PRESENTACION


 

El SIDA no es sólo un problema de salud pública, sino una enfermedad social y moral, que ha sustituido al cáncer como «mito» convirtiéndose en la «lepra del siglo XX»; ha quebrantado la confianza en las relaciones interpersonales por el riesgo de contagio, y ha hecho saltar en pedazos la confianza en la Medicina moderna.

Lamentablemente no podemos afirmar todavía que la pandemia del SIDA haya llegado ya, sino más bien que está a punto de comenzar. Los más de 4 millones de pacientes clínicamente ya enfermos y los 12 a 16 millones de portadores asintomáticos que se calcula existen en el planeta, no son nada comparados con la previsiones de la Organización Mundial de la Salud para el año 2000 (sólo dentro de 4 años): de 40 a 110 millones de portadores del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), más del 80% de ellos en África subsahariana y Asia, que tras un período de latencia de 3 a 10 años acabarán desarrollando la enfermedad.

Pero si la posibilidad de áreas geográficas aniquiladas y más del 75% de sus camas hospitalarias ocupadas por pacientes con esta terrible enfermedad resulta un dato demasiado lejano, más próxima a nuestra realidad está la presencia en nuestro país de más de 30.000 pacientes y las previsiones para el año 2.000 de 200.000 portadores de la enfermedad, siendo el segundo país europeo en número de casos totales de SIDA, pero el primero en incidencia y en casos de SIDA pediátrico.

Si con la mayor supervivencia de los pacientes, la frecuencia de las manifestaciones oftalmológicas acontecen en casi el 50% de todos los casos, queda justificada esta obra. En otras palabras, será muy difícil que en los próximos años, y tal vez en las próximos décadas, algunos o muchos de los pacientes visitados por cualquier oftalmólogo de nuestra Sociedad no sean portadores del VIH.

Será necesario pues que conozcamos con exactitud tanto las rutas de contagio de la enfermedad, las medidas de prevención, las maniobras quirúrgicas de mayor riesgo, y qué hacer ante un pinchazo accidental, así como por ejemplo que el desarrollo de un carcinoma conjuntival, un síndrome de ojo seco o una parálisis oculomotora sean en realidad la primera manifestación de un SIDA hasta ese momento asintomático; al igual que ante una hemorragia subconjuntival persistente o una trombosis venosa atípica, estamos realmente en presencia respectivamente de un sarcoma de Kaposi o un retinitis por citomegalovirus.

La obra se divide en diferentes partes, agrupándose los capítulos afines. Cada uno de ellos dispone de un cuadro sinóptico inicial, que encierra los «conceptos básicos que deberán recordarse», lo que acompañado de extensa iconografía, facilitará tanto una lectura rápida como la minuciosa y lenta, sin perder la perspectiva de lo fundamental frente a lo anecdótico.

Hemos intentado que el lector pueda acceder tanto a cuestiones esenciales como pueden ser los diferentes porcentajes de las causas de ceguera, o el algoritmo práctico terapéutico del tratamiento de la retinitis por citomegalovirus, como a aspectos puntuales, por ejemplo el estado actual de las vacunas, el número de casos de criptococosis intraoculares o de celulitis orbitarias publicados.

Somos conscientes de que esta ponencia envejecerá mucho más rápidamente que otras con la aparición de nuevos cuadros clínicos y tratamientos, pero confiamos en que el lector seguirá encontrando en ella una visión completa y al mismo tiempo práctica que le permita resolver las dudas diagnósticas y terapéuticas de su paciente concreto.

Mención muy especial merecen la colaboración de los Profesores Narsing A. Rao (Doheny Eye Institute, University of Southern California), William R. Freeman y del Dr. J. Fernando Arévalo (University of California-San Diego), autoridades indiscutibles en la materia, aportando su experiencia en patologías infrecuentes en nuestro medio (coroiditis por pneumocystis carinii y necrosis retiniana externa herpética), técnicas diagnósticas sofisticadas como las biopsias intraoculares, o alternativas terapéuticas todavía no disponibles como los implantes intraoculares para el tratamiento de la retinitis por citomegalovirus.

El Profesor Juan Durán, y los Dres. Alfredo Adán y José López-Aldeguer han cubierto las parcelas que respectivamente les correspondían como expertos: la córnea en el SIDA, los desprendimientos de retina particulares en el curso de esta enfermedad, y los aspectos generales clínicos y terapéuticos desde la perspectiva de la Medicina Interna.

El resto y el peso principal ha recaído sobre nuestro equipo. La labor de los editores asociados y coautores Dres. Amparo Navea y Gonzalo Muñoz cohesionando la obra y encargándose de aspectos de especial complejidad como la Neurooftalmología. La altura profesional de los Dres. Enrique España, Juan Cano, Antonio Rodríguez-Galietero y José Belda queda reflejada en los capítulos que recogen desde los aspectos etiopatogénicos, epidemiológicos o psicosociales de la enfermedad, hasta la globalidad de la patología oftalmológica (conjuntiva, párpados, retinitis por citomegalovirus, toxoplasmosis, herpes, sífilis, criptococosis, órbita, etc.) y nunca será suficientemente agradecida ni reconocida en estas breves líneas.

La generosa aportación de casos clínicos excepcionales por parte de los Dres. Pedro Tañá, Marta Suárez de Figueroa, Josefina Bañuelos, Rafael Martínez-Costa, Mercedes Hernández, Enrique Velilla, David Andréu, Antonio Piñero y José Luis Olea ha permitido completar la visión iconográfica del tema.

Deseamos expresar nuestro agradecimiento a todos los que han colaborado en la realización de esta ponencia, y también a D. José García-Sicilia y su eficaz equipo la dedicación y esmero en la confección de la misma.

Finalmente es necesario saber que esta obra es el fruto de un privilegio: el que ha tenido el editor con sus maestros. El Dr. Manuel Díaz Martínez y la Dra. M.» Dolores Llopis, mis primeros maestros, su gran vocación engendró mi vocación, y de los que he aprendido el trato humano con el enfermo y muchísimas facetas de la Oftalmología de incalculable valor que no están en los libros. El Profesor Jesús Prieto, Catedrático de Medicina Interna de la Universidad de Navarra, del que aprendí a «pensar en Medicina» y así a desarrollar el arte del diagnóstico. El Profesor José Luis Menezo, figura indiscutible de la Oftalmología y mi principal maestro, del que he intentado aprender su entusiasmo, su carácter luchador, y su espíritu innovador y pionero. El Profesor Juan Durán de la Colina, del que he aprendido que ser profesor universitario es mucho más que impartir unos seminarios o dirigir una tesis: una vocación y una responsabilidad con uno mismo y la sociedad.

Agradecer a la Sociedad Española de Oftalmología, y muy especialmente al entonces su Presidente el Profesor Manuel Sánchez Salorio, maestro de maestros, la confianza depositada al confiarnos en la ciudad de Sevilla en el otoño de 1992 esta Ponencia.

 

Dr. Manuel Díaz Llopis
Valencia, otoño de 1996

 

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