que suministra el programa informático de
Bebig.
La placa de plástico es reemplazada por la placa activa que se anuda en la
sutura. Si hay músculos desinsertados se suturan, y se finaliza el
procedimiento con el cierre de la conjuntiva.
Figura 5. Medición de radiactividad en el momento de oclocación de
la placa de rutenio.
Figura 6. Reactivación de un retinoblastoma tras calcificación
total por quimioterapia, tratado con placa radiactiva.
Figura 7. Regresión de la tumoración tras el tratamiento con
rutenio.
Durante la cirugía el radiofísico cuantifica la emisión de radiación. El
niño permanece ingresado hasta que se retira la placa, que suele ser a las
24-48 horas según la altura tumoral. En algunos niños la conjuntiva se
mantiene quemótica e isquémica durante algunas semanas. En nuestra experiencia
la respuesta de los retinoblastomas a las placas epiesclerales de Ru-106 ha sido
espectacular, con claros signos de remisión a partir de la segunda semana del
tratamiento, y sin complicaciones valorables hasta el momento.
Bibliografía
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