EDITORIAL


Del ambulatorio a la óptica

Desde mi llegada a la oftalmología, han sido incesantes las diatribas acerca de la intromisión de los ópticos en tareas supuestamente propias de nuestra especialidad. El que graduasen y prescribieran gafas no parecía apropiado ni aceptable; adaptar lentes de contacto era absolutamente ilegal. Actualmente han sido aceptadas por todos estas funciones y, lo que es más importante, la sociedad (el consumidor) no las cuestiona y ni se las plantea. Si hemos de ser sinceros, aparte de una política de hechos consumados, las demandas de los ópticos se han visto facilitadas por el nihilismo de los oftalmólogos y por el sistema sanitario actual.

La razón para revisitar esta cuestión se justifica en algunas novedades preocupantes para la profesión de oftalmólogo sobre los que merece la pena reflexionar: la propuesta de un programa de licenciatura, los contratos de los sistemas sanitarios a ópticos y la situación en EE.UU.

La licenciatura de óptica dedicará un significativo número de créditos a la patología y a la farmacología ocular, muchos más que la licenciatura de medicina. Será complicado evitar que ejerzan como clínicos en un futuro próximo y por ser licenciados acederán al doctorado y serán "doctores", culmen victorioso de la batalla terminológica que ellos mismos fomentan.

La gestión sanitaria y la búsqueda de prestaciones sanitarias más económicas están fomentando el contrato de diplomados en óptica para sustituir en algunas tareas a los oftalmólogos. Aparte de la presencia de ópticos en ambulatorios y servicios hospitalarios, el Servicio Vasco de Salud/Osakidetza, ha llegado a un acuerdo con los ópticos de Vizcaya para que atiendan a asegurados, con el fin de aliviar las listas de espera y la masificación de los ambulatorios. Esta medida es un buen logro de gestión: se reducen las listas de espera y se abarata la prestación, pues los ópticos realizan este servicio de forma "gratuita". Es de esperar que la atención a los pacientes sea máxima, por competencia entre centros ópticos, mayor dedicación y mayor capacidad para hacer una labor minuciosa. Al contar con márgenes tan largos (aunque ya no es lo que era), las ópticas podrán disponer (y disponen) de campímetros computarizados, topógrafos corneales y todo tipo de instrumental y de personal auxiliar, impensable en un ambulatorio. El oftalmólogo del ambulatorio tendrá que desgañitarse para poder hacer graduaciones con precisión y realizar convenientemente las exploraciones pertinentes, sin incentivos más que los de su propia vocación personal. Con los seguros privados sucede algo similar: el especialista consulta y sigue al paciente por unos honorarios de miseria y el paciente se hace las gafas y/o las lentes de contacto en la óptica.

En EE.UU. las atribuciones de los ópticos (son OD: optometric doctor) varían entre estados, pero una mirada hacia lo que sucede allí nos puede adelantar el panorama de nuestro futuro. Cada vez es mayor la presencia de ópticos en los hospitales y en algunos estados están autorizados a prescribir medicaciones y al empleo de láseres. Los ejemplos en países de la CE no son válidos por la total ausencia de legislación y de costumbres comunes. Dudo que alguna vez se llegue a converger en este espinoso asunto.

Pero, después de todo, no creo que todo esto haya ocurrido a pesar de nosotros. Plantear una lucha visceral y arbitraria entre buenos (por supuesto, los oftalmólogos) y malos (por supuesto, los ópticos), es una torpeza y demuestra una miopía (¿a quién corresponderá tratarla?) bien alejada de la eficacia y de la realidad social. No existen oftalmólogos que se quieran señalar o liderar movimientos con el fin de limitar la actividad de los ópticos, nadie quiere tenerlos en contra. Paradójicamente y como ya hizo notar don Gustavo Leoz, los que estamos pasando el ecuador de nuestra vida profesional y los más cercanos a la jubilación, parecemos más empeñados en esta lucha (eso sí, siempre de puertas adentro) que los que realmente se juegan su futuro: los profesionales más jóvenes. Para estos residentes y especialistas noveles, todo lo que se aparte de las técnicas de microcirugía es asunto mezquino, indigno de un oftalmólogo, y el hablar de asuntos profesionales no va con ellos.

Si la sociedad no es capaz de percibir la función del oftalmólogo en su atención sanitaria, la especialidad se irá reduciendo a los mínimos, llegando a perder la asistencia primaria y la atención médica de las enfermedades del aparato ocular. Las autoridades sanitarias, con unos gastos crecientes, no tendrán más remedio de acudir (ya lo hacen) a profesionales más baratos para sustituir a los señoritos oftalmólogos. Si esto ocurre en otras especialidades, las facultades de medicina tendrán que reducir su alumnado y el MIR convocará menos plazas. Es hasta posible que, bajo una perspectiva ultrarracional, esto sea lo más acertado. Veo un futuro de clónicos operando facos (la cirugía refractiva será de los ópticos). Pero, bien mirado, la faco también tiene su lado refractivo...

Prof. Juan A. Durán de la Colina
Catedrático de Oftalmología del País Vasco