HISTORIA Y HUMANIDADES


Epigrafía funeraria oftalmológica en la Hispania romana

PÉREZ-CAMBRODÍ RJ1, ALZAMORA-RODRÍGUEZ A2

FUNCAVIS. Fundación para la Calidad Visual. Alicante. OFTALMAR. Departamento de Oftalmología. Hospital Internacional Medimar. Alicante.
1 PhD. Doctor en Optometría. Licenciado en Historia.
2 MD. Licenciado en Medicina y Cirugía. Especialista en Oftalmología.


RESUMEN

La epigrafía nos ha proporcionado un inmenso caudal de información acerca de la identidad de aquellos que practicaron la Oftalmología en época romana, de su extracción social y su origen. En el ámbito de la antigua Hispania romana son tres, hasta el momento, los ejemplos de monumentos funerarios dedicados por o para oculistas. Este trabajo repasa las características artísticas y morfológicas de las lápidas funerarias, las vicisitudes de su hallazgo y las interpretaciones que se pueden colegir de la lectura de sus leyendas.

Palabras clave: Epigrafía, lápida funeraria, oculista, Roma, Hispania.


La epigrafía nos ha proporcionado un inmenso caudal de información acerca de la identidad de aquellos que practicaron la Oftalmología en época romana, de su extracción social y su origen. La epigrafía oftalmológica se estructura en dos vertientes, la de la clásica epigrafía funeraria y la de los sellos de oculista. Ambas son un claro exponente del alto grado de especialización que se alcanzó y la importancia que dentro de la Medicina se otorgó al cuidado de los ojos. En el total del Imperio hay documentadas 253 inscripciones funerarias dedicadas por o para los que ejercieron la actividad médica. Del total de inscripciones 36 pertenecen a oculistas. La gran mayoría, exactamente 29, se sitúa en territorio itálico. Se distribuyen en 19 inscripciones en Roma, tres en el Latium y Campania (Tusculum, Formiae y Stabiae), tres en Venetia e Histria (Vicetia, Arusnates y Aquileia), una en la región de Aemilia (Bononia) y tres en Umbría (dos en Asisium y una en Fanum Fortunae). Fuera de la península itálica encontramos una inscripción en Achaia (Patrae), una en la Galia Narbonensis (Narbo), una en la Mauretania Caesarensis (Caesarea) y tres en la península ibérica (una en Emerita Augusta, una en Gades y una en Ipagrum).

  

La lápida de Ipagrum (fig. 1)

Es una inscripción con caracteres grabados en hueco en una pieza de piedra negra de origen local. Sus dimensiones son de 1,62 m de largo, 0,41 m de altura y 0,20 m de espesor. Las letras debieron haber sido de bronce y fueron sobrepuestas en las hendiduras de 0,4 mm practicadas sobre la piedra. En la caja de cada letra hay dos o tres agujeros de 2 cm de profundidad con el objeto de alojar un clavo o garra. Se trata de un trabajo de gran virtuosismo artístico que se conserva actualmente en el Museo Provincial de Córdoba. La cuidada elaboración y la grafía sugieren que fue realizada en la primera época augustea1.


Fig. 1: Lápida de Ipagrum (© Corpus Inscriptionum Latinarum).

La inscripción reza:

M(ARCUS) FULVIUS ICARUS PONTU/FICIENSIS MEDICUS OCU/LARIUS SIBI ET SUIS FEC [IT]

«Marco Fulvio Icaros del Municipio Pontuficiense, médico oculista, hizo este sepulcro para sí y los suyos.»

Se trata de una tumba familiar hecha por Icarus para sí mismo y sus descendientes. El cognomen Icarus es claramente de origen griego y el praenomen y el nomen indican el nombre de su patrono, probablemente liberto de un individuo de la familia Fulvia o perteneciente a ésta. La interpretación que puede desprenderse de la inscripción depende en gran medida de que pueda resolverse la controversia que generó su hallazgo. Según la documentación recogida en el Museo de Córdoba, la lápida fue hallada en un cortijo de Porcuna, localidad de la provincia de Jaén cuyo nombre antiguo era Obulco, también denominado Municipio Pontuficiense. Sin embargo, Hübner, al registrar la inscripción en el segundo volumen del Corpus Inscriptionarum Latinarum (CIL II) con el número 5055, nos dice que fue hallada en Aguilar de la Frontera, en la provincia de Córdoba, citando para estas afirmaciones los testimonios de D. Aureliano Fernández Guerra y D. Agustín Pérez de Silos. De hecho fue donada al Museo de Córdoba por D. Rafael Paniagua, médico de dicha localidad, en 1860 quien relata que fue encontrada a una vara de profundidad entre las raíces de un olivo viejo en el monte de La Vegueta. Este lugar corresponde a la dehesa de Los Moriles, donde se supone que estuvo la antigua Ipagrum. El hecho que aparezca en la leyenda de la lápida el nombre de Obulco como lugar de origen de Icarus refuerza la versión de Hübner ya que si allí hubiera sido enterrado no hubiera hecho falta especificarlo 2.

  

La lápida de Gades (fig. 2)

Esta lápida está realizada en un cipo que fue encontrado en Chiclana, provincia de Cádiz. Su propietario, el médico D. Esteban Alonso Medina, añadió en 1612 una serie de inscripciones, inferior y lateralmente, de carácter religioso que, según Rodolfo del Castillo, servirían para «redimirla de su origen pagano»1. La pieza está realizada en mármol de origen local y sus dimensiones son de 1,26 metros de altura, 0,60 metros de anchura y 0,44 metros de profundidad. La estela funeraria, con cuerpo prismático rectangular y elevado sobre un basamento compuesto por un plinto y molduras escalonadas sucesivas, está trabajada principalmente al frente aunque los laterales han sido mínimamente rebajados para preparar las demás superficies para su posterior inscripción. El coronamiento y la superficie del neto en sus dos primeras líneas, donde reza el nombre del médico oculista, están desaparecidos en la actualidad. Sin embargo, los autores que los vieron y copiaron durante el siglo XIX, sí constataron la presencia de otros fragmentos que por su forma y nombre coincidían con la parte superior ausente. Al jesuita y eminente epigrafista Fidel Fita le fue proporcionado un calco de la inscripción por parte del Sr. Vera y Chilier. La lápida había sido adosada al muro de una casa y desde allí fue trasladada al Museo Arqueológico de Cádiz cuando éste fue creado por D. Cayetano del Toro, eminente oftalmólogo gaditano3.


Fig. 2: Lápida de Gades. (© Corpus Inscriptionum Latinarum).

La inscripción principal, enmarcada con una moldura simple, completada con la transcripción de la pieza o piezas ausentes reza:

[D(IS)M(ANIBUS)S(ACRUM)/ALBANIUSARTEMIDORUS]/MEDICUS/OCULARIUS/ANN(ORUM) XXXXVI [I]/K(ARUS) S(UIS) H(IC) S(ITUS) E(ST)/S(IT) T(IBI) T(ERRA) L(EVIS)

«Consagrado a los dioses Manes. Aquí yace Albanio Artemidoro. Médico oculista, de cuarenta y siete años, querido de los suyos. Séale la tierra ligera»4.

Para esta inscripción la altura de las letras es de 5 a 5,5 cm y los signos de interpunción son triangulares. Son letras cinceladas en escritura capital.

La labor del artista no es en modo alguno extraordinaria para la época y la altura de los renglones corresponde a la proporción que exigía la base del cipo en este tipo de monumentos, caracterizados por su elegancia y corrección, durante el primer siglo de la era cristiana. Otro aspecto que apoya esta datación es la fórmula habitual Karus Suis utilizada en otras lápidas gaditanas de esta misma época5.

En la parte frontal inferior de la lápida y cincelado en escritura capital, fue añadida en 1612 una segunda inscripción que reza:

«Este monumento lapídeo, quebrantado por la antigüedad, hizo erigir y reformar D. Esteban Alonso Molina, colocarlo junto a su casa, adornarlo con el blasón de su familia y trocarlo en pedestal de la enseña de la Santa Cruz, año de Cristo Nuestro Señor 1612».

En el lado izquierdo de la estela y cincelado en escritura capital también en 1612, aparece una tercera inscripción.

«(Cruz) La piedra que en otro tiempo sirvió para honrar a un médico, se muda con el curso de los siglos en algo mejor, porque aquí se ha situado el sagrado leño, remedio de nuestra salud, por virtud del cual ha sido redimido y tiene vida el mundo.»

En el lado derecho de la estela y con la misma cronología y características paleográficas que las dos inscripciones anteriores aparece una cuarta inscripción cuya transcripción es:

«Mientras los tiempos mudan esta roca bajo el ornato de la Cruz, Molina la prepara y remedia como el médico a su enfermo. Su nombre permanecerá en los siglos que han de venir, como el de quien procura que la Cruz en todo hogar se adore.»

Esta lápida fue utilizada inicialmente como altar funerario para ser reutilizada en el siglo XVII como pedestal para una cruz cristiana en el ámbito del culto doméstico de una familia noble. Más tarde fue utilizada como elemento ornamental integrada en la pared de una casa.

  

La lápida de Augusta Emerita (fig. 3)

Esta lápida fue encontrada en la necrópolis del Albarregas (Mérida), ubicada extramuros de la antigua colonia de Augusta Emerita durante una excavación de urgencia en 1988. Se trata de una placa de mármol de 46 cm de altura, 59 cm de anchura y 3 cm de profundidad que actualmente se conserva en la alcazaba emeritense. Se data en época flavia por las características paleográficas y la simplicidad del formulario. Las letras están cinceladas en escritura capital cuadrada en 7 líneas que rezan:


Fig. 3: Lápida de Emerita Augusta. (© Veleia. Servicio de publicaciones de la Universidad del País Vasco).

Q(VINTVS).APONIVS.RVSTICVS/MEDICVS.OCVLAR(IVS)/PATRICIENSIS/APONIA.Q(VINTI).LIBERTA.MANDATA/EVCHARIDI.SORORI/HIC.SIT(I)SVNT/ET.TV.ET.TIBI

«Aquí yacen Quintus Aponius Rusticus, médico oculista de Colonia Patricia y Aponia Mandata, liberta de Quinto. Su hermana, Eucharis.»

Es ésta una inscripción muy interesante desde el punto de vista interpretativo porque incluye tres personajes. En primer lugar Quintus Aponius Rusticus, médico oculista, originario de la Colonia Patricia. El étnico que utiliza, patriciensis, demuestra que a Augusta Emerita acudían inmigrantes no solamente de pequeños municipios sino, como es el caso, desde capitales provinciales como Corduba. Probablemente Quintus Aponius Rusticus consideró este emplazamiento como ideal para su ejercicio profesional altamente especializado y de hecho, parece que obtuvo un considerable prestigio social a juzgar por las características de la lápida. Su liberta, Aponia Mandata, probablemente recibió la libertad y el nomen al casarse con Quintus Aponius Rusticus, sin embargo Eucharis, la hermana de aquélla, conservó su condición jurídica de esclava como demuestra el mantenimiento de un nomen unicum6.

Ya dentro del terreno de la especulación se ha puesto en relación esta lápida con otra que apareció en la misma excavación. Esta lápida fragmentada permite intuir un augustalis o sevir augustalis, cargo honorífico sacerdotal dedicado al culto imperial, que se menciona junto a Mandata. Si asumiéramos que se trata de la misma liberta y también lo infrecuente de que dos personajes realicen dos lápidas distintas, habría que reconocer que Quintus Aponius Rusticus ocupó la augustalidad o el sevirato augustal pese su condición de ingenuus, es decir, libre de nacimiento, algo sorprendente aunque no imposible en época flavia6.


BIBLIOGRAFÍA


  1. Del Castillo Cuartiellers, R. La Oftalmología en tiempos de los romanos. Masnou-Barcelona: Laboratorios del Norte de España, 1956.

  2. Del Castillo Quartiellers, R. Epigrafía Oftalmológica Hispano-Romana. Córdoba: Imprenta y librería del Diario de Córdoba, 1897.

  3. Fita, F. «La Oftalmología en tiempos de los Romanos.» Boletín de la Real Academia de la Historia, 1906; 279-280.

  4. Romero de Torres, E. Catálogo Monumental de España. Provincia de Cádiz (1908-1909). 1934.

  5. González, J. Inscripciones romanas de la provincia de Cádiz. Cádiz, 1982.

  6. Ramírez Sádaba, JL. Gijón Gabriel, E. Las inscripciones de la necrópolis del Albarregas (Mérida) y su contexto arqueológico. Veleia 11 (1994): 117-167.