HISTORIA Y HUMANIDADES


La imagen del ojo y su simbolismo

MURUBE C1, ESTEBAN DE ANTONIO M2, ALIÓ J3, MARTÍNEZ GARCHITORENA J4, MURUBE J5

«Dedicado al Prof. Joaquín Barraquer Moner en su 80 aniversario»

1 Licenciada en Comunicación Audiovisual. Universidad Francisco de Vitoria. Madrid.
2 Ex-jefe de Oftalmología del Centro de Investigación de Medicina Aeroáutica (C.I.M.A.), de Madrid.
3 Catedrático de Oftalmología. Universidad Miguel Hernández.
4 Jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital de la Cruz Roja de Madrid.
5
Ex-oftalmólogo de los Hospitales de El Aaiún y Villacisneros (hoy Dakhla) en el antiguo Sáhara Occidental Español.


Cualquier imagen gráfica —sea de un ojo, una abeja, una flor— es una representación simbólica de una realidad mucho más compleja. La imagen de un ojo evoca un concepto anatómico y funcional más profundo que las simples líneas de su proyección óptica exterior. Pero el presente artículo no se refiere a ese simbolismo general a cualquier imagen, sino al simbolismo que tiene el ojo —generalmente el surfóculus o imagen externa del ojo— cuando evoca algo que no tiene una relación directa con él.

Este simbolismo se obtiene con modificaciones consistentes en amplificaciones, disminuciones, desplazamientos a otras posiciones anatómicas, multiplicación, reducción a un solo ojo, aislamiento, expresiones palpebrales, etc.

  

El OJO COMO SIMBOLIZACIÓN DE LA PERSONA

Los ojos son la parte más significativa de la cara e incluso de la persona. Un ojo aislado puede simbolizar una cara, un ser humano o incluso un ser superior (fig. 1). También puede darse la simbolización contraria: un cuerpo humano sin ojos es claramente incompleto. Tal vida da el ojo, que una calavera sin ojos, aun simulando el resto del esqueleto en movimiento, carece de vida, pero incluyéndole unos ojos, la adquiere (fig. 2).


Fig. 1: El ojo que nos ve. Para unos simboliza un ser superior que controla la conducta humana. Para otros es la representación del propio subconsciente, que establece si se sigue una conducta objetiva idónea para las relaciones humanas, y que si se contraviene crea un sentimiento de insociabilidad y culpabilidad.


Fig. 2: Ex libris conservado en el Museo Cusí, del Laboratorio ALCON-Cusí, en El Masnou (Barcelona). Titular: Josep Fabregat, farmacéutico. Barcelona.

Esta simbolización debe subyacer en nuestro subconsciente desde fases iniciales de nuestra cultura y se manifiesta incluso en el lenguaje. Así, en el lenguaje de las islas Marquesas, en Polinesia, el término mata significa unas veces los ojos y otras la cara (2) , y en la lengua griega clásica ocurre lo mismo, y el término ops unas veces significa ojo y visión (como en el término cyclops, ojo redondo), otras cara (como en prosopagnosia, incapacidad de reconocer las caras) y otras, cuerpo (como en prosopopeya, aspecto general de una persona).

  

OJOS, ASTROS Y DIOSES

Cuando el hombre paleolítico empezaba a tener un pensamiento abstracto y a tratar de explicarse razonablemente el mundo que le rodeaba, miraba el cielo y observaba el sol, la luna, las estrellas, y las identificó con seres animistas que se manifestaban por sus ojos. Sin duda influyó en esto su forma más o menos redondeada, como la imagen externa del ojo, y también su relación con la emisión de luz, pues es evidente la relación ojo/luz. Las primeras ideas del hombre histórico eran que al ver, el ojo emite luz, creencia que aunque Aristóteles (siglo IV aC) la contradijo, alegando que entonces veríamos igual de noche que de día, sus razonamientos no fueron asimilados (Plinio, siglo I dC; Ptolomeo, siglo II dC, etc.), y tardaron aún más de mil años en ser aceptados, hasta que la medicina árabe (Alhacen , Siglo X-XI dC; Averroes, siglo XII dC) (9) razonó y universalizó en el mundo científico que los ojos no emiten radiaciones visuales, sino que reciben luz.

En los milenios de transición de la prehistoria a la historia, las grandes civilizaciones de Mesopotamia, Nilo, Indo, etc. tenían creencias cosmogónicas y religiosas con una gran componente de animismo astrológico.

El sol, por su forma redondeada, por su emisión de luz, se asoció en la mayoría de las culturas al ojo de un ser divino que traía luz, calor, actividad y vida. Quizás la existencia de pestañas alrededor del ojo humano incrementó esta similitud por su parecido con los rayos solares divergentes. En el bajo-relieve de la familia de Akhenaton el sol aparece con sus rayos, un tanto similares a las pestañas (fig. 3), y en el ídolo prehistórico neolítico ibérico, conocido como ídolo de Extremadura, los dos ojos aparecen como dos soles, y las pestañas, como rayos de luz (fig. 4) (13). Igualmente, en la cultura cristiana, el llamado «Ojo de la Divina Providencia» u «Ojo de la Divina Trinidad», salen rayos divergentes que pueden sugerir en cierto modo una analogía con las pestañas, junto con la emisión de luz.


Fig. 3: El faraón Amenofis IV, que después cambió su nombre a Akhen-Aton, adorando al dios Aton (el Sol). Tras él, su esposa Nefertiti, y tras ésta, sus hijas. Bajorrelieve de las ruinas egipcias de Tell-el-Amarna.


Fig. 4: Ídolo prehistórico del neolítico ibérico con ojos representados por soles. Museo Arqueológico de Jerez (España).

El fenómeno de cambiar paulatinamente los atributos y relaciones entre los dioses y subdioses, la aparición de unos nuevos y la desaparición o cambio de otros se ha dado en todas las religiones. En las antiguas culturas egipcias, el sol fue identificado según la fase evolutiva y los diversos grupos culturales, con diversos Dioses: Ra, Ammon, Aton, Osiris, Horus. El Dios más conocido en relación con la oftalmología ha sido Horus. Los Dioses Osiris y Seth eran hermanos. Osiris representaba la luz y Seth la obscuridad. Seth mató a su hermano Osiris. Horus, el hijo de Osiris e Isis, luchó contra su tío Seth y en la lucha perdió un ojo. Thoth (médico de los Dioses, y en algunas épocas y templos considerado él mismo un Dios) reconstruyó el ojo de Horus, dando lugar al Udjat (ojo recompuesto) (fig. 5), que durante muchos siglos fue venerado y usado con fines diversos como curar enfermedades oculares, proteger o quitar el mal de ojo, o permitir a las personas muertas ver con él. Así, en ciertas épocas y lugares Thoth fue considerado el protector o Dios de los oculistas, aunque en otras este papel lo ocupó el Dios o subdios Dwaw (fig. 6) (1). Una de las muchas variantes históricas del ojo de Horus es que su Oculus Dexter (OD) representa el sol, y su Oculus Sinister (OS), la luna (3).


Fig. 5: El Udjat u «ojo reconstruido» de Horus, el Dios del sol y la luz (Museo Egipcio de El Cairo). El Prof. Ignacio Barraquer (1884-1965) lo eligió como emblema del Instituto Barraquer, que fundara en Barcelona en 1941.


Fig. 6: Puerta falsa de un tumba, que representaba la posibilidad de que muerto, vivos y dioses pudiesen comunicarse a su través. Museo Alió. Alicante.

También esta simbolización ha tenido una manifestación en el lenguaje, y así, en las culturas celtas, en lengua galesa ojo se dice su _ l, término que en lengua celta britana significa sol. En lengua celta irlandesa, el sol es denominado metafóricamente «el ojo del día» (Ilygad y dydd).

La luna también ha tenido, aunque menos claramente, una relación simbólica con el ojo. En la cultura hindú, los 4 Vedas, libros sagrados dictados por Brahma entre los siglos XVI y VII aC, y en el Bhagavd Gita y Upanishad, escritos entre 600 y 300 años aC, los dos ojos eutópicos de Vaishvanara significan el OD el sol, y el OS, la luna (3). También en la cultura samoyeda, en Siberia, el cielo tiene dos ojos: el sol es el ojo bueno, y la luna el ojo malo. La cultura religiosa del taoismo, iniciada en China con Lao-Tse en el siglo V aC, evolucionó hacia múltiples variantes, y en la versión más extendida en Japón, el primer ser —Panku— originó el universo: de su OD surgió el sol, que expresa la actividad y el futuro; de su OD surgió la luna, que expresa la pasividad y el pasado; de su sudor y lágrimas salió la lluvia y el rocío; de su voz, el trueno; y de su cuerpo aparecieron todos los aspectos naturales de la Tierra.

También las estrellas están relacionados con los ojos. Los pueblos primitivos, cuando observaban las estrellas dispersas en el cielo, pensaron que eran ojos que miraban. Cuando fueron reconociendo que noche tras noche mantenían una misma posición relativa entre ellas, y que la unión de algunas de ellas sugería figuras animales, las fueron asociando con fábulas y leyendas. Los múltiples ojos del cielo —las estrellas, los planetas, los meteoros— siempre despertaron un interés en los hombres prehistóricos, que los relacionaron con sus mitos terrestres y viceversa. Los astros empezaron a ser recogidos en la historia a través de las representaciones gráficas de la astrología. La cultura sumeria da una gran importancia a la astrología y la astronomía. El toro sumerio que emergió de Nun, conservado en el museo del Louvre, está cubierto de estrellas como las visibles a simple vista en la franja centrada por la eclíptica solar. Hace unos 4 milenios, la cultura babilónica precisó en esta franja doce figuras que constituyeron el zodíaco (en griego, zoodion significa animalito), dándoles un valor científico y religioso que servía para predecir el futuro. Hoy estas ideas nos parecen absurdas, pero de vivir en aquella época, sin duda creeríamos lo mismo. La frase «la memoria histórica lleva a conclusiones falsas, si al mismo tiempo no se tiene un conocimiento histórico de la realidad social y el sentir de los tiempos que se juzgan» es aplicable a estos casos (5).

En la India, unos 1500 años aC se inició la cultura Veda. El Dios Indra, el primero y más poderoso de los dioses védicos, manejaba el rayo, y se representa con su cuerpo cubierto de mil ojos, como el firmamento en una noche sin nubes. El vedismo evolucionó hacia la trideidad formada por Brahma (creador), Vishnu (preservador) y Shiva (destructor), en la que Shiva, el Dios del firmamento y de las batallas, fue conocido como el «Dios de los Mil Ojos», y en el Harivamsa es citado como «El Único y Terrible Dios de Miles de Ojos».

En las culturas asiáticas orientales las representaciones simbólicas de ojos múltiples se han desarrollado y mantenido más que en las occidentales y mediterráneas. En estas últimas han tenido más desarrollo los simbolismos de un ojo único como representación divina. El politeísmo inicial, a lo largo de los milenios de evolución entre prehistoria y historia, progresó poco a poco y florecieron Dioses locales, organizaciones en templos rituales, comunidades sacerdotales que atendían determinadas facetas míticas, a menudo relacionadas con enfermedades, sexo, mal de ojo, previsión del futuro, etc. Uno de estos sacerdotes fue Dwaw, que ayudaba a resolver los problemas de la vista, después considerado como un Dios, y por algunos como el primer «patrón» de los oculistas, término éste de «patrón» que mantiene un concepto protector de índole supranatural.

En el siglo XIV aC el faraón egipcio Amenofis IV intentó reunir los múltiples dioses parciales, sus múltiples templos y las múltiples grupos sacerdotales, bajo un único Dios, el Dios Aton o del Sol (fig. 3). Él, el faraón, sería el representante único de Aton, y gobernaría los múltiples templos independientes hasta entonces, uniendo monoteísmo y monarquía. Así, Atón fue probablemente el primer Dios monoteísta, basado más en razones políticas y administrativas que en lucubraciones teológicas y filosóficas. Amenofis IV cambió su nombre a Akhen-Aton, y se presentó a sí mismo como descendiente y único representante de Aton. Según Freud (8), de allí surgió el monoteísmo hebreo.

HebroCristIslám es el término pentasilábico que recoge las principales familias de religiones monoteístas del mismo tronco y sus sucesivas ramas, que hoy día profesan aproximadamente la mitad de la humanidad, frente a la otra mitad que mantienen el politeísmo inicial. En el HebroCristIslam la representación del ojo ha tenido diversos significados simbólicos.

Las religiones hebreas representan a veces a Dios como un surfóculus visto frontalmente, a veces en el interior de un triángulo (3). Es el ojo que ve, conoce y vigila. Se cree que fue tomado de la cultura politeísta egipcia a lo largo de los 430 años en que los hebreos permanecieron en Egipto. En el Génesis (18) se cita «el Dios que ve», ligando el conocimiento a la visión. En el libro de Zacarías (21), se revela la Piedra con Siete Ojos y se profetiza la reconstrucción del templo de Dios. Otro ejemplo es el ojo del desierto del Neguev cuyo significado es aún desconocido, pero que ha sido interpretado como «el ojo que lo ve todo», o «el ojo que te ve». En la cultura cristiana, Dios ha sido también representado como un ojo único, simbolizando un solo poder y, desde hace unos cuatro siglos, ha sido frecuente representarlo en el interior de un triángulo equilátero (ángulos de 60º), simbolizando la Trinidad (Pater, Filius y Spiritus Sanctus: tres personas en una sola esencia) (fig. 7).


Fig. 7: El Ojo de la Divina Providencia. Bajo relieve barroco de la puerta de sagrario de iglesia. Propiedad del Dr. Mario Esteban. Sepúlveda (Segovia).

Aproximadamente un siglo después, el ojo dentro de un triángulo fue también adoptado por algunos ocultistas y masones, frecuentemente en forma de triángulo isósceles. El más frecuente es el triángulo de los francmasones, que tiene 72º en cada ángulo lateral y 36º en el ángulo superior, y también tiene un ojo en su interior. Es muy discutido si el llamado Gran Sello (Great Seal) de los Estados Unidos de América expresa una fidelidad cristiana o una rebeldía masónica. Incluye una pirámide truncada, cuya cúspide o piramidion se ha substituido por el triángulo de la Divina Providencia, en cuyo interior aparece el ojo en perspectiva frontal, mostrando la superficie ocular, los párpados y una pequeña parte del centro de la ceja, y cuya parte exterior muestra una irradiación luminosa divergente. El Gran Sello se diseñó en los años de la independencia de las 13 colonias inglesas de NorteAmérica, se usa todavía, y aparece en los billetes de un dólar (fig. 8).


Fig. 8: El «Gran Sello» (The Great Seal) de los EEUU, impreso desde hace más de dos siglos en los billetes de un dólar. El piramidion está substituido por el Ojo de la Providencia, que incluye en su interior el ojo de Dios, en una perspectiva frontal, y por fuera, un aura de luz radiante.

En las culturas islámicas la letra ha se escribe con dos anillos, representando la dualidad, y por su analogía con los ojos, expresa también la visión interior. Se considera por ello como una representación de la espiritualidad musulmana (ayn-el-Qalb, el ojo del corazón) (3).

  

EL OJO COMO SIMBOLISMO DE RECEPCIÓN Y DE EXPRESIÓN

La figura de un ojo puede simbolizar recepción, y por consiguiente conocimiento, o por el contrario, expresión, y por consiguiente la manifestación hacia el exterior del poseedor del ojo.

En el primer caso, cuando la imagen del ojo simboliza recepción de información, el ojo abierto suele representar atención y cultura; el ojo cerrado es la negación de esta entrada de información por indiferencia, meditación, abstracción, sueño o muerte. Y la ceguera, que es una temible falta de información, expresa la deshomologación del sujeto con sus semejantes normales.

El sello de la Societas Ophthalmologica Europaea (fig. 9) recoge en su ojo, junto al simbolismo del conocimiento, la expresión directa del órgano que la identifica.


Fig. 9: Sello de la Societas Ophthalmologica Europaea. En una lágrima limitada por el nombre de la sociedad hay en la parte superior un sol con un surfóculo en su interior y rayos luminosos alrededor, sobre un fondo de cielo y nubes. Debajo aparece Zeus en forma de toro, raptando a la joven Europa y llevándola sobre el mar Mediterrráneo a Creta, donde engendraron a Minos.

Los sarcófagos egipcios tienen a veces pintados o en bajorrelieve dos ojos normales o un ojo de Horus, a fin de que el difunto que contienen pueda ver a su través el mundo que le rodea. Los ojo simbólicos citados expresan principalmente el conocimientos. Los ojos múltiples enfatizan más esta propiedad. Los ojos heterotópicos en posiciones claves, como las manos, aportan el conocimiento visual a lugares anatómicos que carecen de él, como se expondrá más adelante en el apartado de los ojos heterotópicos.

Curiosamente, el ojo que vigile la conducta humana en un futuro, probablemente sea un chip cibernético intracorporal con forma de surfóculus. La Historia de la humanidad ha mostrado que las doctrinas deontológicas suelen predicar la bondad, y esto sin duda ha mejorado paulatinamente el mundo, pero no ha impedido que continúe el abuso entre los hombres. La sociología basada en la evidencia hace pensar que previsiblemente esto mejorará muy lentamente en el futuro social inmediato. Por ello, es posible que en un futuro la ciencia cree un chip cibernético que se introduzca obligatoriamente en todos los humanos para identificar la exacta localización de ellos y de sus relaciones. El control de esta información será fácil y práctico, y una regulación legal obligará, cuando no se actúe contra la sociedad, a preservar la intimidad personal. Esto cambiará gradualmente la conducta humana universal, hasta convertir el respeto social en un hábito ético, e influirá decisivamente en la práctica moral (mos, moris, la costumbre). Este chip —el ojo que todo lo ve—, posiblemente tenga la forma lanceolar plana de un surfóculus, para facilitar su implantación intracorporal.

En el segundo caso, cuando la imagen del ojo ojo simboliza expresión, manifiesta y emite actitudes personales. El ojo visible se reduce a la córnea y esclero-conjuntiva de la superficie ocular expuesta, y esto es muy limitado para expresar los distintos estados de ánimo, porque sus posibles cambios, como el tamaño pupilar y la congestión o dilatación de los vasos de los trígonos episclero-conjuntivales expuestos no son prácticamente apreciables a simple vista. Por ello, la principal expresividad del ojo aislado casi se reduce a su posición: la orientación directa del ojo a un objeto o persona indica atención, éxtasis o dominio. No mirar directamente indica indiferencia, inferioridad o timidez. Mirar hacia abajo sumisión u obediencia. Mirar hacia arriba, abstracción, introspección o elevación a Dios.

Pero el ojo es la parte más importante del cuerpo en las interrelaciones personales, la primera parte que uno observa en otros. Por ello la relativa inexpresividad de los globos oculares se ha corregido complementándolos con la expresión de los párpados, las cejas, las lágrimas y otras partes de la cara y el cuerpo. Así, la evolución filogenética y de los usos culturales ha dado a los músculos de los párpados un rico repertorio de expresiones para emitir información y para expresar cosas tan variadas como órdenes, súplica, seducción, atención, fulminación, amor, miedo, ira, benevolencia, etc.

En las mitologías varias se recoge la emisión de expresiones de los ojos transformada en influencias que frecuentemente se exageran. Por ejemplo, en la leyenda griega de las tres gorgonas, una de ellas, Medusa, transformaba en piedra las cosas que miraba. Poseidon hizo el amor con Medusa en un templo de Atenea, y Atenea despechada, decidió vengarse y ordenó a Perseo matarla. Así, cuando Medusa dormía, Perseo mirándola no frontalmente, sino reflejada en su escudo para evitar verla directamente, la decapitó. Perseo recibió como premio las sandalias aladas.

En las culturas celtas también hay leyendas sobre el poder emanado de los ojos. Así, entre los celtas irlandeses, el héroe Tricastal, del Ulster, mataba a sus enemigos con sólo mirarlos. Y en la cultura hindú, el tercer ojo de Shiva (fig. 10), el frontal, representa el fuego que puede quemar y destruir lo que mira.


Fig. 10: Shiva, el tercer Dios de la Trinidad Brahmánica. Aparece en esta imagen con un tercer ojo frontal, cuyo eje surfocular está orientado verticalmente.

El mal de ojo es la influencia negativa que puede inducir en una persona o animal la mirada de algunas personas envidiosas o maléficas. La superstición del mal de ojo probablemente ya existía en pueblos prehistóricos, pero la primera vez que se documenta históricamente es en las culturas babilónica y egipcia. Posteriormente se ha comprobado que existió en todos los pueblos y culturas, y actualmente persiste en gran parte de la población mundial, especialmente en la campesina. Hay muchas formas de protegerse del mal de ojo, y entre ellas, son importantes los amuletos, como el Batra Giwargis (fig. 11) (17), etíope, que tiene la curiosidad de incluir dos ojos, uno en sursumducción y el otro en deorsumducción, cosa doblemente curiosa porque habitualmente se ha achacado a los estrábicos una mayor capacidad de aojar. Pero el más conocido amuleto relacionado con un ojo pertenece a la cultura mahometana y es la «mano de Fátima». Fátima fue hija de Mahoma, y la representación de su mano con un ojo en el centro de la palma, protege de sufrir este mal al que la lleva (fig. 12).


Fig. 11: Amuleto procedente de Abisinia, facilitado por un misionero a B. Budge. Rivière (17) lo interpreta como un rostro cabalístico con antecedentes hebreos, coptos y griegos.


Fig. 12: La mano de Fátima, con un ojo en el centro de la palma. Amuleto mahometano que protege del mal de ojo.

En los dos sentidos citados de manifestación de recepción y de expresión de conocimiento, el ojo tiene un sentido de perfección. Esto ha sabido ser curiosamente recogido en un anuncio de una casa comercial, que se ha promocionado ocasionalmente con el cartel de la figura 13, en el que subyace la idea de que el ojo sano funciona como una máquina perfecta.


Fig. 13: El ojo de Audi. Diseño propagandístico para simbolizar la precisión del coche Audi RS4, usando como comparación la perfección de los movimientos del ojo y los párpados.

  

SERES MONOFTÁLMICOS Y POLIOFTÁLMICOS

Una persona puede tener un sólo ojo bien porque ésa sea su naturaleza mitológica, o bien porque sea una persona normal que ha perdido uno de sus ojos.

El primer tipo de monoftalmos, es decir, el de los individuos míticos que sólo tienen por naturaleza un ojo, ha sido relativamente frecuente en la historia. Tal es la imagen representada en un tablilla de terracota babilónica, circa 1800 aC, en que un dios apuñala a un monoftalmo cuya cabeza es un sol (figura 14).


Fig. 14: Dios guerrero apuñalando a un cíclope con rostro de aspecto solar. Tablilla babilónica en barro cocido, circa 1800 aC, conservada en el Museo Arqueológico de Bagdad. Reproducción de Manuel Gómez Zía.

Posteriores referencias a cíclopes suelen asociarse a personas gigantescas de notoria fuerza física, a menudo con capacidad maléfica, pero no con especial inteligencia. Así, en la cultura helénica clásica, los cíclopes eran unos gigantes que sólo tenían un ojo hererotópico situado en el centro de la frente. Los cíclopes ayudaban al herrero Hefestos a fundir y forjar hierro en las grutas y subterráneos del volcán Etna, en Sicilia, y fabricaban los rayos para Zeus. Los cíclopes cogieron prisioneros a Ulises y sus compañeros, y los iban devorando. Ulises emborrachó a Polifemo, le cegó su único ojo, y escapó con los supervivientes(11) (fig. 15).


Fig. 15: Polifemo. Pintura de Johann-Heinrich-Wilhelm Tischbein (1751-1829).

Otros monoftalmos griegos eran los arimaspes, seres fabulosos que vivían en el norte de Escitia, junto al mar Caspio, y luchaban contra los grifos, a los que trataban de arrebatar las riquezas que estos guardaban.

También pertenecen a la cultura griega clásica las grayas o greas, tres mujeres monstruosas que ya eran viejas cuando nacieron. Entre las tres sólo tenían un ojo y un diente, que se prestaban de unas a otras cuando tenían que usarlo. En uno de estos cambios, Perseo se interpuso entre dos de ellas y les robó el ojo. Las greas se acusaban unas a otras del robo, hasta que Perseo confesó su hurto, y les prometió devolverles el ojo a cambio de que le comunicasen la dirección de sus hermanas, las gorgonas.

Unos de los últimos monoftalmos naturales en que ha creído la humanidad fueron los descritos por Jean de Mandeville, noble franco-normando descendiente de los invasores de Inglaterra, que por razones personales hubo de refugiarse en Lieja, donde escribió sus Voyages (circa 1366-1371) (14), en los que describe su peregrinación a Jerusalén, que después continuó con un viaje a Egipto, Asia Menor, Persia y China, y en el que dice que en el archipiélago de Sendim hay espantosos gigantes cíclopes (fig. 16). Hoy se piensa que este libro fue escrito por Mandeville sin haber puesto un pie fuera de Lieja, pero durante varios siglos tuvo gran credibilidad en todo el mundo cristiano. Hasta recientemente, en Asturias y Cantabria, quizás por sus parciales raíces celtas, existe el oxancu u ojáncano (fig. 17), que es un gigante satánico de pelo rojizo y un sólo ojo, que vive en cuevas y que mata a los transeúntes. En el valle del Baztán, en el Alto Garona, existe el Becut, de características similares. En Navarra y País Vasco, se desconoce si espontáneamente o por influencia gala, hay también un gigante de un solo ojo, con denominaciones varias —Torto, Tártaro, Tártalo, Anxo, Alarabi—, antropófago con un apetito voraz hacia los cristianos. En la Galitzia polaca, la Galata de la Turquía europea y la Galacia de la Turquía asiática, todas ellas con lejanas raíces celtas, vuelve a repetirse el gigante monoftámico que devora seres humanos.


Fig. 16: Cíclope basado en la interpretación de la obra de Jean de Mandeville.


Fig. 17: Oxáncu cántabro-astur. Monoftalmo frontal de la mitología celto-cantábrica.

El segundo tipo de monoftalmos es el de personas normales, que han perdido uno de sus ojos. Ambos ojos están en su lugar natural, pero uno de ellos es invidente, generalmente por una herida, y lo suelen llevar cubierto, bien para ocultar su feo aspecto, bien para evitar emisiones maléficas por este ojo.

En los pueblos germánicos antiguos, el Dios supremo de la guerra y la sabiduría —coexistente con otros muchos Dioses de menor importancia— era Wotan (Woden para los anglo-sajones, Odin para los escandinavos). Veía por uno solo de sus ojos, porque el otro lo había dado por gratitud a su maestro Mimir o, de acuerdo con otras leyendas, porque siendo él el Dios supremo, era también el Dios sol, y habiendo un solo sol en el sistema planetario, se admitía que sólo tenía un ojo por ser éste homólogo al sol. En las culturas primitivas el identificar aisladamente los días era fácil, por los ciclos sol-noche. Pero situar los días en su lugar en el curso del año era más difícil, porque el año se identificaba por los solsticios —el de verano cuando al medio día el sol alcanzaba la máxima altura del año, y el de invierno, cuando al medio día alcanzaba su menor elevación—. Sin embargo, situar cada día en el ciclo lunar era más fácil, pues las 4 fases lunares básicas (luna llena, cuarto menguante, luna nueva y cuarto creciente) incluían cada una 7 días solares. Así, surgieron los meses lunares y las semanas, de tan incómodo uso actualmente, en que nos regimos por un sistema decimal de medidas, y que probablemente desaparecerá dentro de unas generaciones. El nombre del Dios de la guerra se dio en la cultura latina al tercer día de la semana (martes), pero en la germánica al cuarto día (día de Woden o wódnes dæg, en inglés antiguo y Wednesday en inglés moderno, Wodanesdag en sueco). En algunos países nor-europeos existió hasta recientemente la creencia de que las operaciones oculares fallaban más frecuentemente si se hacían los miércoles, el día de Wotan.

En la mitología celta o gala de Irlanda, los fomere eran personas desfiguradas y maléficas que habían sido mutiladas y sólo tenían un ojo, una mano y un pie (3). Esta figura se repite en la mitología de varias culturas con influencia celta, como el país de Gales en gran Bretaña, y Galicia, en España.

Con un cierto significado opuesto a los seres monoftalmos, existen en las mitologías los seres polioftálmicos. El tener varios o muchos ojos suele ser considerado en las mitologías antiguas y modernas como un signo de cultura, atención y poder.

Las figuras 1.ª, 4.ª, 7.ª y 10 del zodíaco babilónico pasaron a la cultura hebrea, y de ésta a la cristiana. El profeta Ezequiel en el siglo VI aC visionó un tetramorfos alado con cabezas de león, toro, hombre y águila, cuyas alas estaban cubiertas de ojos (7), cuya interpretación reproducimos de un mosaico bizantino del siglo XII (fig. 18). Y San Juan evangelista (19,20) escribió en el Apocalipsis «En el centro y alrededor del trono de Dios había 4 seres llenos de ojos: el primero era un león, el segundo un toro, el tercero un hombre y el cuarto un águila. Cada uno de los 4 seres tenía seis alas, llenas por fuera y por dentro de ojos. Y todos ellos repetían día y noche ¡Sanctus, Sanctus, Sanctus!». Los ángeles con alas cubiertas de ojos han sido frecuentes en la Edad Media (figs. 19 y 20). También el cordero apocalíptico tenía múltiples ojos en la cara, distribuidos en dos columnas verticales, 4 ojos en un lado de la cara, y 3 en el otro lado (fig. 21).


Fig. 18: Tetramorfos alado llevado sobre ruedas aladas y llameantes, con cabezas de hombre, león, águila y toro. Sobre las seis alas aparecen 78 ojos Visión de Ezequiel. Mosaico bizantino. Siglo XII. Vatopedi (convento del Monte Athos).


Fig. 19: Querubín con seis alas oculadas. Fresco de Santa María de Aneu. Siglo XII. Tomado de Cirlot JE (4).


Fig. 20: Querubin con seis alas oculadas. Relicario de San Mauricio. Siglo XII. Iglesia de San Pantaleón (Colonia). Tomado de Cirlot JE (4).


Fig. 21: Cordero apocalíptico. San Clemente de Taüll. Arte catalán del siglo XII. (Museo de Arte de Catalunya. Barcelona).

La pluralidad de ojos reales, miméticos o simbólicos —alas de mariposas, colas de pavo real, seres míticos—, pese a su anormalidad, despierta más atracción que rechazo, por asociaciones psicológicas que relacionan la multiocularidad con la cultura. Dentro del mundo de la oftalmología, los forópteros empleados en la graduación de las ametropías, que aparentan múltiples ojos, despiertan una estética especial, que aumenta cuando se combinan con una cara real (fig. 22).


Fig. 22: Paciente ametrópico siendo explorado de su defecto de refracción en un foróptero.

  

OJOS HETEROTÓPICOS

Los ojos monoftálmicos si son simétricos con el cuerpo, forzosamente son heterotópicos, y los polioftálmicos forzosamente tienen uno o más ojos heterotópicos. El heterotopismo ocular puede simbolizar diversas ideas, según el o los ojos estén en la frente, el pecho, el ombligo, las manos, las alas, dispersos por el cuerpo, etc.

En las culturas del sur-este asiático, los ojos heterotópicos son bastante frecuentes. Generalmente, como en las del creciente fértil y las mediterráneas, indican una facultad positiva añadida a la normalidad, y por tanto algo superior. El brahmanismo trinitario fue modificado por Buda en el siglo VI aC. Esta fe se extendió al Tibet, Asia central y Asia oriental, adquiriendo múltiples modificaciones según el lugar y época. Así, en el budismo de Tibet, Nepal, y Mongolia la Diosa Tara Blanca es una Diosa redentora, nacida de las lágrimas de Avalokitesshvara, cuando este bodhisattva lloró al ver los dolores de la población humana. Tara Blanca fue y sigue siendo representada con 7 ojos: 2 en posición normal normal, 1 en la frente, 2 en las manos y 2 en los pies. Otra influencia del hinduismo en el budismo chino es la de Avalokitesshvara, que ha sido interpretado y expresado como «el Dios que Observa Todo desde el Cielo» y que pasó a ser en China el Dios Kuan Yin, el cual se representó frecuentemente en el Celeste Imperio de los siglos III y IV aC como una figura humana con once pequeñas caras y cientos de brazos, y en la palma de la mano de estos brazos, frecuentemente hay un ojo.

El mito hindú de Indra pasó a la Grecia clásica, donde tomó el nombre de Panoptes —es decir, el que lo ve todo—, ya mencionado en la leyenda de Argos Panoptes, en la Ilíada y la Odisea: La Diosa Hera, hermana y esposa de Zeus, tuvo celos de la joven Io, por lo que la transformó en una vaca, y encomendó a Argos Panoptes vigilarla. Pero Hermes, con su música hizo dormir a Argos Panoptes y lo decapitó. Según escribió Ovidio, Hera convirtió a Argos Panoptes en un pavo real, y traspasó sus ojos a las plumas de su cola.

Es notoria la escasez de ojos situados en las partes posteriores del cuerpo, como la nuca o la espalda, donde habrían dado una visión panorámica circular al poseedor.

En las cultura actual, los ojos heterotópicos siguen usándose como expresión artística, casi siempre situados en la cara, sirviendo para dramatizar situaciones, expresando diversos estados de ánimo según su localización, posición, forma, orientación y mímica facial y corporal acompañante (fig. 23).


Fig. 23: Retrato de Marie-Thérèse con guirnalda (Picasso, 1937).

  

EL OJO Y FIGURAS CORPORALES ANÁLOGAS

La sexualidad es un instinto permanente para mantener las especies animales. Desde nuestros antepasados prehistóricos hasta el presente la humanidad presta una atención permanente a ello en el arte y demás expresiones. La vulva femenina tiene una cierta similitud morfológica con la superficie ocular: los labios mayores y los labios menores de la vulva pueden recordar los párpados; la entrada de la vagina, la pupila; el clítoris, la carúncula y plica semilunaris; la secreción de las glándulas de Bartholin, la lágrima.

En la pintura y bajorrelieves prehistóricos la vulva aparece frecuentmente representada, no siendo siempre evidente cuándo expresa exclusivamente una vulva, un ojo o una superposición de ambos simbolismos (fig. 24). El ojo del Neguev (fig. 25) que suele ser interpretado como un ojo, nos parece que más bien expresa una vulva, por la forma de su ovoide periférico, y por la forma, posición y tamaño del disco central.


Fig. 24: Pinturas rupestres prehistóricas de las montañas de Altay (Asia central) representando vulvas, según unos investigadores, y ojos según otros (Cuevas de Tangbaletas. Circa 8.000 aC).


Fig. 25: ¿Ojo o vulva? Pintura rupestre. Desierto del Neguev. Israel.

Al principio de la cultura Veda de India, el Dios Indra sedujo a la esposa de Gautama, y éste consiguió de las Fuerzas Superiores que Indra tuviese que llevar sobre su cuerpo cientos de yonis (en sánscrito, órganos femeninos), que posteriormente fueron transformados en ojos. Así, los ojos fueron identificados primero con estrellas y más tarde con vulvas. Posteriormente cuando la religión veda fue evolucionando hacia la Trinidad Brahma-Vishnu-Shiva, Indra pasó a ocupar un papel menos importante, y a ser considerado como un sirviente de Shiva. El mito de Indra incluye las asociaciones subconscientes de Dioses, cielo y procreación.

Jung escribió que el ojo representa el útero materno, y que por ello la pupila del ojo recibió el nombre de un niño o feto (pupillus) (4,12). Nuestra idea es que el nombre de pupila no deriva de tal asociación, sino de que la madre, al mirar el ojo de su hijo ve su propia cara reflejada en la córnea pre-pupilar de su hijo, y esto ha hecho que en muchos idiomas la abertura central del iris haya recibido el nombre de una doncella, muñeco o niño: en latín, pupilla (niña) y pupula (niña); en griego korh (virgen, doncella, muñeca); en chino mutong-kong (niño del agujero del ojo); en turco göz bebegi (bebé); en hebreo ishón (mujer joven); en árabe coloquial bu´-bu´ (bebé); en alemán coloquial Kindlein (niñito) y Mündel (pupilo); en español, niña del ojo; en tagalog niño ng matá (niño del ojo), etc. (15).

La asociación ojo-vulva ha sido nuevamente recogida en los murales o posters de anuncio de un festival internacional de cine erótico (fig. 26).


Fig. 26: Surfóculo anunciando el XII festival internacional de cine erótico de Barcelona. La colocación vertical del eje de la hendidura palpebral hace perder la relación con un ojo y sugiere la imagen de una vulva.

Otra asociación corporal del ojo son algunas heridas corporales, tal vez por su orificio —equiparable a la pupila—, o tal vez por emanar sangre —equiparable a la lágrima—, tal vez por ambas cosas. Entre las mitologías religiosas, una de ellas es la de la mula de la Diosa tibetana Lhamo. Cuenta la leyenda que cuando dicha Diosa huía de su esposo, éste le disparó una flecha, que hirió la grupa de su montura, y Tara convirtió la herida sangrante de la mula en un ojo.

  

OJO Y GEOGRAFÍA

El ojo ha servido como denominación comparativa de múltiples accidentes geográficos, tales como bocas de cuevas, cráteres de volcanes, desfiladeros entre montañas, etc. haciendo casi siempre referencia a un paso o lugar de tránsito o a emitir luz o fluido. Como uno más entre la infinidad de ejemplos, citemos que en lenguas semitas, como el hebreo y el árabe, ayn (ojo) sirve para denominar la fuente de agua. El nombre de la capital del Sáhara ex-español es El Aaiún, siendo Aayún el plural de ayn, ojo, por existir en la orilla de la rambla seca Saqia el-Hamra (la acequia roja) unas fuentes u ojos de agua, que dieron lugar a un oasis, y alrededor del cual se hizo la población edificada por los españoles.

La más lujosa construcción turística diseñada hasta el presente es la Palm Jebel Ali, de Dubai (fig. 27), en la que una gran isla artificial con forma de ojo, unida a tierra por un nervio óptico, tiene en su interior una urbanización en forma de palmera, las orillas de cuyas múltiples hojas son playas.


Fig. 27: Centro residencial turístico PalmJebel Ali, en el Emirato de Dubai, en la costa sur del golfo pérsico. Simula un atolón con forma de ojo, combinado en su interior por áreas en forma de franjas verdes residenciales bordeadas de playas lineales que simulan las hojas de una palmera.

El mar Mediterráneo, conocido por los latinos como Mare Nostrum (nuestro mar), tiene una morfología en cierto modo parecida a la de la superficie ocular, y que puede alegorizar a ésta. Las costas sur de Europa y Turquía y la costa norte de África serían los bordes palpebrales. Usando la terminología oftalmológica actual, el espacio comprendido entre ambas costas sería la cuenca lacrimal y su contenido, el mar lacrimal. Las penínsulas e islas griegas e italianas que ocupan el centro, serían la superficie corneal. Los espacios situados al este y oeste de esta zona central, serían los trígonos conjuntivales lateral y medial. Al este, las aguas y costas sirio-hebreas, la cisterna lacrimal. Al oeste, el mar de Alborán sería el lago lacrimal. El mar Negro representaría la glándula lacrimal, y el estrecho del Bósforo, los conductos dacriodocos. Terminamos con la superposición de las figuras de una superficie ocular con el mar Mediterráneo (fig. 28), que puede alegorizar y representar el próximo congreso de la International Society of Dacryology & Dry Eye, que se celebrará en Estanbul el próximo 2008.


Fig. 28: Ocu-MareNostrum del IX Congreso de la International Society of Dacryology & Dry Eye (ISD&DE), a celebrar en Istanbul en 2008.

  

AGRADECIMIENTOS

A Jaime Contreras (U. Alcalá), Rosa M.ª Martínez de Codes (U. Alcalá), José-Luis Munoa (San Sebastián), Kenneth Molloy (Madrid) y María Rodríguez García-de-León (Madrid).


BIBLIOGRAFÍA


  1. Alió J, Rubio P. Dwaw, the good of oculists. A new discovery, the false door stele of Ipepi and Ptah-anj (Dwaw, dios de los oculistas. Un nuevo hallazgo: La estela de falsa puerta de Ipepi y Ptah-anj). Points de Vue. Otoño 2006; 55: 37-46.

  2. Boës E, Sears S. Archéologie, ostéologie, ethnologie & region oculaire:état de la question autour des îles marquises. In L’œil dans l’antiquité. Lons-le-Saunier: Muséee d’Archeologie. 1992-2002; 19-27.

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  4. Cirlot JE. El ojo en la mitología. Su simbolismo. Madrid: Ed. Libertaria 1992.

  5. Encinas JL. Comentario en la sobremesa de un almuerzo. 15 Diciembre 2006. Contertulios: Sres. A. Arias Puente, C. Cortés Valdés, A. Domínguez Collazo, JL. Encinas Martín, A. Fonseca Sandomingo, J. García-Sicilia, G. Leoz de la Fuente y J. Murube del Castillo.

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  16. Ovidio. Metamorfosis. 1: 720-723. Siglo I.

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  18. Sagrada Biblia. Génesis, 16. Siglos XV-II aC.

  19. San Juan. Apocalipsis. Cap 4, versos 1, 2. Siglo 1.

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  21. Zacarías. Antiguo Testamento. Libro de Zacarías 16: ciclo 2. Circa siglo VI aC.