LA VENTANA DEL RESIDENTE


Cuando el conocimiento tiende a infinito... y mi tiempo tiende a cero

FERNÁNDEZ GARCÍA MJ1

1 Residente del Hospital Virgen de la Salud. Toledo.


Cuando uno se inicia en el mundo de la Oftalmología, quizá le acompañe la popular creencia de que «con lo pequeño que es el ojo» poco, por tanto, se puede saber sobre él. Sin embargo, no hay que avanzar mucho para darse cuenta de cómo ese pequeño órgano se va desplegando ante nosotros en diferentes estructuras que conforman al final un universo de patología, fisiología, anatomía, … y de conocimiento inabarcable. Además, a éste hay que añadirle ese «mundo paralelo» que incluye todo el manejo de la tecnología que permite el estudio y tratamiento médico-quirúrgico de esta pequeña estructura. Es entonces cuando nuestra idea primitiva se transforma por completo hasta poder hacernos sentir perdidos entre tanto conocimiento (o desconocimiento). Y en medio de este mar de dudas navega, o aprende a no ahogarse, la figura del residente. Cuando ya conseguimos enfocarnos con la lámpara de hendidura o diagnosticar una conjuntivitis, todo un logro en un principiante, aparece un nuevo reto como el de tomar la presión intraocular (sin que difiera en más de 5-10 mm de Hg de la tomada por el adjunto), descubrir aquello que llaman Tyndall (eso sí que es todo un milagro) o conseguir enfocar la papila. Pero esta carrera nunca acaba pues siempre quedan nuevos retos por conseguir, y mucho más si entramos en el terreno quirúrgico: ordenar la mesa para instrumentar en una cirugía de catarata, enfocar el micro o aprender a manejar nuestros movimientos bajo él.

Supongo que la ignorancia o desconocimiento, aunque genere angustia, también puede producir comodidad y a veces incluso osadía o atrevimiento, sin darnos cuenta de que en esos momentos somos nosotros los que estamos «ciegos». El saber nos otorga duda, no nos libra de cierta preocupación, pero nos hace quizá más prudentes, críticos y humildes. Y es en esta balanza donde nos encontramos.

El avance de las tecnologías y los frutos de la investigación han permitido un gran progreso de todas las ciencias así como de la Medicina incluyendo la Oftalmología. Y esta tendencia a seguir descubriendo afortunadamente parece seguir viva, en movimiento y continuará creciendo.

Cada vez más lejos queda la figura de aquel oftalmólogo que se sabía conocedor de toda patología ya que lo descubierto sobre ellas era poco, sin inquietud por aprender o actualizarse porque entendía el conocimiento como algo estático e inerte. Pasamos del tiempo en que toda esta especialidad podía ser recogida en un sólo libro, a la época en que casi cualquier enfermedad o estructura del ojo puede ser en sí objeto de su propio tratado dejando aún, tras tantas páginas de teorías e hipótesis, múltiples cuestiones no resueltas. O la época en la que aquella verdad que se consideraba evidente ahora se cuestiona y se pone en duda; nada por tanto permanece inmóvil.

Aquellos residentes sí que podrían pensar que cuatro años eran suficientes para «controlar» la especialidad y eran menos conscientes que los de ahora de que quizá el desconocimiento en muchos aspectos sea nuestro compañero durante toda nuestra asistencia. Toda una vida pues para sorprendernos e intentar manejar lo que también es «todo un arte».

Si difícil es aprender una ciencia, también lo será aprender un arte; y requerirá aún más esfuerzo saber manejar ambos con sabiduría y conciencia. No bastará saber llegar a un diagnóstico y no saber trasmitirlo a nuestros pacientes con ética, rigor y humildad. Pues a pesar de toda la teoría y tanto estudio no debemos olvidar en este mar de conceptos a aquellos a quien nos debemos: nuestros pacientes. Aprender a comunicar lo que deseamos expresar al mismo tiempo que transmitir confianza o serenidad será tan importante como la ciencia en sí. Y para este buen hacer, me parece a mí, que tampoco hay muchos libros y será el tiempo y la experiencia (y nuestra paciencia) los que se conviertan en nuestros maestros en este aspecto.

Nuestra juventud, las ganas de aprender, de saber, de intentar ser autosuficientes en nuestra práctica,… puede generar momentos de cierta desesperación al darnos cuenta de que, por mucho que avancemos, siempre estaremos lejos de vivir sin incertidumbre. Pero si uno lo piensa detenidamente no estamos solos en esta «carrera de obstáculos» pues hasta el oftalmólogo más experimentado participa también en ella.

Probablemente, como algunos adjuntos nos aconsejan en medio de un momento de agobio, lo más importante no sea saberlo absolutamente todo, pues es imposible, sino saber dónde buscar la respuesta a nuestra duda (o tener el número de teléfono de quien la sabe, añado yo).