LA VENTANA DEL RESIDENTE


Como en casa... ¿en ninguna parte?

CARRERO A, MÍGUEZ C


A todos nos preocupa el momento en el que finaliza nuestra residencia. Nos surgen miedos sobre la responsabilidad que vamos a adquirir, el cambio de hospital,… y con el objetivo de que este cambio no sea tan brusco, tendemos a desear quedarnos como adjuntos en nuestro hospital. Pero desgraciadamente, esto no siempre es posible.

Por ello, preguntamos a dos adjuntas de primer año, dos amigas, las ventajas e inconvenientes de trabajar en el mismo o en distinto hospital al que se formaron.


AMPARO CARRERO (adjunta de primer año en un hospital distinto del que se formó)

Cambiar de hospital al terminar la residencia, no es cambio cualquiera. Hay muchos cambios...

– Cambias de compañeros y esto es bastante duro. Durante la residencia hice realmente buenos amigos con los que he compartido buenos momentos, noches de guardia, muchísimas horas de consulta, los primeros éxitos en el quirófano, etc.

Dejar de verlos, para mí, fue lo mas difícil de dejar el hospital. Pero al cambiar, como es lógico, descubres nuevas personas, nuevos compañeros que también hacen que tus primeros pasaos como adjunto sean más sencillos, más agradables. En este sentido, tanto en la residencia como en el hospital en el que estoy ahora, creo que he tenido mucha suerte.

– Cambias de lugar de trabajo y, al principio, no sabes cómo funcionan o dónde están las cosas (lo cual te crea inseguridad), pero pienso que es bueno cambiar de ambientes.

– También cambia la manera de trabajar. Cuando eres residente crees que, según se actúa en tu hospital, es la única manera de proceder y... está claro que no. En este sentido creo que es mucho más enriquecedor abrir la mente a otras formas de trabajo. Por primera vez, empiezas a hacer las cosas según tu criterio y a tomar tus propias decisiones. Es aquí cuando realmente empiezas a aprender.

– Cambia la perspectiva de trabajo. De residente, ante cualquier problema, hay detrás un adjunto como responsable último del paciente. Ahora eres tú. Y aunque esto pase, estés en el hospital que estés, creo que eres más consciente de esto al cambiar de lugar físicamente.

Definitivamente, pienso que cambiar de hospital, puede ser mucho más enriquecedor que quedarte en el mismo, como siempre que sucede un cambio. Pero, claro está, se echan de menos muchas cosas, compañeros, seguridad... Con el cambio de hospital, se cierra, definitivamente, la época de residente, para comenzar otra. Y, aunque pueda parecer que «ya has terminado», ¡esto no ha hecho más que comenzar!

  

CRISTINA MÍGUEZ (adjunta de primer año en el mismo hospital en el que se formó)

Cuando me pidieron que escribiera sobre las ventajas e inconvenientes de quedarse en el mismo hospital al acabar la residencia, lo primero que pensé fue: «¡Qué fácil! Todo son ventajas». Pero ya con el bolígrafo en la mano, caí en la cuenta de que todo está lleno de matices. Así pues, ¿cómo resumir en pocas palabras las ventajas e inconvenientes de empezar como adjunto en el mismo lugar donde fuiste residente? Pues creo que la respuesta más acertada es: sigues siendo residente, pero sin serlo.

En primer lugar, conoces a todo el mundo y todo el mundo te conoce, incluyendo tus limitaciones, por lo que todos saben lo que se puede esperar de ti y no tienes que pasar por esos primeros momentos en un sitio nuevo cuando sientes que todos los ojos se clavan en ti con miradas de «a ver qué tal lo hace la nueva…». De hecho, si la situación se complica, notas que te observan con condescendencia casi paternal como si pensaran: «pobre, es normal… si es que hasta ayer era residente». Sin embargo, si acabas la jornada de forma satisfactoria, a veces llegas a vislumbrar un atisbo de orgullo en sus miradas, como si pensaran: «mira la niña, y eso que hasta ayer era residente…».

Además, juegas en terreno conocido y eso te da ventaja porque ahorras mucho tiempo intentando aprender dónde están las cosas.

Así que te cuidan, te sientes arropada y te mueves con seguridad en tu entorno, como si siguieses siendo residente… pero sin serlo. En realidad, a veces te da la sensación de que no eres nada. Por un lado, los residentes no te ven como uno de ellos, por lo que no cuentas con esa cercanía y complicidad que se crea entre residentes, pero tampoco te ven como un adjunto de verdad, por lo que no cuentas con el respeto y obediencia que se les tributa a los mismos. Y por otro lado, los adjuntos te ven todavía como residente más que como uno de ellos, por lo que tu voz y tu voto no cuentan demasiado. Así que, ahí estás, en tierra de nadie, sometida siempre a «las necesidades del servicio» y sintiéndote diferente a todos los demás. Lo que nos lleva al que, sin duda ninguna, es el mayor inconveniente de todos en esto de seguir en el mismo sitio al acabar la residencia y es que… ¡¡NO TIENES CO-ERRES!! Estás en las consultas de siempre, en los quirófanos de siempre, haciendo las cosas de siempre… pero sin tus compañeros de siempre… Y eso, sí se echa de menos.

No obstante, a pesar de todo esto y aunque cierto es que en muchos momentos te encuentras algo descolocada, el balance es, sin duda, muy positivo. Y no puedo más que manifestar mi alegría por haber podido disfrutar de esta segunda «pseudo-residencia», que ha sido una experiencia muy gratificante y una forma muy dulce de hacer la transición hacia la vida «adulta».


Después de leer ambas opiniones creo que deberíamos pensar que, acabemos donde acabemos, seguro que estaremos bien, aunque siempre echaremos de menos a nuestros compañeros.