LA VENTANA DEL RESIDENTE

Oftalmología, una especialidad golosa

ARNALICH F



Dr. Fco. Arnalich, Residente de Oftalmología del Hospital Ramón y Cajal.

Por estas fechas, como todos recordaremos con más o menos cariño, pululan por los pasillos de los hospitales una hornada de médicos aun no muy maleados por el sistema sanitario, y con un dilema existencial tremendo: son los recién licenciados. A las típicas cuestiones de qué carrera escoger, dónde trabajar después, con quién casarse, y dónde vivir (esto, hoy en día, tal y como está el asunto urbanístico, es un tema perdido), el médico tiene que añadir el dilema de pasar de la ciencia médica en abstracto a especializarse en algo concreto, muy concreto, o extremadamente concreto, vamos, ley de vida.

Aunque dura, la elección de plaza es un acto de fe ilusionante. Tus propios pacientes, el primer salario, los nuevos compañeros, un trato más cordial con los que antes te examinaban, las guardias, y tantas otras utopías quedan a la vuelta de la esquina. Uno puede equivocarse de especialidad pero no debe. Desde luego, el objetivo es no tener que volver a pasar por el examen MIR.

Y para el candidato es como encontrarse en un bazar repleto de ofertas. Algunos venden lo invendible, otros desaniman con su apatía, y muchos se encogen de hombros con la primera pregunta comprometida acerca de su especialidad, «pues chico que quieres que te diga, tu verás lo que haces». Sin embargo dos cosas me llamaron poderosamente la atención cuando pasamos por aquella etapa: los residentes de oftalmología mostraban encantados los entresijos de su especialidad, y el resto de residentes opinaban que si hacías oftalmología eras un tío listo. Añadían que vivirías de lujo, ganarías dinero, dormirías mucho en las guardias, y que harías... bueno, no sabían lo que harías... porque el ojo es una ciencia desconocida. Así que abrumado, salías pensando cómo se podría compaginar en un futuro el ser un especialista híbrido entre Julio Iglesias, la Bella Durmiente, y la bruja Lola (o Chumari dependiendo del sexo).

Por ello y con motivo de la próxima incorporación de nuevos compañeros al mundo de la oftalmología, me veo en la necesidad de hacer justicia sobre ciertos tópicos.

   

1. Se vive muy bien, de lujo, no se hace nada y te forras

Esto que podría deslumbrar a más de uno, no es un aliciente para el prototipo de estudiante de medicina, sino más bien todo lo contrario. Queremos vivir bien, ¡claro!, pero trabajándolo. Parece que el médico, para serlo, tiene que vivir al límite y ganar un sueldo mísero, y que el resto, pues son eso, privilegiados. Supongo que esta creencia errónea es un tipo de deformación profesional aquí en España. La oftalmología, por ahora, permite que más o menos puedas elegir tu forma de vida, sin estar obligado, si no lo deseas, a un trabajo de sacrificio impagable.

A esto, se puede añadir la gran labor social que puede hacer el oftalmólogo desinteresadamente. Como viene siendo habitual en los últimos años, son muchos los que aprovechan sus vacaciones para prestar sus manos a los ojos necesitados del tercer mundo.

   

2. En las guardias se duerme un montón

En ninguna guardia se duerme mucho, ni en cantidad ni en calidad, ahora bien, en las nuestras, gracias a los pacientes, sí que disponemos de unas cuantas horas de sueño. Vemos que de nuevo surge aquí el concepto equivocado del sufrimiento como modo de vida inherente al médico. Esas peleas herculianas acerca de quién duerme menos causan orgullo entre los residentes, y desgracias en los pacientes que tienen que ser atendidos por almas en pena. Creo que tener sueño y un buen rendimiento intelectual son estados que van inversamente ligados.

   

3. La Oftalmología es una especialidad desconocida

La Oftalmología siempre ha sido una ciencia médica, y en las antiguas facultades era una de las asignaturas tradicionales junto con medicina y cirugía. La Sociedad oftalmológica hispano-americana se reunió en el año 1903, mucho antes que la constitución de muchas de las sociedades de especialidades que conocemos hoy en día. Sin embargo, a pesar de ser una especialidad clásica, y por ello con siglos de tradición, esta ciencia médico-quirúrgica avanza en nuestros tiempos de forma exponencial, tanto a nivel clínico-quirúrgico como de investigación.

Manejamos enfermedades metabólicas, colagenopatías, infecciones, procesos neoplásicos, alteraciones neurosensoriales, y motores, lo que implica múltiples áreas de conocimiento médico. A nivel quirúrgico manipulamos hueso, músculo, piel, sistema nervioso central (¿qué es la retina si no?), así como tejidos propios y exclusivos del ojo. Y además somos bastante independientes a la hora de realizar pruebas diagnósticas (ECO, Biometrías, OCT, Angiofluoresceingrafía, ERG, Campimetrías), y en la anestesia. Como se diría popularmente, el ojo es pequeñito pero matón, y además, si tú te lo guisas, tú te lo comes.

Así que compañeros, perdonad mi ingenuidad, pudiera estar engañado y en el peor de los casos tendré que rectificar. Ahora bien, cuando lo más rutinario de nuestra especialidad es algo tan bonito como el abordaje de una catarata, dando vista a quien no ve, no puedo más que decir que la cosa está clara, aún me alegro de mi elección.