HISTORIA Y HUMANIDADES


Pterygion: origen y evolución del nombre

MURUBE J1

1 Catedrático de Oftalmología de la Universidad de Alcalá de Henares.
Presidente de la International Society of Dacryology and Dry Eye.


El artículo aparecido en el número anterior de Studium Ophthalmologicum (17) sobre la evolución semántica y conceptual del término griego kollyrion (colirio) ha sido motivo de diversas preguntas y comentarios de algunos lectores sobre otros diminutivos griegos aplicados a términos médicos oftalmológicos, como pterygion.

Pterygion procede de la raíz griega pterón (pteron), ala, de donde derivó ptéryx, ptérigos (pterux, -ugoV), ala, o que tiene alas. La raíz griega pterón y ptéryx han sido utilizadas en la literatura científica para numerosos neologismos de las lenguas europeas modernas, como pterigoide (hueso u objeto con forma de ala), helicóptero (nave aérea con hélices horizontales), hemíptero (insecto generalmente de 4 alas, cuya mitad hemi- (hµi-) de sus alas anteriores suelen ser coriáceas), pterodáctilo (reptil volador extincto, que tenía membranas interdigitales, como el murciélago actual), etc.

A la raíz ptéryx- se le añadió el sufijo –ion, con significado de diminutivo. En la antigua Grecia prerromana, entre las varias formas de transformar un substantivo en su diminutivo estaba el añadirle el sufijo –ion (-ion). Así, de phlebs (jley), vaso sanguíneo, derivó phlébion (jlebion), para indicar un pequeño vaso, vénula o arteriola; de pyramís (pyraµís), pirámide, surgió pyramidion (puraµidion), para designar la parte suprema de una pirámide, que necesitaba una diferenciación terminológica, pues a veces cambia de inclinación y se hace menos aguda, o se recubría de láminas de oro (18), etc. Así, pues, los griegos antiguos añadieron a la raíz pteryg- el sufijo diminutivo -ion, y formaron el término pterygion, que primero sirvió para designar el ala de los insectos, pero que ya en los textos hipocráticos aparece usado también para expresar la invasión conjuntival de la córnea, por su parecido a un ala (fig. 1).


Fig. 1. Pterygion craso.

El sufijo griego –ion ha perdurado en el griego moderno hasta ahora, pero ya no con significado de diminutivo, que actualmente suele hacerse con el sufijo –aki. Citemos como una anécdota colateral, que el nombre vasco Iñaki, que no es un diminutivo (en euskera el diminutivo suele hacerse con el sufijo –txu), suena a un griego actual como una denominación diminutiva y cariñosa.

En el transcurso de la historia, los escritores de la Roma clásica republicana e imperial incorporaron muchos términos griegos, y en el caso del pterygion, en vez de tomar la raíz griega ptéryx- y añadirle cualquiera de los sufijos diminutivos latinos, tomaron el término diminutivo griego completo —pterygion—, y lo latinizaron como pterygium. Quizás por confundirlo con los neutros latinos en –um, el griego pterygion pasó al latín pterygium, no como un diminutivo, sino como un término positivo simple de género neutro, con plural en –ia. En esta forma latinizada lo usaron Plinio y Celso, para designar la invasión episcleroconjuntival sobre la córnea (2). Sin embargo, este término no se extendió en el habla popular romana para el significado que nos ocupa, porque ya existía la denominación autóctona de unguis, uña, o su diminutivo, ungula.

La romanización de la Europa occidental difundió la palabra latina unguis, dando en francés ongle, en portugués unha, en español uña, y en catalán ungla. Teresa Herrera et al. (10) recogen en los dialectos latinos de la península ibérica multitud de variantes derivadas de ungis: hunna, unja, unna, uña, vngula, vnna, vña, vnya, etc.

Aquellos términos perduraron en el pueblo durante las Edades Media y Contemporánea. En las lenguas romances peninsulares, como las distintas variantes de bables, gallegos, leoneses, mirandés, portugueses, castellanos, aragoneses, catalanes, valencianos, baleares, canarios, etc. el término pterygium no se implantó en el pueblo, y aparecía ocasionalmente como un cultismo, no usado en la lengua hablada. En la época actual, al inicio del siglo XXI, el pterygion sigue llamándose en España por el pueblo no médico con sus denominaciones ancestrales. Es la patología ocular con más variantes terminológicas regionales: telilla en Galicia, Asturias y Cantabria; odola banda (banda de sangre) en las Vascongadas; tela en La Rioja; telilla y vena en Aragón; tel, ungla, pelleringa y carn en Cataluña; carnizón en Salamanca; telena en Madrid (hoy sólo residual en pueblos circundantes como Colmenar, etc.); unha, prega, asinha, gordura no olho y pele no olho en Portugal; uña, uñero, palma y palmera en Extremadura; uña y más raramente uñero, en La Mancha; tel y telet en el reino de Valencia; ungla y palmera en Baleares; palma, palmera y uña, y más raramente granulación o una carne en Andalucía; pernal en las islas Canarias occidentales, donde en La Palma, a veces se nombra también como carne crecida; carnabón en las islas Canarias orientales; carnabón y carnalón en Lanzarote.


Fig. 2. Nombres dados popularmente al pterygion en la península ibérica, e islas baleares y canarias.

Esta diversidad terminológica ha saltado al español de América, y así se dice carnosidad en Méjico, Cuba, Panamá, Venezuela y Perú; uña en Guatemala; nube en San Salvador; carnasa en Ecuador; carnosidad, telita, y a veces alita, en Chile; telita en Argentina, etc. (20).

Estos términos, aunque ampliamente extendidos, no son a veces recogidos por los lexicógrafos, que no viven el ambiente médico. Así, los términos usados en Canarias —donde por su luminosidad ambiental el pterygion es muy frecuente—, aunque son los habitualmente oídos por el oftalmólogo en consulta con los pacientes, no aparecen en los diccionarios de Guerra (1965) (9) y de Lorenzo et al. (1996) (15), ni en Asturias, en el diccionario bable de Rato (1891) (21), etc.

Asimismo, cuanto más frecuente es el pterygion en un país, más frecuentes son los términos populares que lo describen, y más se han mantenido, porque entran a menudo en las conversaciones de la población.

En el presente, la abundante intercomunicación hablada a través de la radio, televisión, telefonía y cibernética, el aumento de las migraciones poblacionales y de las relaciones interpersonales con otros pueblos y culturas, y la mayor culturización de la masa poblacional, hace que rápidamente se esté introduciendo la terminología científica actual, y es previsible que en una o dos generaciones desaparezcan, sustituyéndose por pterygion, al igual que está ocurriendo con otros términos medievales, como ya ha casi desaparecido en los últimos decenios el sintagma dolor de clavo (glaucoma agudo), está desapareciendo corto de vista (miope), y previsiblemente desaparecerá en un futuro vista cansada (presbicia).

Cuanto más frecuente es el pterygion en una región, la forma de expresión pasa de ser una analogía o comparación morfológica a ser una unidad sintagmática que significa pterygion. Así, cuando un portugués dice tener pele no olho, por comparación se deduce que se refiere a tener un pterygion; pero cuando un extremeño dice que tiene una palmera, no hace falta que añada en el ojo, pues ya es un sintagma independizado y se entiende directamente que se refiere a un pterygion.

Como vemos los términos usados para el pterygion se basan en la analogía de la excrecencia sobre la superficie ocular con los conceptos de uña, tela, carne, palma, pierna, nube, vena, etc. Comentaremos algunas.

Uña: Unguis y ungula en Latín; uña, unha, uñero y ungla en Península Ibérica y Centroamérica; ongle (uña) en Francia; Nagel (uña) (1) en Alemania medieval; nakhon (uña) y nakhonak (pequeña uña) en Irán; nakhoona (parecido a uña) en Rajasthan (India), thefer/zafra (uña) en los países árabes.

La analogía con la uña parece ser la que más se extendió en las culturas de lenguas indoeuropeas, siendo la utilizada en la Roma clásica (unguis, ungula), en los pueblos germánicos medievales (Nagel) y en pueblos asiáticos indoeuropeos, como los actuales persas (nakhon en iraní) y rajasthaníes (nakhoona). Todas ellas tienen la misma raíz lingüística.

Ala: Alita en Chile; asinha (alita) en Portugal: Flügelfell (piel como ala) en Alemania y Suiza germanoparlante; vleugelvlies (piel como ala) en Holanda; siipikalvo (membrana como ala) en Finlandia; kus kanadi (ala de pájaro) en Turquía; yoku-jo-hen (telita como ala) en Japón.

Carne: Carnabón, carnalón o carne crecida en Canarias; carn en Cataluña, carnosidad en Hispanoamérica; Carnasa en Ecuador y Perú; carne cresciuta (carne crecida) en Italia.

Vena: El término vena, usado en Aragón y algunos otros lugares, hace referencia a la vascularización del pterygion, ya que la expresión popular desde la Edad Media hasta el presente para designar un vaso sanguíneo ha sido el de vena —ya se trate de arteria, capilar o vena—, por lo que vena también se usó como genérico para múltiples comparaciones de otra índole: darle a uno la vena poética, tener vena de loco, dar la sangre de las venas, vena de agua subterránea, vena de mineral en las minas, vena de color en las piedras, etc. El uso popular de arteria es muy reciente.

Pierna: Pernal en Canarias.

Grasa: Gordura no olho (grasa en el ojo) en Portugal.

Piel, membrana: Pelleringa en Cataluña; pele no olho (piel en el ojo) en Portugal; peau sur l’oeil (piel sobre el ojo) en Francia; une peau qui recouvre la cornée (una piel que recubre la córnea) en Bégica francófona; een velletje dat over het oog groeit (una membrana que crece sobre el ojo) en Países Bajos; Flügelfell (piel como ala) o Häutchen (pielecita, membrana) en Alemania; kúszóhártya (membrana+reptar, arrastrarse) en húngaro; skin over the eye (término a veces también empleado para la catarata) en Australia.

Tela: Tela telita, tel y telet en España y Cono Sur americano; web-eye (8) en Inglaterra; vail (velo) en hindú guajarati.

Pliegue: Prega (pliegue) en Portugal.

Pulpo: En Italia, casi ya desaparecido y sólo persistente en la población menos culturizada, aún se dice polipo (hoy se asigna al celentéreo radiado que vive fijo en el fondo marino; pero el término deriva del griego polupouV—de muchos pies—, que dio origen al latín polypus, y éste al italiano polipo y polpo, y al español pulpo). En dos culturas tan separadas, como la de la isla de Malta y la de las islas filipinas de lengua tagala, los términos autóctonos son qarnita (pulpo) en Malta y puguita (pulpo) en Filipinas.

Lepra?: En algunos lugares de Portugal el pterygion se ha denominado hasta recientemente gafanas. Desconocemos el origen de este término, pero es posible que haga referencia a la lepra, y se haya buscado al pterygion una comparación con una lesión cutánea de lepra. En árabe qáfa significó torcido o gancho, y tal vez por la distorsión de los dedos de los pacientes con lepra, en algunos dialectos romances andalusíes está documentado que gafa también significó lepra, y gafo, leproso. Tan impreciso como esto es la posibilidad de que la palabra gafas, aplicada a los anteojos sujetos con patillas como ganchos a las orejas, tenga el mismo origen en la raíz árabe qáfa.

Palma: Palma en Andalucía y Baleares, palmera en Extremadura y Baleares.

Espiga: Sebel en castellano andalusí, que tal vez procedente del árabe sanabel (espiga de trigo), se usó en la España renacentista.

Catarata, nube: Por confusión o similitud con otras patologías, en algunas áreas ecuatoriales de Hispanoamérica frecuentemente se dice catarata, y en Australia, cataract. Nube en áreas hispanoamericanas centrales.

Profesión: Fiskerøje (ojo de pescador) y vagabond øje (ojo de vagabundo o de porteador) en Dinamarca.

  

¿CUÁNDO ENTRÓ EL TÉRMINO PTERYGION?

Hoy, los términos universalizados son pterygion o pterygium. Estos términos no nos llegaron a través del latín hablado, sino de la literatura griega conservada y de sus traducciones latinas, que los fueron introduciendo a partir de la baja Edad Media en la literatura científica, aunque tardaron siglos en conseguirlo y en desplazar los términos uña y otros.

En los diccionarios consultados de la baja edad media no figura el término pterigyon, y sí otros, especialmente los derivados de unguis. En los de la edad moderna y contemporánea cada vez fue apareciendo con más frecuencia pterygion o similares, pero generalmente como un término secundario, que se añade al importante, que solía ser el derivado de unguis. En los actuales, ya sólo suele citarse pterygion, salvo en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), en el que falta este término, pero se incluye el de uña.

Así, el genovés Simonis Januensis (siglo XIII-XIV) (25) incluyó el vocablo pterigia en su diccionario terminológico médico como término griego para designar la vngula oculi (uña del ojo).

En otros diccionarios médicos posteriores, ni siquiera aparece. Así, el término pterygion no figura en el «Sumario de la medicina» de López de Villalobos (1498) (14), quien usa el término vngula. Ni en el Lexicon Medicum de Bartholomaeus Castello Messinensi (1651) (3).

Ruyzes de Fontecha, de Daimiel (Ciudad Real) (1606) (22), recogió el término pterygion, que definió como «vngula oculorum», «la vña que se haze en el ojo». También le asigna los nombres de «terigio del ojo» o «profus», término este último al que Esteban de Antonio (7) ha intentado descubrir su etimología, sin lograrlo.

López de Villalobos (siglo XV) (14), judío converso de Zamora y médico de cámara de Fernando el Católico y de Carlos I, tampoco conocía el término pterygion, y usó el de vngula, que definió como «una telilla creciente nel ojo». También usó el término sebel, que definió en verso (1498) como:

«sebel es panículo en la conjuntina
de rubio color que ala cornea alcanza
la causa da queste es materia sanguina
purgado el humor de sangrar determina
tras esto colirios y ungüentos le lança»

Rubio es hoy designación del pelo amarillento, pero aún tenía en su época significado de rojo (ruber). Sebel, utilizado en árabe para el pterygion y el pannus, probablemente procede de sanabel, que significa espiga de trigo. En el árabe actual el término popular para el pterygion es thefer/zafra, que significa uña.

El médico holandés Steven Blankaart, que latinizó su nombre como Stephanus Blancardus, dice en su diccionario médico (1683) (1), escrito en latín, que pterygium es una «excrecentia membranosa, unguis et ungula dicta, ab angulo interno, versus oculo pupillam excrecens». Y añade que en germánico se denomina ein Nagel (una uña).

— El Diccionario de Autoridades (1726-1739) (4), primer diccionario de la Real Academia Española (RAE), no incluye el término pterygion en su ordenación alfabética (Tomo V, 1937), pero en el Tomo VI (1739) define uña como «excrescencia, ó tumor duro, que se hace en los ojos en la extremidad del párpado, por la semejanza que tiene con la raíz de la uñas. Pterigium». Para el término tela no da el significado de pterygion sino el de subtilis albugo o «nubecilla que se empieza à formar sobre la niña del ojo».

— El diccionario de Terreros, escrito por este jesuita vizcaíno antes de la expulsión y extinción de la Compañía de Jesús (1767, 1773), pero publicado en 1788 (26) dice: «Pterijio: uña del ojo, excrescencia membranosa, que se forma sobre la conjunctiva». Pero donde se extiende más es en «uña»: «enfermedad que da en los ojos, excrescencia nerviosa de la membrana conjuntiva, y que empieza en el lagrimal, y poco á poco se extiende hasta la pupila, de modo, que la cubre, y ofusca». También recoge el término «tela», aunque es menos preciso: «Tela. en la anatomía, lo mismo que túnica, película. V. Hai tela del corazon, del celebro, del ojo, etc.».

Lavoisien (1793) (13), cirujano militar francés, lo recoge como ongle y onglet, y dice que se aplica al ptérygion (por su parecido con la parte distal de una uña que crece) y al hipopion (por su forma de creciente, como raíz de la uña). Añade que de antiguo se reconocen 3 formas: membranosa (carnosa), adiposa (como grasa congelada), y varicosa (o panniculus), esta última conocida por la medicina árabe como sebel. También cita brevemente el término pterygion como significante de ongle de l’oeil (para cuya definición remite a este término).

También Hurtado de Mendoza (1840) (11) incluye el término pterigion, y lo define como «una membrana morbosa triangular del ángulo interno del ojo que se estiende a la córnea», pero no recoge ninguno de los términos similares o derivados de carne, nube, palma, pierna, sangre, tela o uña.

Hoy día, en las dos naciones que nos contactan —Portugal y Francia— sólo se usa el término griego pterygion, tanto por los médicos como por los pacientes. Más allá de estos países, sí se conservan en el habla popular algunas formas antiguas. Así, en Alemania los médicos usan el término griego pterygion o el grecolatino pterigium, pero los pacientes —y los médicos para hacerse entender—, dicen Flügelfell (ala-piel). En Holanda, casi ha desaparecido el término vleugelvlies (ala-piel). Curioso es que en Dinamarca, el pueblo lo denomina fiskerøje (pescador-ojo), por ser frecuente en los marineros, sin duda por estar muy expuestos a la luz ultravioleta. En los países con lenguas altaicas de Europa, como Finlandia y Hungría, los médicos de ambos países usan la versión latina pterygium, pero el pueblo dice en Finlandia siipikalvo (ala-membrana), y en Hungría kúszóhártya (membrana reptante).

  

¿Cómo se dice en español científico contemporáneo?

En algunos países, como España, Portugal o Grecia la literatura científica suele usar el término griego original pterygion. Pero en la mayoría de los países anglófonos y francófonos y otros como Finlandia, Países Bajos, Malasia o Japón, es más frecuente emplear la forma latinizada pterygium. En Italia se usa pterigio, sin quedarme claro si es la italiniazación del griego pterygion o del latín pterygium.

Curiosamente, aunque el Diccionario de Autoridades (1726-1739) (4) había citado —si bien sólo colateralmente— el término pterigium, las ediciones de los últimos decenios de su sucesor —el Diccionario de la RAE (5)—, no incluyen el término pteygion, pero siguen recogiendo el de uña, que en su séptima acepción define como «excrecencia de la carúncula lagrimal, semejante a la raíz de la uña».

En la literatura médica actual en español no suele usarse el término latino pterygium, sino el griego original pterygion, pero escrito con i latina, o sea, pterigion. Así aparece en casi todos los escritos, y en diversos diccionarios médicos, como el de Serrano (5).

El Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas (1992) (6) y el diccionario del español actual de Seco et al. (1999) (23) no citan los antiguos sinónimos de esta patología ocular, pero sí el término pterigión, escrito con i latina y acento agudo. La primera disonancia de pterigión es la sustitución de la -y- griega por la -i- latina. Probablemente corresponde a la norma impuesta hace dos siglos por la RAE de substituir la y griega de los término grecolatinos por la i latina. El escribir con la letra que más se aproxima a la pronunciación de una vocal o consonante —cosa que también hizo el italiano— deshomologó nuestra lengua con respecto al francés, el alemán o el inglés, que respetaron la grafía clásica. Esto hoy frecuentemente dificulta nuestra escritura en las lenguas que no cometieron nuestro error. Si se escribe como se pronuncia, las variantes dialectales del español habrían fragmentado nuestra lengua en múltiples dialectos desde California a Chile y de Filipinas a Guinea Ecuatorial. Sevilla, la ciudad que fue la encrucijada del mundo occidental desde la colonización de América hasta la epidemia de peste de 1649 y que fue en su día el gran recolector y distribuidor del español, podría ser hoy escrita en sus pronunciaciones simplificadas más frecuentes, como Sevilla, Sebiya, Sebilla, Seviya, Cevilla, Cebilla, Cebiya, Ceviya. Y el inglés actual sería una interminable lista de dialectos. Ciertamente, el mantenimiento de una forma escritural única ayuda a converger hacia una uniformidad. Pero en los términos científicos universales lo ideal habría sido mantener la grafía clásica.

La segunda disonancia de pterigión es el acento agudo. Puede haberse derivado de haber seguido por analogía el presumible error del Diccionario de la RAE de escribir el término chalazion como chalazión, lo que no tiene base etimológica y que probablemente se debió no a un criterio fundamentado, sino a una decisión improvisada. También cabe que esta agudización de pterygion a pterygión haya venido por influencia de la pronunciación oxítona francesa, pues de Francia entró en España gran parte de la cultura científica del siglo XVIII, y citamos como una curiosidad parecida, el que los términos dados a los padres —papa y mama— hayan pasado a papá y mamá, pues la aristocracia española de los siglos XVIII y XIX hacía gala y ostentación de su educación francesa diciendo papá y mamá, lo que entró en los siglos XIX y XX en la clase media, y aún está por entrar en las clases menos culturizadas.

El hecho de que el diccionario de la Real Academia Española no incluya el término pterygion, permite escribirlo en español oficial según el criterio lógico de cada uno, y creo que lo más lógico, pues respeta las raíces y nos homologa a las demás lenguas cultas, es escribirlo en su forma griega original, pterygion, o en su forma latina pterygium, la más universalizada actualmente y probablemente la que se aceptará en el futuro.

 

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos la colaboración de los Dres. Abreu Reyes, Acera Osa, Arias Puente, Arnalich Montiel, Barraquer Compte, Barraquer Moner, Castanheira Dinis, Castilla de Céspedes, Chedid, Contreras Campos, de Timoteo Barranco, Esteban de Antonio, Fathi Diab, García Marcos, Graue Wiechers, Javate, Munoa Roiz, Muñoz Negrete, Murta, Ponce Vásquez, Rebolleda Fernández, Ribeiro da Silva, Sanz López, Sara Salcedo y Verdaguer Tarradella.


BIBLIOGRAFÍA


  1. Blancardus, S. Lexicon medicum graeco-latinum. Jena: Ed. Literis Mullerianis, 1683. 1ª edición en Leyden 1680.

  2. Blánquez Fraile A. Diccionario Latino-Español. Barcelona: Ed. Sopena. 1985, p

  3. Castello B. Lexicon medicum Hippocratis, Galeni, et Avicenae, etc. Roterdam. 1651.

  4. Diccionario de Autoridades (Diccionario de la lengua castellana). Madrid: Impr. Real Academia Española. Tomo V, 1737. Tomo VI. 1739.

  5. Diccionario de la Lengua Española (DRAE).. Madrid: Ed. Real Academia Española, 22ª edición. 2001.

  6. Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas. Barcelona: Ed. Masson-Salvat, 13ª edición. 1992.

  7. Esteban de Antonio M. Estudio histórico sobre la nomenclatura oftalmológica del diccionario médico (año 1606) de Juan Alonso y de los Ruyzes de Fontecha. Madrid: Mac Line SL. 2002.

  8. Fowler HW, et al. The concise Oxford Dictionary. Oxford: ClarendonPress, 4.ª edición, 1951. p. 1455.

  9. Guerra Navarro F. Contribución al léxico popular de Gran Canaria. Madrid: Edit. Peña Pancho Guerra. 1965.

  10. Herrera MT, Sánchez MV, Zabia MP. Diccionario español de textos médicos antiguos. Madrid: Es. Arcos/Libros. 1996.

  11. Hurtado de Mendoza M. Vocabulario medico-quirurgico ó diccionario de medicina y cirugía. Madrid: Ed. Boix. 1840.

  12. Januensis S. Vide Simonis Januensis.

  13. Lavoisien JF. Dicctionnaire Portatif de Médecine. Paris: Libr T. Barrois. 1793. p 419.

  14. López de Villalobos F. Sumario de la medicina. 1498. (Transcripción íntegra por Sánchez Granjel et al. Salamanca: Ed. Universidad de Salamanca).

  15. Lorenzo A, Morera M, Ortega G. Diccionario de canarismos. La Laguna: Edit. Francisco Lemus, 1996.

  16. Murube del Castillo J. Léxico popular canario referido a la oftalmología. Arch Soc Canar Oftalmol. 1981; 6: 98-107.

  17. Murube C, Murube E, Murube J, Esteban de Antonio M. Colirio: Qué significó y qué significa. Stud Ophthalmol. 2007; 25: 141-147.

  18. Murube J. The ocular surface and its symbolism. Ocul Surf 2007; 5: 6-12).

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  21. Rato y Hévia, A de. Vocabulario de las palabras y frases bables. Madrid: Tipogr. Manuel Ginés Hernández. 1891.

  22. Ruyzes de Fontecha, Juan Alonso y de los. Diez privilegios para mujeres preñadas. Apéndice con diccionario… Alcalá de Henares: Impr. Luis Martynez Grande. 1606.

  23. Seco M, Andrés O, Ramos G. . Diccionario del español actual. Madrid: Aguilar. Tomo II. 1999.

  24. Serrano H. Diccionario de términos oftalmológicos. Caracas: Ed. CibaVision. 1999.

  25. Simonis Januensis. Opusculum cui nomen clauis sanationis simplicia medicinalia Latina graeca et arabica ordine Alphabetico mirifice elucidans… etc.. Circa 1288-1304. Edición de Venecia 1514.

  26. Terreros y Pando, E de. Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes. Madrid: :Impr. Vda. de Ibarra, Tomo I, 1786. Tomos II y III 1788.

  27. Pita Salorio D, et al. Diccionario terminológico de oftalmología. Madrid: Ed. Allergan, S.A. 1994.