HISTORIA Y HUMANIDADES


Ramón Castroviejo. Centenario
(parte I)

MURUBE J1, MUÑOZ NEGRETE F1, GUTIÉRREZ CARMONA F1

(1) Doctor en Medicina y Cirugía.


Ramón Castroviejo Briones nació el 24 de agosto de 1904 en Logroño, hace ahora 100 años. Su padre, Ramón Castroviejo Novajas, era un conocido oftalmólogo de esta ciudad. Fue el mayor de 4 hermanos. Pasó una juventud feliz, siendo sus principales aficiones los deportes como el montar en bicicleta, nadar y jugar al balompié. Desde pequeño observó algunas operaciones quirúrgicas de su padre, y nunca concibió otra cosa que seguir su profesión.

Hizo el bachillerato en el colegio de los Hermanos Maristas, de Logroño, y cuando lo terminó en 1920, se trasladó a Madrid, donde estudió medicina en la Facultad de la Universidad Central, la única que entonces existía en la capital de España. Durante este tiempo mantuvo su afición a los deportes, especialmente el lanzamiento de jabalina, en el que fue campeón universitario, y subcampeón de España en 1927.

En 1927 se licenció como médico, y comenzó su formación especializada como oftalmólogo, primero en el Hospital de San Carlos con Márquez, y después en el Hospital de la Cruz Roja con Poyales. Durante este tiempo se interesó en la cirugía e histopatología de las queratoplastias de Leoz Ortín, quien trabajaba con Ramón y Cajal en la Universidad Central de Madrid (54-56).


Fig. 1.
Castroviejo 1950.

En 1929 viajó a EEUU con una beca de 6 meses que Fisher le ofreció para el Ear, Nose and Throat Hospital and College de Chicago. Castroviejo se trasladó a esta ciudad en un momento en que la Ley Seca estaba convirtiendo a Chicago en un mito de la literatura y el cine, y en la que el alcohol de los hospitales y laboratorios desaparecía si no era bien controlado. En Chicago, Castroviejo comenzó a practicar en animales su experiencia en queratotransplantes adquirida en Madrid con Leoz Ortín, lo que resultó allí novedoso, pues en aquel tiempo, los queratotransplantes sólo se practicaban en Europa y en muy escasa cantidad (48,50,54-56). Viendo mejores posibilidades de investigación que en España, prolongó su estancia en EEUU, y en 1930 se presentó y pasó el American Board Exam. Las queratoplastias animales le dieron resultados bastante malos, y eso le llevó este mismo año a volver a Europa y recorrer los centros donde se practicaban transplantes corneales. Y así, visitó las clínicas universitarias de Madrid, Paris, Viena, Berlin y Praga.

A principios del siglo XX la técnica estándar de los pocos queratotransplantes que entonces se hacían era lamelar no penetrante, con conservación de la membrana de Descemet (von Hippel 1888) (65), conservación que se intentaba no por razones inmunológicas o de mantenimiento de la actividad endotelial corneal —que entonces se desconocían— sino porque las queratoplastias penetrantes solían complicarse con pérdida acuosa, hernia de iris, infección y opacificación. La práctica no perforante de von Hippel se fue abandonando en las décadas siguientes, más que por razones teóricas, por la dificultad práctica de conseguir una buena delamelación supradescemética en una época en que no se usaba microscopio quirúrgico. El primer transplante perforante exitoso lo publicó Zirm (66) en 1906. En la época en que Castroviejo recorrió Europa la técnica de queratoplastia más extendida era la de Elschnig (Praga), basada en los últimos resultados de los aproximadamente 180 transplantes que este autor hizo a lo largo de su vida: Corte perforante con el trépano de relojería de von Hippel de 4’6 mm de diámetro, colocación libre del botón donante y paso sobre él, sin perforarlo, de dos suturas de seda paralelas fijadas a la conjuntiva yuxtalimbal superior e inferior. Sólo conseguía la transparencia en uno de cada 5 casos.

Cuando Castroviejo volvió a EEUU, William L. Benedict le ofreció una beca en la Clínica Mayo, en Rochester (Minnesota), que aceptó. Allí reunió toda la literatura existente, y operó cientos de conejos y algunos perros, reproduciendo todas las técnicas existentes y haciendo variantes en cuanto a profundidad (lamelares, con preservación de Descemet, grosor total, lamelo-penetrantes en escalón), diámetro (de 3 mm a córnea total, o con conjuntiva y esclera añadidas), forma (circular, rectangular, cuadrada, trapezoidal, triangular, estrellada), bordes (perpendiculares, escalonados, biselados), sujeción ( libres cubiertos por suturas conjuntiva-conjuntiva o córnea receptora-córnea receptora, libres cubiertos por conjuntiva deslizada o invertida)… Los primeros resultados los presentó en las reuniones científicas semanales de la Clínica Mayo (10,13) y los publicó en detalle poco después (14,15). Su conclusión final fue hacer transplantes cuadrados de 4 mm de lado o rectangulares, iniciados con su cuchillete de doble hoja , y completados con tijera, resultando de bordes biselados. Colocado el injerto en el hueco receptor, no lo sujetaba con las suturas sobrepuestas al uso, sino con dos colgajos conjuntivales disecados a partir del limbo superior e inferior y deslizados y suturados entre sí en el centro de la córnea (20).

En 1932, Maynard C. Wheeler le dio una beca de investigación en el recién estrenado Eye Institute del College of Physicians and Surgeons de la Universidad de Columbia, en Nueva York (52). Allí, en el Eye Institute del Columbia Presbyterian Medical Center, Castroviejo continuó investigando en animales y comenzó a aplicar sus experiencias en pacientes. En 1933 viajó a Europa para presentar sus observaciones en el XIV Concilium Ophthalmologicum Universale (16), que se desarrolló en Madrid, provocando gran atención tanto en América como en Europa. Entre 1936 y 1939 se desarrolló la guerra civil española y entre 1939 y 1945 la segunda guerra mundial. Durante este tiempo Castroviejo desarrolló en Nueva York una gran actividad investigadora en histopatología (7,9,11,25), biomicroscopía e imágen (8,9,23,64), y cirugía ocular principalmente en queratotransplante (18-20,22,24-27). pero también en glaucoma y catarata (7,12).

Sus preferencias en cuanto a la fijación del queratotransplantes eran los colgajos conjuntivales por deslizamiento (20). Así solía evitar la filtración acuosa y consiguiente atalamia y sinequias anteriores. Las frecuentes infecciones las prevenía o trataba con sales de plata (Argyrol) o nitromersol (Metaphen), pues aún no habían aparecido los antibióticos. También faltaban antiinflamatorios eficaces, pues la cortisona no aparecería hasta que Kendall, de la Clínica Mayo, la presentó en 1948. Con la farmacopea y conocimientos de la época, Castroviejo obtenía en sus queratoplastias un 50% de transparencias. Los casos opacificados, en una época en que aún se entendía mal lo que era un rechazo inmunológico, se achacaban a la «enfermedad del injerto» (maladie du greffon), frecuentemente desencadenada por enfermedades infecciosas extraoculares, entre las que Castroviejo daba gran importancia a las sinusitis.

En 1941, publicó los resultados de su experiencia en queratotransplantes obtenida en casi 400 animales y más de 200 pacientes, cantidad insólita en aquellos tiempos (30,31). Su cuchillete de doble hoja fue un gran avance en las queratoplastias cuadrangulares de 4 a 6,5 mm. Con él, hacía una incisión superficial perpendicular a la superficie corneal y continuaba con tijera haciendo el corte profundo perforante con un bisel de 20° , y presionando el botón transplantado con una sutura doble sobrecruzada sin perforarlo. Así alcanzó un 90% o más de transparencias. Castroviejo no dejó de hacer transplantes penetrantes circulares con sus trépanos manuales de 4,5, 5,5, y 6,5 mm (29), pero estos cortes eran necesariamente perpendiculares a la superficie, y el injerto quedaba mal sujeto tras colocarlo, pues la imperfección de las agujas y suturas de la época hacía muy traumatizante el perforar las córneas donante y receptora, y esto le llevó a intentar botones circulares biselados, por lo que ensayó desde 1937 y publicó en 1941 (29) un trépano que permitía hacer queratoplastias perforantes circulares de bordes biselados, mediante una copa de aspiración que se fijaba por succión a córnea o limbo, y un cuchillete en posición oblicua que rotaba cortando la córnea en bisel.

En aquella época, la forma habitual de fijar el transplante eran las suturas sobrepasadas sobre el injerto, sin perforarlo, o los colgajos de conjuntiva sobrepuestos. La primera sutura directa injerto-receptor había sido publicada por Eveling et al (47) en 1921, usando agujas rectas n.º 16 y seda. En los años 40 comenzó a extenderse lentamente la sutura directa borde a borde de injerto y receptor (Arruga 1945, Barraquer 1948, Castroviejo 1948) (2,3,32), y en este movimiento uno de los pioneros fue Castroviejo (28,29), hasta hacerse su método de elección a lo largo de los años 50 usando sutura continua o interrumpida. No existían suturas atraumáticas y el hilo, de 5 a 8 ceros, debía enhebrarse en agujas con «ojo», siendo por tanto el hilo doble en su primera porción; el acto de pasar la aguja por un tejido a ojo abierto podía ser tan traumatizante, que para evitar este posible daño durante el acto quirúrgico, se aconsejaba tunelizar previamente en el injerto el trayecto que iba a seguir el hilo.

La actividad investigadora, imaginativa y literaria (14-16,18,19,26-29,32,33) de Castroviejo fue paulatinamente convirtiendo a Nueva York en el centro referencial de los transplantes a lo largo de los años 40. La frecuencia progresiva de ellos llevó a la municipalidad de Nueva York a proponer la creación del primer banco de ojos del mundo para obtención, conservación y suministro de córneas humanas, cosa que fue llevada a cabo por Townley R. Paton, en 1944, aprobada por el Estado de Nueva York en 1945, y hecha operacional a finales de los 40. El liderazgo de las queratoplastias se había desplazado de Praga (Elschnig, 1863-1939) y Odessa (Filatov, 1875-1956) a Nueva York.

Su cambio de residencia a Nueva York le fue adaptando al mundo norteamericano. En 1946, ya en Nueva York, se casó con una distinguida joven norteamericana, Cynthia Warren Smith, con quien tuvo dos hijos, Alix y Christopher, a los que adoró, y con los que convivió todo el tiempo que le permitía su intensa vida profesional (fig. 2).


Fig. 2. Castroviejo con sus dos hijos haciendo turismo en Luxor (Egipto) en 1959.

Cerca de Nueva York, en Oyster Bay, Long Island, adquirió una residencia de campo donde pasaba todos los fines de semana que tenía libres, y dedicaba su tiempo a la familia, y a leer, escribir y hacer deporte (natación, tenis, piragüismo). Mucho después, cuando ya pasados sus 60 años comenzó a padecer una artritis deformante de caderas, empezó a dedicar más tiempo a la lectura no médica, siendo sus libros favoritos los de biografías históricas y los de historia política.

En 1948, Castroviejo abrió un hospital privado de ojos en el barrio neoyorkino de Manhattan, en el número 9 de la calle East 91, que pronto se transformó en un centro de referencia mundial (57) no sólo para queratoplastias, sino para cualquier problema de cirugía ocular.

Los buenos resultados quirúrgicos obtenidos por Castroviejo en los transplantes corneales penetrantes no fueron aceptados inmediatamente por todo el mundo oftalmológico norteamericano. En 1950 tuvo lugar en Chicago el congreso anual de la American Academy of Ophthalmology, y en él se programó un symposium sobre queratoplastia. Antes de desarrollarse, corrió el rumor de que la conclusión final sería que los resultados de las queratoplastias estaban sobrevalorados, que casi toda la experiencia tenía la limitación de haberse obtenido en animales, y que en humanos los porcentajes de fracaso eran muy superiores. Esto ponía en entredicho sus publicaciones. Castroviejo tomó una decisión directa y práctica. Contactó con muchos de sus operados con queratoplastia perforante, les explicó la situación y les pidió trasladarse a Chicago durante el congreso. Alquiló un vagón de ferrocarril y el día del congreso trasladó de Nueva York a Chicago a los aproximadamente 50 pacientes que aceptaron ir. En Chicago los reunió en el salón de baile inmediato al auditorium de conferencias, en el mismo hotel. Cada paciente portaba una linternita en su mano, de forma que cualquier miembro presente de la Academia podía tomarla y explorar con ella el ojo operado. Casi todos los asistentes al symposium revisaron a los operados. Cuando se abordó en el symposium el tema de las queratoplastias, la guerra de si los transplantes corneales eran útiles o no ya estaba ganada por la evidencia. Este espectacular episodio tuvo una difusión inmediata en EEUU, y una expansión tal, que desde entonces la queratoplastia se convirtió en una operación normal en América.

Durante las dos décadas siguientes Castroviejo pasó a ser el más conocido oftalmólogo estadounidense. Fue nombrado Profesor de Oftalmología de la Post-Graduate School of Medicine de la New York University (1952-1963), Director del Departamento de Oftalmología del Saint Vincent Hospital, NY (1952-1969), y consultor y cirujano de diversas instituciones neoyorkinas como el Bellevue Hospital, St. Clair and Lincoln Hospital, Manhattan Eye, Ear and Throat Hospital, Mount Sinai Hospital, Flower and Fifth Avenue Hospital, etc. todo lo cual alternaba con una actividad clínica y quirúrgica en su Hospital privado en diversas deuterospecialidades oftalmológicas, un trabajo de investigación y publicación clínicas incansable, la asistencia a numerosas reuniones científicas locales, nacionales e internacionales que se calcula en número aproximado de 250, y la atención de los numerosos oftalmólogos visitantes que le llegaban continuamente de todo el mundo (fig. 3).


Fig. 3. Encuentro con sus discípulos en el VI congreso de la Societas Ophthalmologica Europea (1980, Brighton, RU). De izquierda a derecha: Drs. Fernando Díaz Estévez, Antonio Damborenea, Ramón Castroviejo, Luis Fernández-Vega Jr., Miguel Zato, Jaime Miralles de Imperial y Carlos López Nieto.

Entre estas actividades cabe destacar la donación de becas de estudio a oftalmólogos españoles, hispanoamericanos y filipinos para hacer estadías en su Hospital de varios meses. El número de oftalmólogos españoles que se beneficiaron de sus becas fue de 106, pero el de españoles que pasaron con él varios días de aprendizaje superó o igualó este número.

Cuando operaba, se concentraba y era rápido, diestro y exigente. No admitía desorden en la mesa quirúrgica, olvidos en el instrumental, desatención en la asistencia. El ayudante, lejos de abstraerse en el acto quirúrgico, debía estar atento a todo, un movimiento del enfermo, adivinar cuando la mano del cirujano iba a invadir su campo, sacar el injerto en el momento oportuno, saber quién entraba en el quirófano. Inmediatamente después, fuera del quirófano, entre operación y operación, se transformaba en una persona atenta a las relaciones con los demás, participativa y amena, entrelazando continuamente las conversaciones prácticas con una percepción divertida de la vida que se manifestaba en anécdotas, observaciones y bromas (49,53). Después volvía a trabajar. No concebía descansar. Todo lo hacía con la rapidez máxima que no le restase eficacia. Hablaba rápido, se movía rápido, paseaba rápido, conducía rápido. Su dinamismo a veces le hacía vehemente e impaciente. Una vez bromeó: «Cuando muera, en el epitafio de mi tumba que pongan "Despertarme a las 8 am"». Esta actividad imparable contrastaba con su sentido del humor. Cualquier momento, cualquier situación no aprovechable para el trabajo, eran buenos para divertirse y bromear (fig. 4). Por ello, sus amigos y alumnos recuerdan esta amenidad cuando viajaban en coche o comían con él, porque en estos momentos forzosamente tenía que estar sentado y quieto, y afloraba su faceta de confraternidad y buen humor.


Fig. 4. Castroviejo haciendo el paseillo en la plaza de toros de Guatavita (Colombia). Tras él, los Dres. Puig, Boyd y Arce. 1971.

Durante estos años siguió aplicando su espíritu creativo y práctico a su actividad clínica e investigadora. Así, en 1950 modificó los trépanos circulares de queratoplastia, acoplándoles un regulador micrométrico de profundidad, que rápidamente se extendieron por todo el mundo (33). A lo largo de los años 60 se comercializaron las suturas atraumáticas con hilo de 8-0 a 10-0, lo que permitió una cirugía menos traumática y la opción de enterrar los nudos. La costumbre inicial de mantener las suturas durante una semana de postoperatorio, sin duda tomada de la cirugía general y cirugía cutánea, fue paulatinamente incrementada por Castroviejo primero a 10 días, después a 1-2 meses, y finalmente, cuando aparecieron las agujas atraumáticas con hilo de pequeño gálibo, a varios meses.

Tenía una especial sensibilidad para las artes plásticas y visuales. Se paraba a observar paisajes, arquitecturas, esculturas, personas y animales, y enseguida reanudaba su camino. En relación con esto, la fotografía fue una obsesión para él; fotografiaba escenas de animales, personas jugando o descansando capturados en momentos y ángulos de estética peculiar… Esto le hizo tener una colección de miles de fotografías, así como múltiples cámaras fotográficas, lentes, diploscopios, películas, que reunió en un museo personal (fig. 5).


Fig. 5. Castroviejo en su archivo fotográfico.

Una característica de la personalidad de Castroviejo era su interés por los animales. Disfrutaba viéndolos y fotografiándolos. Siempre convivió con perros en su casa a los que trataba con gran cariño; tuvo especialmente perros de lana (poodles); su último perro fue un Yorkshire terrier llamado «Ratita». El premio Nobel Vicente Aleixandre, operado en 1980 de cataratas por Castroviejo, dedicó un poema de 34 versos a esta diminuta perra, en el que recogía el amor mutuo entre Ratita y su dueño, expresado en unos de sus cuartetos diciendo: «Lana de amor puro — calor, luz y fe: —tu dios te contempla; —tú sabes: «Yo sé».

Al principio de los años 70 Castroviejo comenzó a tener algunos problemas de salud, afectando al corazón. El problema de sus articulaciones coxo-femorales empeoró, lo que requirió implantarle dos prótesis de cadera. Esto le obligó a restringir su actividad, y le deprimió un poco, y comenzó a pensar en regresar a España. En 1972 fundó en Madrid el Instituto Castroviejo, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, que comenzaría a funcionar varios años más tarde. Durante varios años alternó su práctica médico-quirúrgica en Nueva York, con frecuentes viajes a España. En 1973 cerró su Hospital Privado en Nueva York , y en 1974, a la edad de 70 años se retiró de su puesto de Profesor Clínico de la Universidad de Nueva York. A partir de entonces hizo sus viajes a España cada vez más frecuentes. En 1975, fundó y organizó en Madrid el Banco Español de Ojos, financiado por la Fundación Mediterránea, y adscrito a la Universidad Autónoma de Madrid. Fue el segundo banco de ojos creado en Madrid . El primero había sido el del Hospital Provincial de Madrid (hoy Hospital Gregorio Marañón) fundado en 1952 por Aguilar Muñoz (1), que funcionó corto tiempo.

En 1976 se trasladó definitivamente a Madrid. Aproximadamente el 5% de los 2.500 oftalmólogos españoles había sido becario o residente suyo, y otro porcentaje simular había visitado su clínica neoyorkina, de forma que fue recibido como un patriarca. Ni él sabía dejar de trabajar ni médicos y pacientes le dejaban, de forma que siguió con una actividad clínica, que desarrollaba en los aspectos médicos e investigadores en el Instituto Ramón Castroviejo, y en sus aspectos quirúrgicos en la Clínica La Paloma. Durante estos años nunca cobró honorarios por sus servicios, y cuando algún paciente quería pagarle, le decía que lo ingresase al Banco Español de Ojos para contribuir a su sostenimiento.

La filantropía fue siempre una proyección constante de su generosa personalidad, lo que se manifestaba en su atención personal a amigos y colegas, en su asistencia médica a cualquier enfermo amoldándose a sus necesidades personales y económicas, y en su financiación de programas de investigación y becas de enseñanza (49,53,58).

Se sentía profundamente español y riojano. En EEUU pasó las tres etapas características de la inmigración, matizada por su peculiar situación de personalidad estrella: primero una aceptación de las razones por las que se hizo el trasvase a otro pueblo; después un juicio más o menos justo del pueblo receptor, que inevitablemente tiene algunas características culturales distintas; y finalmente una incorporación definitiva a ese pueblo, que ya se considera como propio. Cuando a partir de 1976 volvió a asentarse en España, mantuvo muchas conexiones familiares y científicas con Estados Unidos y resto de América. Su último viaje a Estados Unidos fue en 1981, para asistir al congreso anual de la American Academy of Ophthalmology, en Atlanta, donde presidió la Conferencia Castroviejo (the Castroviejo lecture) que estuvo a cargo de Claes Dohlman.

Castroviejo falleció en Madrid el 1 de enero de 1987, a la edad de 82 años, a causa de un cáncer de laringe. Siempre había expresado su deseo de donar sus ojos cuando falleciese. Sólo uno de sus ojos fue tomado pues el otro aparecía dañado por lagoftalmos post-mortem. El 2 de enero su córnea fue transplantada en el Hospital Ramón y Cajal por los tres autores del presente escrito, a un paciente que había tenido un traumatismo perforante de un ojo con hernia uveal y catarata, y al que años antes se había hecho una facoextracción y un primer transplante corneal que había sido rechazado. Reconstruimos la pupila mediante corerrafia e hicimos un queratotransplante penetrante de 8,5 mm de diámetro. El curso postoperatorio fue normal y el paciente recuperó una excelente visión (59).

Castroviejo había expresado su deseo de ser enterrado en Logroño, junto a sus padres. Su deseo se cumplió el 3 de enero recibiendo sepultura en el cementerio de Logroño.

Como resultado de su incesante actividad y creatividad, Castroviejo recibió muchos honores y reconocimientos a lo largo de su vida. Así, fue nombrado Miembro Honorario de las Sociedades Oftalmológicas nacionales de Alemania, Argentina, Australia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Egipto, España, Filipinas, Grecia, India, Israel, Méjico, Panamá, Perú, Reino Unido, Santo Domingo, Sudáfrica (fig. 6) ... y Doctor Honoris Causa de las universidades de San Juan de Puerto Rico, San Marcos de Lima (1940), Santo Domingo (1945), Salamanca (1965), Granada (1966), Santa Maria de Rio Grande do Sul (1969), Santo Tomás de Manila (1972), East University de Manila (1972), y Autónoma de Madrid (1974) y Complutense de Madrid (1980). En 1984, cuando cumplió 80 años, recibió el Senior Honor Award de la Universidad de Nueva York. Y aparte de estos reconocimientos, que podríamos llamar científicos, recibió muchos humanos, tal vez los que más apreció fueron los de haber sido nombrado policía honorario y bombero honorario de la ciudad de Nueva York.


Fig. 6. Castroviejo recibiendo de Imelda Marcos, esposa del presidente de Filipinas, el nombramiento de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Santo Tomás de Manila, la más antigua de Asia (1611). A la izquierda su becario y amigo Luis Fernández-Vega, Sr. (Manila, 1972).

En 1975, durante el desarrollo en San Juan de Puerto Rico del congreso anual de la Asociación Panamericana de Oftalmología, se aceptó la propuesta del Dr. Frank M. Polack de reunir en una asociación a los oftalmólogos deuteroespecilizados en córnea. La Sociedad recibió el nombre de Castroviejo Cornea Society 60 (fig. 7). Hoy, 30 años después esta sociedad sigue siendo considerada la más importante del mundo en patología corneal. En España, sus ex-becarios se habían reunido numerosas veces con él (fig. 8), y en 1987, en el congreso anual de la Sociedad Española de Oftalmología celebrado en Oviedo en 1987, se decidió e hizo la constitución de la Asociación de Becarios de Castroviejo. Asimismo, la Sociedad Española de Oftalmología creó el Premio Castroviejo para el oftalmólogo de más de 40 años que más hubiese contribuido a la investigación, clínica y cirugía ocular; hasta el presente este premio se ha dado así: 1979 Alfredo Domínguez Collazo, 1980 desierto, 1981 Julián García Sánchez, 1982 Juan Murube, 1983 Alfredo Muiños, 1984 Manuel Sánchez Salorio, 1985 Francisco Honrubia, 1986 José-María Barahona, 1987 Antonio Bascarán , 1988 y 1989 desierto, 1990 Manuel González de la Rosa, 1991 Juan-Francisco Taboada, 1992 desierto, 1993 Gustavo Leoz de la Fuente, 1994 José Luis Menezo, 1995 Luis Fernández-Vega Sanz, 1996 José Carlos Pastor, 1997 Antonio Piñero Bustamante, 1998 José Luis Munoa, 1999 Borja Corcóstegui, 2000 Carmela Capeáns, 2001 Francisco Gómez-Ulla, 2002 José-Luis Pérez Salvador, 2003 José Manuel Benítez del Castillo, Sr. y 2004 Manuel Quintana.


Fig. 7. Richard Troutman entregando a Castroviejo la Medalla Castroviejo de la Castroviejo Society en Atlanta (EEUU) 1979.


Fig. 8. Reunión de Castroviejo -en la tercera fila, centro- rodeado de un grupo de sus ex-becarios, durante el LV Congreso de la Sociedad Española de Oftalmología (Sevilla, 1978).

La contribución de Castroviejo a la cirugía ocular ha sido tan impresionante que en el congreso anual del 2000 de la American Society of Cataract and Refractive Surgery (ASCRS) se eligió a Castroviejo como uno de los 10 oftalmólogos que más han contribuido al desarrollo de la Oftalmología en el siglo XX, junto a Barraquer, Duke-Elder, Kelman, Maumenee, Ridley, etc. Castroviejo completa el ABC de los tres oftalmólogos españoles más influyentes del siglo XX (Arruga, Barraquer, Castroviejo).

Para conservar la fluidez que pretende Studium Ophthalmologicum, y quedando tantas cosas por decir, ponemos punto final a esta Parte I, y continuaremos en el próximo fascículo con la Parte II, sobre «Ramón Castroviejo. Su herencia científica».


BIBLIOGRAFIA


Se incluirá al final de la parte II.