COMUNICACIÓN SOLICITADA


Coroiditis serpiginosa: índices de actividad

SALAZAR MÉNDEZ R1, CORDERO COMA M2

Complejo Hospitalario Universitario de León. Servicio de Oftalmología.
1 Médico Residente Oftalmología. Hospital Universitario Central de Asturias.
2 Médico Adjunto Oftalmología. Hospital de León.


RESUMEN

Introducción: La coroiditis serpiginosa (CS) se clasifica dentro del grupo de los síndromes de manchas blancas (SMB). Constituye una uveítis posterior bilateral de curso crónico y progresivo, donde se alternan fases activas y fases quiescentes. Su diagnóstico se basa fundamentalmente en la exploración oftalmoscópica, aunque, con frecuencia, ésta es insuficiente para determinar la actividad del cuadro y establecer así la actitud terapéutica más adecuada. En este artículo se revisa la CS, analizando el valor de diversos factores (agudeza visual, exploración funduscópica, angiografía con fluoresceína y verde indocianina, campimetría, autofluorescencia y pruebas electrofisiológicas) en la monitorización de la actividad de las lesiones.

Conclusiones: El pronóstico visual en la CS está influido de forma determinante por la tendencia a la recurrencia del proceso inflamatorio. Estos episodios de inflamación recurrente son causa de una pérdida indolora aunque progresiva de la visión, de forma que resulta esencial identificarlos y tratarlos de forma precoz y agresiva. En este manejo suele ser preciso valorar diversos indicadores de actividad. El conocimiento y utilización de éstos resulta crucial en el seguimiento y toma de decisiones de estos pacientes.


La coroidopatía serpiginosa es un trastorno infrecuente y bilateral, caracterizado por una inflamación crónica, progresiva y recurrente, de etiología desconocida, que afecta al complejo formado por el epitelio pigmentario de la retina (EPR) y la coriocapilar. Fue descrita por primera vez en 1932 por Junius, aunque su descripción completa data de 1os años setenta (1), y desde entonces ha recibido diversos nombres: esclerosis coroidea peripapilar, degeneración coriorretiniana helicoidea peripapilar, coroiditis geográfica, coroidopatía geográfica, coroidopatía geográfica helicoidea peripapilar… (2).

Representa menos del 5% del total de las uveítis posteriores (en algunas regiones la prevalencia es mucho mayor, como en La India, donde alcanza un 19%). Se presenta en adultos jóvenes o de mediana edad, describiéndose en muchos estudios una mayor frecuencia en el sexo masculino, sin predisposición racial o familiar (aunque recientemente se ha descrito una mayor frecuencia de HLA B7 en este grupo). Aunque se han descrito casos asociados a diversos procesos sistémicos (enfermedad Crohn, celiaca, distonía, sarcoidosis, panarteritis nodosa…), en ninguno se ha podido establecer una relación causal. (2,3)

El cuadro se caracteriza por la aparición de lesiones amarillentas irregulares en el área peripapilar y macular con progresión serpiginosa o helicoidal, aunque se han descrito al menos tres patrones diferenciados:

Respecto a su anatomía patológica, aunque existen muy pocos estudios histopatológicos, en éstos se ha podido demostrar la existencia de una infiltración difusa linfocitaria, así como una atrofia de fotorreceptores, EPR y coriocapilar, siendo ésta última la capa más afectada. (7) Se han propuesto muy diversas teorías patogénicas, ninguna de ellas confirmada en la actualidad, representando quizás la CS una manifestación común a muy diversos procesos sistémicos:


Fig. 1: Aspecto oftalmoscópico de (a) ojo derecho y (b) ojo izquierdo en paciente con TB-SLC.

  

PARÁMETROS DE ACTIVIDAD

El diagnóstico de la CS se basa fundamentalmente en la exploración funduscópica (fig. 2). No obstante, con frecuencia es difícil determinar el estado de actividad de las lesiones y, por tanto la actitud terapéutica, basándose exclusivamente en su aspecto clínico. Por esta razón, resultan especialmente útiles las pruebas complementarias, que proporcionan información adicional y de gran valor en la monitorización de estos pacientes:


Fig. 2: Curso evolutivo en paciente con lesiones activas de CS.

Campo visual (CV): La AV describe de forma muy limitada el impacto visual de las enfermedades coriorretinianas con repercusión macular, como la CS (2). En estos casos resulta imperativo cuantificar la función macular, por ejemplo mediante microperimetría, un método no invasivo que explora la fijación y los defectos del CV central. Estudios recientes han demostrado una conservación de la fijación en más del 60% de los casos incluso con afectación macular extensa, lo que parece indicar que la existencia de una mínima área de sensibilidad retiniana residual es útil para mantener la fijación aún en casos de CS con extensa atrofia. En casos bilaterales, la fijación estable y central es detectada en el ojo con mejor AV, a pesar de presentar las mismas lesiones atróficas. Suele identificarse un escotoma denso central rodeado de un escotoma relativo en las lesiones geográficas (correspondiéndose este último con zonas de fuga en la verde indocianina no visualizables mediante angiografía). Además, la actividad del proceso suele correlacionarse con la densidad de dicho escotoma (16).

Pruebas electrofisiológicas: El electrorretinograma (ERG) y el electrooculograma (EOG) son normales excepto en casos de larga evolución y/o con lesiones extensas en polo posterior (2).

– Angiografía con fluoresceína (AFG): Los hallazgos no son patognomónicos. Las áreas atróficas se visualizan hipofluorescentes en tiempos precoces por la atrofia coriocapilar, con hiperfluorescencia progresiva de los bordes y eventual tinción escleral (fig. 3). Las lesiones activas bloquean precozmente la fluoresceína y muestran una tinción difusa con fuga progresiva en tiempos tardíos (fig. 4). En las fases de actividad, con frecuencia permite identificar tramos de vasculitis perilesionales (fig. 5) (2).


Fig. 3: Aspecto (a) oftalmoscópico y (b) angiográfico de lesioón serpiginosa macular inactiva.


Fig. 4: Aspecto (a) oftalmoscópico y (b) angiográfico de paciente con lesión activa (flecha) y lesión inactiva (punta flecha).


Fig. 5: Aspecto (a) oftalmoscópico y (b) angiográfico de paciente con CS activa y vasculitis (flecha).

Angiografía con verde indocianina (ICGA): Permite reconocer, a diferencia de la AFG, diferentes patrones angiográficos en función del estadio evolutivo. Así, en fases inactivas de coroiditis identifica el grado de atrofia coroidea y cicatrización, siendo especialmente útil para descartar o confirmar la actividad de un proceso coroideo. Mientras que en la AFG las lesiones activas suelen mostrar un bloqueo precoz con tinción tardía variable según el grado de disfunción de la barrera hematorretiniana, en la ICGA las lesiones se muestran hipofluorescentes durante todo el estudio debido a la destrucción extensa de la coriocapilar, permitiendo incluso, en algunos casos, identificar lesiones no visibles mediante oftalmoscopia. Esta hipofluorescencia es, además, más evidente y mejor definida que la observada en AFG. La ICGA permite identificar cuatro patrones distintivos en función del estadio evolutivo de la enfermedad:


Fig. 6: Aspecto en ICGA (a) precoz y (b) tardía de paciente de la figura 4, con lesión activa (flecha) e inactiva (punta flecha).


Fig. 7: Aspecto (a) oftalmoscópico, (b) angiográfico y (c) en ICGA de lesión inactiva.

Por tanto, y en comparación con la AFG, la ICGA permite una mejor tinción de las lesiones de CS, con evidencia de alteraciones coroideas no visibles mediante AFG; una mejor identificación de las lesiones activas, que se muestran mayores que las propias lesiones retinianas; la demostración de tinción coroidea y fuga desde los vasos en la mitad de los pacientes; la identificación de actividad coroidea aún en ausencia de actividad retiniana; así como la reducción del tamaño de las áreas inactivas tras el tratamiento inmunosupresor. En definitiva, es una herramienta especialmente útil en la monitorización de la enfermedad, proporcionando un método muy sensible para identificar los diferentes estadios de la enfermedad, colaborando así en la toma de decisiones terapéuticas (2,6,17,18).

Autofluorescencia: La autofluorescencia (AF) ha sido empleada para evaluar el estado del EPR en diversos trastornos inflamatorios, degenerativos y neoplásicos. Su señal deriva, primariamente, del acúmulo de lipofucsina a nivel del EPR, que es un indicador de alteración estructural y/o funcional. Un aspecto controvertido es la utilidad de la AF en la distinción de los distintos procesos incluidos dentro de los SMB, así como su capacidad para detectar actividad en dichos procesos. En el caso de la CS, el patrón de hipoautofluorescencia se corresponde con las áreas de atrofia coriorretiniana. En caso de actividad, se pueden apreciar áreas de hiperautofluorescencia coincidentes con los hallazgos angiográficos aunque de forma mucho más evidente, lo que convierte a la hiperautofluorescencia en un indicador muy sensible de actividad en los bordes de lesiones atróficas. Igualmente, permite identificar los focos de NVC como áreas de hiperautofluorescencia. Por otro lado, se ha demostrado de forma genérica en los SMB, una correlación negativa entre la extensión de las áreas hipoautofluorescentes foveales y la agudeza visual. La AF, por tanto, constituye un método no invasivo especialmente útil en la monitorización y seguimiento de los pacientes con CS. Recientemente se han podido identificar los cambios sobre los distintos patrones de autofluorescencia durante el curso de la CS. De esta forma, en estadios muy precoces se puede visualizar una discreta hipoautofluorescencia, que se acompaña de un tenue halo hiperautofluorescente en las lesiones activas para, al cabo de los días, dar lugar a un patrón de hiperautofluorescencia franco. Con el paso de las semanas y a medida que se va produciendo la resolución de la lesión, comienza a identificarse un borde hipoautofluorescente que se sigue de un patrón granular de la lesión y finalmente una hipoautofluorescencia definida. Por otro lado, las lesiones tratadas parecen mostrar menor hipoautofluorescencia, lo que sugiere que la inmunosupresión puede reducir el daño sobre el EPR. La AF se perfila, por tanto, como un método no invasivo útil para diferenciar entre sí diversos cuatros de SMB, así como detectar precozmente cambios en el EPR y ser determinante en la toma de decisiones terapéuticas (19,20).

Tomografía de coherencia óptica (OCT): Las características tomográficas de la CS consisten en una hiperreflectividad aislada de la retina externa, lo que parece correlacionarse con los hallazgos histopatológicos, donde se ha demostrado una pérdida extensa del EPR, con destrucción secundaria de la retina adyacente. Aunque los hallazgos oftalmoscópicos y angiográficos puedan ser similares en la coroiditis multifocal y la CS, la OCT «en-face» permite identificar diferentes patrones morfológicos, confirmando las hipótesis sobre su patogenia (enfermedad de la coriocapilar con atrofia de los fotorreceptores y daño variable de la coroides). La OCT permite, no sólo identificar NVC secundaria, sino también mejorar el conocimiento de la localización y extensión de las lesiones coriorretinianas inflamatorias (21,22).

El diagnóstico diferencial se plantea fundamentalmente con otros SMB, como la EPPMPA o la coroiditis multifocal, así como con otros trastornos como la toxoplasmosis, tuberculosis, isquemia coroidea, sarcoidosis, sífilis, o histoplasmosis, entre otros (2).

La complicación más frecuente y con mayor impacto visual en la CS es la NVC, que se describe en el 13-35% de los casos y que puede constituir su forma de debut. Parece probable la relación entre la localización de las lesiones en el área papilo-macular y su especial sensibilidad a la acción de los agentes vasoproliferativos. Estas membranas pueden ser tratadas con éxito mediante fotocoagulación láser, terapia fotodinámica y antiVEGF intravítreos. Un aspecto esencial lo constituye el diagnóstico diferencial entre las membranas neovasculares subretinianas (MNVSR) y los focos de actividad. El aspecto funduscópico puede plantear dificultades especialmente en el caso de membranas con abundante líquido subretiniano. En la AFG, la NVC se presenta con un patrón de hiperfluorescencia precoz que aumenta a lo largo del angiograma, acompañándose de fuga en tiempos tardíos, mientras que en la ICGA se aprecia un punto caliente o con más frecuencia una placa hiperfluorescente a lo largo de toda la prueba. La OCT constituye una herramienta diagnóstica fundamental, al confirmar, en el caso de MNVSR, la presencia de una zona hiperreflectiva subretiniana, acompañada de un desprendimiento neurosensorial, con acúmulo de líquido subretiniano (fig. 8). Otras complicaciones incluyen: oclusión de ramas venosas retinianas, periflebitis, desprendimiento del epitelio pigmentario, desprendimientos serosos, edema macular quístico, neovascularización del disco óptico, fibrosis subretiniana y uveítis anterior (2).


Fig. 8: Aspecto (a) oftalmoscópico y (b) tomográfico de paciente con CS y NVC.


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