EDITORIAL

Innovaciones

  

Los inventos realizados en los ámbitos de la medicina y la biología son un pálido reflejo de la evolución operada en estas dos ciencias. En realidad, estos inventos son tan sólo un material cuyo alcance es secundario en relación con los revolucionarios cambios introducidos en el conocimiento de los seres vivos y en las técnicas de curación.

Hasta mediados del siglo XX, por mencionar una fecha de referencia, la medicina y la biología se mantuvieron fieles a las viejas ideas categoriales, casi mecanicistas, heredadas de la tradición clásica. Si cierto organismo manifestaba un determinado síntoma, se le administraba cierto producto supuestamente destinado a tratar la causa del síntoma. El remedio era, sin duda, indispensable, ya que uno de los deberes del médico era remediar el sufrimiento de su paciente. Pero era también bastante rudimentario, y frecuentemente provocaba tanto mal como bien. A partir de 1950, aproximadamente, la interpretación de un organismo vivo pasó de ser estática a concebirse en términos dinámicos y empezó a comprenderse que el equilibrio que rige la vida se basa en múltiples interacciones de subsistemas. Se intentó entonces analizar la naturaleza de estos subsistemas y, como en física, se descendió del nivel del tejido al de la célula y de este a niveles tan mínimos como el del ADN. Entonces, hacia los años sesenta, la vieja biología de otros tiempos —que de hecho era simple naturalismo— se convirtió en la biología molecular y no hay otra biología que esta.

Al mismo tiempo empezaron a surgir inventos que sólo adquirían sentido en este contexto, como los anticuerpos monoclonales, que imitan los productos del sistema inmunitario; el trasplante genético, inconcebible hace sólo treinta años, o el ratón transgénico, impensable hace sólo diez. Inventos fundamentales que han modificado desde su aparición el futuro de la medicina, mientras que sus aspectos prácticos apenas han sido esbozados.

También han empezado a aparecer inventos en cirugía, como el casco gamma o el bisturí láser, que convierten el arte del escalpelo de comienzos de siglo en una especie de carnicería desesperada, y medicamentos que son a la antigua farmacopea lo que la penicilina es a la «triaca magna» de los boticarios.

Los inventos realizados en este campo, relegan los últimos mil años de medicina y biología a la prehistoria de estas ciencias.

  

Gustavo Leoz